el drama de la inmigración

El fútbol como herramienta para la inserción social

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ARNAU SEGURA

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Se llama Yacouba Conde (Nzérékoré, Guinea, 1998). Aunque para muchos solo es un problema más ante el que girar la cabeza para hacer como que no existe. Un número más. Una más de las miles de personas que cada año llegan a nuestras costas tras dejarlo todo persiguiendo un mañana mejor. Y una más de las que una vez aquí, en un mundo que no es el suyo, sin recursos, solas, abandonadas a su suerte, se ven obligadas a luchar por una vida digna.

Solo en Barcelona, según el informe de la Xarxa d'Atenció a Persones Sense Llar del 2019, hay más de 3.800 personas sin hogar. La cifra ha aumentado un 83% en 11  años, y casi el 18% de este colectivo tiene entre 18 y 30 años. Es la franja que crece en mayor proporción, y es una de las más peligrosas porque corta la transición hacia la edad adulta. Pero detrás de las hipótesis y de las cifras tan inhumanas existen las personas. Y existe también la irrompible sonrisa de un Yacouba, que llegó a Barcelona hace ya seis años, tras una odisea de dos años que le llevó por Mali, Argelia y Marruecos.

En Barcelona hay más de 3.800 personas sin techo donde cobijarse, según la Xarxa d'Atenció a Persones Sense Llar

"Me gusta muchísimo el fútbol, desde pequeño. Cuando llego a un sitio nuevo lo primero que busco es el fútbol", arranca Conde, uno de los participantes del proyecto sociodeportivo de Street Soccer Barcelona. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro, nacida hace dos años, que trabaja contra la exclusión de las personas sin hogar, y en otras situaciones de riesgo de exclusión, aprovechando el potencial del fútbol como herramienta de inclusión, integración y emancipación para mejorar su vida y para derribar fronteras, tanto físicas como mentales. "Es un lenguaje universal para todos", asegura Fredi Vidal, impulsor y alma, junto a la argentina Michi Borgstrom, de un proyecto que en el 2019 ayudó a hasta 171 personas de 39 nacionalidades distintas y de entre 18 y 55 años -con una media de 25- y ofreció más de 2.500 almuerzos y duchas.

"Hemos vivido años duros y hemos sufrido mucho. Y uno puede sentirse solo. Pero venir aquí, jugar y pasarlo bien ayuda muchísimo. Te olvidas de otros problemas. Haces amigos. Porque cuando la pelota rueda todos la vemos igual. Todos somos iguales. Esto nos da vida, gasolina para seguir, felicidad, esperanza e ilusión. Es una liberación", acentúa Yacouba, que el pasado 6 de julio sopló las velas del pastel que le hicieron en el centro en el que residía para celebrar su 22 cumpleaños. Ahora ya está en otra residencia. "Nada es permanente para ellos, y por esto es tan importante que cada martes y cada jueves haya entreno, y que tengan algo fijo que saben que pase lo que pase siempre estará ahí", enfatiza Fredi.

"Nada es permanente para ellos, y por esto es tan importante que cada martes y cada jueves haya entreno, y que tengan algo fijo que saben que pase lo que pase siempre estará ahí"

Fredi Vidal

Mientras tanto, Yacouba no pierde la sonrisa. "Miro al futuro con optimismo. Contento. Espero arreglar pronto mi situación", afirma antes de añadir que "puedo jugar de defensa, pero me gusta más jugar de delantero". Porque le encanta marcar goles. "Marcar un gol es una locura. Cuando estoy en el campo solo pienso en marcar, y cuando lo consigo me siento muy, muy, feliz", concluye antes de despedirse para jugar un segundo partidillo en el parqué del pabellón de las Tres Xemeneies, en el Poble-sec.

Se despide prometiendo que marcará un gol. Y marca un gol, da una asistencia y transformar un penalti. Y al final del partido sonríe; tan radiante y orgulloso como si hubiera acabado de ganar una Copa de Europa. No la ganará nunca, ni llegará a jugar en su Barça, aunque, como lamenta Fredi, muchos lo piensan al llegar aquí. Pero gracias al fútbol, Yacouba Conde ya ha ganado algo mucho más importante.