Con mucho gusto
Un chigre con todo su atuendo
El chef Fran Heras recupera en BCN un ambiente asturiano que parecía perderse
En Asturias, la pérdida de interés por las antiguas formas de vida nos ha dejado sin saber lo que son las Xanas y en un olvido parcial por los chigres. Si las primeras son las hadas que se reflejan en las aguas cristalinas de las fuentes, los segundos eran las tabernas, las minúsculas sidrerías en las que se podía comer y comprar de todo. Desde cabrales a unas zuecas, alias madreñas, o la ristra de chorizos y morcillas necesarias para el compango. Este término corresponde a la suma de carnes y embutidos indispensable para conseguir una fabada asturiana como Dios manda, de esas que hacen levitar al comensal. Cosa curiosa, en los chigres, mientras te tomabas un culín, podías ver los precios de los artículos que colgaban del techo, abarrotando el local, dándole una pátina de asturianidad.
Lo sé porque durante 16 años veraneé en Villaviciosa, recorriendo el triángulo mágico que separa esta población de Oles, Tazones y El Gobernador. En este último caserío existe un conocido lagar elaborador de la sidra con D.O. del mismo nombre. Así pues, he vuelto a mi juventud gracias a un chigre asturiano-barcelonés con todo su atuendo, El Chigre 1769 (Sombreres, 7), en el que el cocinero Fran Heras ha sabido recuperar un ambiente que parece perderse. Lo logra con mil detalles, entre ellos, una fuente para pájaros, convertida en lavamanos. Tiene unos peldaños por los que descendían las aves a beber, dependiendo del nivel de agua.
Las famosas fabes
Empujados por la sidra perfectamente escanciada, cantarina en el vaso, es cuestión de probar las famosas fabes, el guiso poderoso y complejo que guarda, matizado, unos sabores que exigen legumbres frescas y un agua de baja mineralidad. Lo contrario es sinónimo de mucho pellejo. Magnífico plato compatible con los mejillones rebozados y con el pulpo en chimichurri. Un invento del chef: lo cocina a la parrilla y lo condimenta con un chimichurri marino rico en cilantro, algas de Porto Muíños, vinagre, aceite y pimentón. Igual de aspecto que la salsa argentina, pero con un profundo aroma a mar que evoca todos los mitos asturianos, desde la sidra bien tirada a las Xanas que bendicen el agua de las fabadas.
Rda Tina 20, un blanco de Alella a 12,45€
Entre los cultivadores de flores de la zona de Alella y los viticultores que trabajan en las fincas colindantes se ha producido un intercambio mágico en el cuidado de las plantas, al extremo de que muchos de ellos parecen cultivadores de viñas y viceversa. Este delicado cuidado del campo se aprecia en todo su esplendor en este vino blanco 100% pansa blanca, pura expresión del territorio. Lo elaboran prensando la uva entera, dejándola fermentar lentamente, de manera espontánea, pero controlando la temperatura a 14ºC. La fermentación siguiente, maloláctica, es parcial. El resultado ofrece toda la paleta gustativa que da la variedad. Sabe, huele, queda en el paladar con toda la fragancia de la pansa blanca.
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