BARCELONEANDO
Las alegrías de la burguesía
El Palace acoge una exposición fotográfica sobre sus cien años de historia que más que una muestra es pura decoración
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
Pasa por Barcelona mi amigo Ignasi Duarte, autoexiliado en París por el amor de una mujer (que diría Julio Iglesias), para buscarse la vida en el mundillo cultural y para librarse de la tabarra del 'procés' (no necesariamente en ese orden). Ignasi se ha dedicado a muchas cosas de esas que no dan un duro: algunas obras de teatro con Roger Bernat (hasta que se cabreó con él), una película en portugués que no llegó a estrenarse, artículos en diferentes publicaciones, y ahora monta unas conversaciones públicas con escritores en Europa y Sudamérica que están la mar de bien.
Recientemente, le echó una mano a nuestro común amigo Jaume Sisa para poner orden en esos dos libros galácticos que ha publicado Anagrama. Ahora está intentando montar con Sisa un espectáculo basado en los himnos, motivo por el que acabamos hablando del disco de Fuerza Nueva (Los Planetas más El Niño de Elche), que a ambos nos parece una oportunidad perdida, si bien reconocemos en él cierta habilidad para molestar a todo el mundo (reconozco que la voz de El Niño de Elche me resulta tan desagradable como irritante). Le pregunto a Ignasi si el espectáculo incluirá 'El novio de la muerte', una canción que nos encanta a los tres por sus características delirantes, pero parece que Sisa no lo ve claro.
Salimos de una de las pocas casas de comidas que quedan en Barcelona --concretamente en una situada junto al mercado de Sant Antoni, motivo por el que los precios del lugar se mantienen, pero las raciones han sufrido una importante merma, cosas de la gentrificación-- y, como los pelagatos que somos, nos llegamos andando hasta el Hotel Palace, antes Ritz, para reírnos un poco del cochino burgués, aunque sea en efigie. En el antiguo Ritz hay una, digamos, exposición sobre nuestra querida burguesía que, de hecho, no es más que pura decoración. Otra buena idea mal resuelta, como lo de Fuerza Nueva.
Sorteando a los clientes
La cosa se reduce a una serie de paneles, con varias fotos en cada uno, repartidos por las paredes del 'lobby', así que para verlos de cerca hay que sortear a señores que leen periódicos y señoras que meriendan. Los 'petits fours' de las señoras tienen muy buena pinta y dan ganas de montar un numerito a lo Blues Brothers, pero ya no tenemos edad para hacer el punk, sobre todo yo, así que miramos las fotos como buenamente podemos.
Las fotos más antiguas, en blanco y negro, son las más dignas; llegados al color, la cosa da hasta un poco de vergüenza
Creo que una exposición sobre las alegrías de la burguesía local podría ser muy interesante no solo a nivel fotográfico, sino también social y político, pero lo único que cuelga en el hotel son fotos desde los años 30 hasta la actualidad que no van firmadas y que empeoran notablemente a medida que pasa el tiempo: las más antiguas, en blanco y negro, son las más dignas; llegados al color, la cosa ya da hasta un poco de vergüenza de lo malas que son: algunas las habría podido tomar Flowers, el maestro del desenfoque creativo, en el dudoso caso de que a ese visionario se le hubiese permitido acceder alguna vez al Ritz, cosa que dudo.
Lo único salvable
¿Hay algo salvable en esta seudomuestra conmemorativa? Bueno, la foto de George Sanders desayunando en batín de satén tiene su gracia, como la de Roger Moore fumando mientras arquea una ceja, lo único que mostraba cierta vida en sus acartonadas interpretaciones; no hay ni una imagen de Xavier Cugat, aunque se alojó allí cuando regresó al terruño, y tampoco abundan los grandes burgueses de todos conocidos: ni un negrero como Dios manda en toda la muestra.
Otros deberán encargarse de seleccionar y ordenar las imágenes de las juergas y francachelas de nuestros buenos burgueses, que, aunque ahora sean una birria --como les recordó en su momento Manuel Valls--, hubo tiempos en los que devolvían algo a la sociedad con la que se lucraban. Se intuye que la posguerra fue para ellos una época especialmente alegre --ah, aquellas 'soirées' en la mítica Parrilla del Ritz--, pero poco más. Abundan los don nadies y los abueletes no famosos, así que, parafraseando a François Villon, uno sale del Palace preguntándose: 'Ou sont les bourgeois d¿antan?'.
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