EL NUEVO URBANISMO

La supermanzana inicia la conquista del Eixample

La supermanzana, a la conquista del Eixample de Barcelona

La supermanzana, a la conquista del Eixample de Barcelona.  / periodico

Carlos Márquez Daniel

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Las supermanzanas eran hasta ahora una acción urbanística de salpicadura. Un poco por aquí, otro poco por allá. Quizás porque las que se han desplegado han funcionado como prueba piloto, y en zonas en las que la actividad, a todos los niveles, no es precisamente frenética. El ayuntamiento da por bueno el resultado y considera que ha llegado el momento de dar un salto cualitativo y, sobre todo, cuantitativo, con la ambición de que una de cada tres calles del Eixample sean un remanso de paz. Este miércoles, la alcaldesa Ada Colau ha presentado la hoja de ruta a 10 años vista, con la mirada puesta en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) impulsados por Naciones Unidas.

La propuesta ya no habla tanto de bloques sino de ejes, y de la creación de plazas en los cruces. En total, 21 para cada categoría. En definitiva, un nuevo modelo de calle sobre el diseño de <strong>Ildefons Cerdà</strong>, pero también un salto en la visión: de la supermanzana a la superciudad. Se quiere empezar por Consell de Cent en este mismo mandato; una actuación sobre 2,8 kilómetros con nuevas ágoras en las intersecciones con Rocafort, Borrell, Enric Granados y Girona, vías en las que también habrá actuaciones. En total, 4,65 kilómetros y 11,12 hectáreas. Quedan en el tintero medidas más atrevidas, a la vez que reivindicadas, como evitar, tal y como hará París, que la urbe pueda atravesarse en coche de este a oeste, cosa que puede hacerse a través de Aragó o Gran Via, donde lo máximo que se ha hecho o se hará es <strong>pintar un carril bici </strong>o dar más espacio al transporte público.  

Para reconquistar el espacio público, tal y como admite la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, será necesario que mucha gente "deje el coche en casa". Porque la idea es que la circulación por estas calles sea residual, de uso residencial, con la velocidad limitada a 10 kilómetros por hora, con plataforma única y las bicis circulando, si así lo desean, en sentido contrario al habitual de los coches, tal y como les permite la ordenanza. Y por si alguien se lo preguntaba, con una intensa reforma urbanística, al estilo de la impulsada en el entorno del mercado de Sant Antoni, y con un uso ocasional, solo si hay dudas o debate, del urbanismo táctico y provisional que tanto ruido ha generado en los últimos meses, precisamente en las calles que ahora se pretende reformar de manera definitiva. Para ello, el consistorio convocará en este mismo mandato una lluvia de concursos públicos e internacionales, hasta ocho. El más importante será el que servirá para elegir al equipo redactor del modelo de espacio público de todos los ejes verdes que están por venir. Más que nada, para que haya una cierta coherencia entre unos y otros. 

Estas primeras actuaciones disponen de un presupuesto de 37,8 millones de euros, 32,8 para los ejes y cinco para las plazas. Los trámites de la cosa pública y los tres meses previstos para el proceso participativo no permitirán que las obras empiecen hasta, como mínimo, el primer trimestre del 2022. La idea del ayuntamiento es ir encadenando actuaciones, de manera que en el 2030 pueda alcanzarse la cifra total de 42 actuaciones. Aunque si se toma como base los tres años para la primera oleada, los números no salen por ninguna parte. Así que, o en algún momento se pisa el acelerador, o nos vamos fácilmente a más 15 años. La lista de calles es la siguiente: Provença, Sant Antoni Maria Claret, Consell de Cent, Ribes, Ausiàs March, Vilanova, Parlament, Mistral, Còrsega, Gaudí y Enamorats (horizontales), y Nicaragua, Rocafort, Borrell, Enric Granados, Rambla de Catalunya, Girona, Sicília y Cartagena (verticales). 

Durante la presentación del proyecto, la mañana del miércoles, la alcaldesa Ada Colau ha hablado de "actualizar la idea de Cerdà de Eixample saludable, que quiere decir ganar verde y espacios para los vecinos". "Es un salto de escala, de supermanzana Eixample a supermanzana Barcelona", ha resumido. Ahí ayuda mucho el hecho que la capital catalana esté formada en gran parte por antiguos pueblos -y por ende, sus núcleos viejos- que entre finales del siglo XIX y principios del XX fueron absorbidos, como Sant Andreu, Gràcia y Sant Martí de Provençals. O Sarrià, que todavía no ha cumplido un siglo dentro de la Barcelona contemporánea. 

Pasos previos al cambio

Para que todo ello no genere un caos circulatorio (el Eixample ya concentra el paso de 350.000 vehículos al día) en las calles que mantengan su diseño original, el consistorio lo fía todo a la bajada de la movilidad privada. Para ello, garantiza que las 28 líneas de bus ortogonal no se verán afectadas por las supermanazas, espera que el tranvía por la Diagonal sea ya una realidad, que la línea 9 de metro esté terminada, que Rodalies haya ganado eficacia y frecuencia (y que Sagrera esté operativa y Sants, reformada), que la mayoría de autopistas que entran en la ciudad dispongan de carril bus-VAO y que se amplíe la red ciclable metropolitana para los que, cada vez son más, apuestan por la bicicleta eléctrica como medio de transporte aunque sea para distancias medias. 

Para evitar que los precios de los pisos se disparen en as calles pacificadas, el ayuntamiento podría recuperar las contribuciones especiales

Está por ver si estas reformas urbanísticas se acompañan de planes de uso, como el aprobado en Sant Antoni, de manera que se vete la entrada de determinados modelos de negocio, básicamente encarados al turismo. Sucede que al peatonalizar una zona, se convierte en más paseable. Eso es un imán para el forastero, y una tentación para los oportunistas. En algunos ámbitos concretos, como el entorno de la Modelo o el ampliado de la Sagrada Família, es muy probable que esté sobre la mesa. Otro debate es de la vivienda. Suele pasar que los pisos sitos en las calles con supermanzana ganan valor, lo que también puede generar un mercado alternativo. Según Sanz, "el ayuntamiento puede recuperar las contribuciones especiales para evitar el aumento del precio de los pisos", es decir, podría cobrarse un porcentaje de la operación en el caso de que el valor catastral haya subido con la reforma, puesto que esa mejora ha salido de la inversión municipal. Objetivo: que la gente no se venda los pisos para hacer negocio y que los fondos de inversión no muerdan las supermanzanas.