Las películas del mandato

El conflicto de los manteros, la película que nadie quiere ver

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Toni Sust

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Hay unas cuantas imágenes que marcan la gestión del top manta durante el mandato que ahora se extingue. La más extendida es la de su presencia en las calles, en la plaza de Catalunya, en el frente marítimo. Imágenes que han llevado a la oposición y a representantes de determinados sectores, con un papel destacado de los comerciantes, de la mano de no pocos ciudadanos, a denunciar que el gobierno de Ada Colau ha permitido la presencia de los vendedores ambulantes. Mano ancha, tolerancia, llámese como se quiera. De eso se ha acusado a la alcaldesa con el top manta. Pero ella lo ha negado.

Otra imagen significativa es la que tuvo lugar en julio del 2016 cuando Colau inauguró en la Barceloneta un marcador de muertos en el Mediterráneo intentando cruzarlo para llegar a la Europa próspera huyendo de la miseria de sus países. Un acto que los manteros reventaron con protesta por la detención de siete colegas acusados de distribuir productos falsificados.

Un día triste

“Ayer fue un día triste para muchas de las personas que hace un año decidimos dar un salto a las instituciones y que hoy hacemos lo que podemos en el ayuntamiento para mejorar la vida de la gente que vive en la ciudad”, escribió un día después Tatiana Guerrero, la persona que gestionaba el conflicto como técnica de la alcaldía.

Más imágenes: la del intercambiador de Paseo de Gràcia, repleto de vendedores hasta que llegó el desalojo. Es la cercanía de la campaña electoral, dijeron los rivales de Colau. Ahora el próximo desalojo se prevé en el frente marítimo, aunque en menor medida de lo esperado. También hay que tener en cuenta las fotos de varias localidades de la costa catalana, que sirven de apoyo a uno de los argumentos que ha esgrimido el consistorio: el top manta no es patrimonio exclusivo de Barcelona. Cualquier que veranee en Sitges o localidades adyacentes ha comprobado como en los paseos marítimos se venden zapatillas deportivas por miles.

Abordaje policial y social

El consistorio ha abordado el conflicto desde dos puntos de vista: el de la actuación policial para echar a los vendedores –o la colocación de impedimentos para que trabajen, como el ‘skate park’ que se instaló en el paseo de Joan de Borbó en el verano del 2016- y el abordaje social, el de buscarles una alternativa laboral. No es fácil hablar de cifras. Se da por hecho que el número de manteros ha crecido desde el 2015. Y que la cifra no se mantiene todo el año, más calor, más vida de calle, más vendedores.

El discurso del consistorio lo resume el comisionado de Economía Social, Álvaro Porro, que admite que al gobierno le costó encontrar la forma de actuar y asegura que no ha habido “tolerancia deliberada”. Errores, sí, dice, pero en parte porque todo estaba por hacer: “No encontramos una política especializada sobre el fenómeno del top manta No había equipos de gestión social, del espacio público. No había acuerdos con otras administraciones. Había respuesta policial, pero había menos presión. Y quizá había una participación más generosa de los mossos”.

Sobre esta última parte centra Porro parte de sus explicaciones: la falta de efectivos policiales. “Los mossos dejaron el top manta a partir del atentado de agosto del 2017. Desde entonces, la guardia urbana se encuentra sola. A partir de abril del 2018, la policía portuaria reduce sus horas extra por decisión del Gobierno central. Puede parecer que haya tolerancia cuando lo que hay es falta de efectivos policiales”.

El comisionado advierte de que la recolocación laboral de los manteros es “una línea de trabajo, pero no la solución: nunca hemos dicho que lo sea”. Unas 110 personas han visto legalizada su situación, precisa. “No es lo mismo construir de cero que ir haciendo ajustes. Intentamos que el siguiente que venga se encuentra con una política pública”, afirma. Sobre la cifra de vendedores ambulantes en la ciudad, Porro habla de un colectivo de entre 500 y 700 manteros en Barcelona.

Los comerciantes

Fermín Villar es portavoz de la Plataforma de Afectados por el ‘top manta’, que agrupa a varias entidades y alberga a comerciantes y hoteleros, entre otros sectores. Su posición es crítica con la gestión de estos últimos años: “Los servicios sociales del ayuntamiento iniciaron en febrero del 2015 un trabajo que concluyó en septiembre del 2015 y constataron que los vendedores ambulantes no llegaban a 400. En épocas punta del gobierno de Colau se ha quintuplicado como mínimo”.

No es cierto que no haya habido tolerancia. ¿Qué han hecho mal? Permitir que un crecimiento sin control del fenómeno. ¿Qué han hecho bien? Liderar, hace tres meses, un operativo conjunto de seguridad para recuperar el espacio público de la parada de la línea 3 de la plaza de Catalunya, la línea 1 y el intercambiador de Rodalies. Y es cierto que están montando una red para el próximo gobierno. Porque antes no era necesaria, porque no había efecto llamada. Había un control que impedía la llegada de los manteros”.

¿Ha faltado colaboración policial? “Ha faltado que Colau liderara un pacto interadministrativo. No ha habido ayuda del Estado, y a veces tampoco de la Generalitat, pero la responsabilidad del espacio público es de la alcaldesa. En lo comercial, la única administración que ha hecho campañas ha sido la Generalitat”. “El trabajo que hace ahora el ayuntamiento es buena y me consta que no es sólo por electoralismo, pero lo tendrían que haber hecho hace ocho o diez meses”.

Que desaparezcan

Este diario ha intentado recoger la voz de los propios manteros, pero estos, a través de un portavoz, han declinado participar. Una opción legítima que retrata bastante su situación. Son una presencia incómoda, de algún modo tanto para sus detractores como para los que se preocupan por su situación. “Una parte de Europa llora, grita, quiere que se salven, que no mueran, pero… pero que no vengan, que se vayan, que desaparezcan, que no existan y que no tengamos que verlos en la tele, y menos en nuestras calles, con sus mantas, en el metro, o en las escaleras de nuestras casas”, escribió Colau en el 2015 en Facebook sobre los inmigrantes. Y probablemente una parte esencial del asunto es esa. Preferiríamos no ver a los manteros. Y llegado al caso, huir en coche, con dolor, pero sin pisar el freno, como hacen los protagonistas de Bwana, la película de Imanol Uribe, cuando tienen que elegir si salvan al africano que se han encontrado en una playa del sur o lo abandonan a su suerte.

La película

<strong>'Bwana' (1996)</strong>

Y la semana que viene: entre Grand Hotel y Vacaciones en el mar, la gestión del turismo en Barcelona.