BARCELONEANDO

La cotorrita argentina, el pajarito abominable

Ruidosa e invasora, la cotorrita argentina es un llamativo ejemplo de mala prensa en el mundo animal

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Mauricio Bernal

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Podría cavarse un agujero de proporciones cósmicas entre el primoroso aspecto que tiene la cotorra argentina, en cierto modo un peluche verde y volador, y la fama espectacularmente pésima que arrastra tras de sí, que emparenta sus ruidosas colonias con alguna de las 10 plagas de Egipto, o con todas a la vez, a juzgar por las cosas que se dicen sobre el animal. Un vistazo a la hemeroteca de internet arroja que se le ha espetado de todo, desde "problema" hasta "plaga" pasando por "amenaza", "escandalosa invasora", "peligrosa invasora", "implacable invasora" e incluso "insoportable demonio verde", que es la clase de epíteto que denota una suerte de pasión oscura. Que la cotorrita argentina es una especie invasora que pone en peligro los ecosistemas locales no tiene discusión, pero en fin, pobre cotorra. Hay que simpatizar con su drama. Ella no pidió que la sacaran de donde vivía tranquila y cotorreando.

La cotorrita es "plaga", "amenaza", "implacable invasora" y hasta "insoportable demonio verde"

Como informó hace poco el diario 'El País', el ayuntamiento calcula que en los últimos cuatro años se ha doblado la población de cotorritas argentinas, de aproximadamente 5.000 a aproximadamente 10.000. Hay preocupación municipal. Siendo un problema local no es ni de lejos un problema local, pues el mapa invasor de la cotorrita es amplio y tiene tentáculos por todas partes. Dicho en otros términos, si la cotorrita argentina fuera un ejército conscientemente invasor, en su demoniaco imperio verde tampoco se pondría nunca el sol. Noticias de cotorritas invasoras no solo hay en Barcelona, y no solo en una veintena de ciudades españolas; en lugares tan remotos como México bregan desde hace tiempo con el problema, aunque es probablemente en Chile donde tienen más experiencia con el demonio: allí entró en los años 80, y un titular reciente del diario 'La Nación' de Argentina da una idea de la situación actual. "Chile en pie de guerra contra la cotorra argentina: aseguran que daña la salud".

El Proyecto Cotorra Invasora

De hecho, los titulares de prensa funcionan como termómetro de la animadversión creciente que despierta el peluche volador. Leyéndolos, y dejándose llevar, es posible imaginar que nos encontramos no precisamente ante una invasión de pájaros sino ante la tropelía aérea de un comando destructor moderno. "Guerra contra la cotorra argentina". "Madrid se prepara para exterminar a buena parte de las 12.000 cotorras que hay en la ciudad". "Expertos apuntan a la necesidad de exterminar de inmediato a la cotorra argentina". "Cotorra argentina abruma a vecinos y autoridades". "¿Eutanasia masiva para las cotorras argentinas invasoras?" Como ya se dijo, los chilenos son seguramente los que tienen más experiencia en este conflicto de tintes bélicos: allí, en el seno de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile, funciona el llamado Proyecto Cotorra Invasora, un nombre que si no fuera tan literal podría hacer pensar en un plan clandestino de alguna fuerza de resistencia contra alguna fuerza de ocupación. Al fin y al cabo, algo hay de eso en la lucha abierta contra el pajarito.

Otras especies invasoras como el mejillón cebra, el visón americano o la tortuga de florida no tienen ni de lejos tan mala prensa

Lo de peluche verde y volador es, por supuesto, discutible. Lo de primorosas también. Que los pájaros pueden ser demoniacos lo demostró con creces y maestría Alfred Hitchcock, y solo hay que pensar en una escena final de 'Los pájaros' con cotorras en vez de cuervos y gaviotas para olvidar su condición de primorosas. Y, por supuesto, una cosa es verlas de pasada y exclamar: "¡Qué linda la cotorrita!", y otra menos simpática tenerlas de vecinas y comprobar a diario que, efectivamente, son ruidosas, probablemente un incordio. Fue eso, de hecho, el incordio, lo que llevó a muchos que las compraron como animales de compañía a dejarlas en libertad. Ahí empezó todo. Entre el gesto humano y que las cotorras demostraron una capacidad circense para escapar por sus propios medios –el gesto animal–, se expandieron, se multiplicaron y se volvieron plaga. Junto a especies como el visón americano, el mejillón cebra o la tortuga de Florida, forma parte de la lista negra de especies invasoras en España, pero si uno mira bien, ni el visón ni el mejillón ni la tortuga tienen tan mala prensa. En fin, no hay nada que hacer. Las leyes de control de plagas son implacables.