FIESTA MAYOR INÉDITA

Mercè sin ángel

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Natàlia Farré

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Fiesta mayor suele ser sinónimo de gente en las calles y plazas. De multitudes y aglomeraciones. De terrazas llenas y parques (los que ejercen de escenario) a rebosar. O mejor, era sinónimo. El covid-19 lo está cambiando todo, también las celebraciones patronales. Esta es una Mercè extraña –“atípica, una Mercè de pandemia”, a juicio de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau-. Una Mercè en las antípodas de lo que venía siendo la fiesta mayor de la ciudad hasta que el coronavirus llegó para imponer su ley. Una Mercè de distancias y aforos reducidos. Una Mercè con horario diurno. Y una Mercè ordenada. Nada de abrazos, ni de los queridos ni de los que obliga la falta de espacio y el exceso de gente. Nada de campar por donde el personal decide. Nada de improvisar. Y nada de trasnochar. Un sitio para cada participante y un participante para cada sitio. De 11.00 a 22.00 horas. Entradas y salidas en perfecta formación. Una Mercè sin gracia, sin encanto, sin ángel. Casi una Mercè nórdica.  

Pero una Mercè al fin y al cabo. El esfuerzo del ayuntamiento para mantener la fiesta ha sido titánico. Hay espectáculos. Muchos. De toda clase y condición. Pero hay que ir con previo aviso. Vamos, que la reserva de entrada (gratuita) es un imperativo. El aforo es limitado y hay que poder seguir la trazabilidad en caso de que surja un positivo de contagio. Pero que nadie se asuste: hasta la fecha ninguna actividad cultural ha sido foco de rebrote. A estas alturas quedan muy pocas entradas a disposición del personal. Y ahí va un ruego de la alcaldesa: “Si se tiene una reserva y no se va a utilizar, pedimos por favor que se anule para que otro vecino o vecina pueda aprovecharla”. La petición tiene sentido: este jueves se han visto sillas vacías en más de un escenario, no por falta de reserva si no por escasa solidaridad. Ha habido más de uno que, entrada en mano, ha cambiado de opinión. Ha pasado –poco o mucho– en varios espectáculos. Lo ha vivido el cantautor Víctor Herrero, que ha tenido que mostrar su arte en una platea semivacía, y eso que su actuación llevaba días sin vacantes por llenar. 

Quejas en el Gòtic

El guitarrista y compositor ha actuado en la Casa de l’Aigua de Trinitat Nova, uno de los emplazamientos que debutan en está Mercè de pandemia. La más descentralizada de las que se han programado. Tanto se ha alargado la topografía de la fiesta mayor –de la Zona Franca a Ciutat Meridiana, del patio de la Modelo al Park Güell– que en el Gòtic se quejan de abandono. Las entidades y comerciantes del barrio publicaron el miércoles un comunicado en el que, además de recordar que fueron ellos los que años ha recuperaron la fiesta mayor en los alrededores de la basílica de la Mercè, denunciaban que en la actual edición “no hay ninguna actividad de cultura popular de ninguna clase programada en el espacio del barrio Gòtic”.

Más suerte ha tenido el Eixample con un buen número de interiores de manzana reconvertidos en pequeños escenarios improvisados y, de paso, transformando a la Mercè en más vecinal que nunca. Las actuaciones en lo que Ildefons Cerdà pensó como pulmones de la ciudad y el afán especulativo de Barcelona mutó en espacio constructivo han tenido más aforo del esperado. Nada ilegal ni contrario a las medidas de seguridad sino más bien se ha tratado de un tema de oportunidad: ¿Qué hay mejor que  poder disfrutar de las artes escénicas desde el balcón de casa? Ha ocurrido. Menos popular ha sido lo que en las últimas Mercè se ha llevado el título de pista más concurrida de la ciudad: la Ciutadella. Ni multitudes ni picnics improvisados ni juegos infantiles en cada esquina. Al primer parque urbano solo se ha podido acceder con entrada y con paseo directo a uno de los cuatro escenarios levantados en el recinto. Todo un punto desangelado.

Cambios en la tradición

Con todo, ha habido gente, como la ha habido en el Toc de Mercè, en el Moll de la Fusta. Nombre y escenario nuevos para una tradición de siempre. En condiciones normales, es decir, sin pandemia de por miedo, el Toc de Mercè hubiera sido el Toc d’Inici y se hubiera celebrado en la plaza de Sant Jaume, tras el pregón del miércoles de Tortell Poltrona y tras la proverbial frase de la alcaldesa: “Que empiece la fiesta”. Pero no. Lo dicho, el covid-19 lo cambia todo, y gigantes y bestiario han trasladado calendario y espacio. Han bailado frente al mar y tras el repique de campanas de fin de oficio. Al mediodía. No ha sido  lo mismo, pero ha habido la entrega de siempre.

A esa hora lo suyo hubiera sido realizar el Seguici Popular, el pasacalle que hacen autoridades y todas las comparsas de la ciudad desde la basílica de la Mercè a la plaza de Sant Jaume, pero no lo ha habido. Como no ha habido ‘castells’ ni ‘falcons’ (ni los habrá en toda la celebración). Ni ha habido gente apostada en las calles jaleando la comitiva ni ha habido el calor que da la multitud en una ciudad sin problemas de aforo. La de este año es una Mercè de pandemia.