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Sant Antoni boquiabierto, llega ahora Ethic Investors

El oximorónico nombre de la inmobiliaria deslumbra tanto que eclipsa su fórmula empresaria, el 'crowdfunding', la fiesta de la burbuja al alcance de cualquier bolsillo

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Carles Cols

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Fue un whatsapp de Vladimir (estupendo nombre si, como es el caso, uno decide ponerse al frente de una revolución vecinal, en este caso la del barrio de Sant Antoni contra los alquileres) por donde llegó el primer aviso sobre la existencia de una nueva especie en la fauna inmobiliaria de la ciudad, Ethic Investors. Sí, inversiones éticas, un nombre que deslumbra por atrevido, tanto que hasta se corre el riesgo de no ver lo siguiente, su fórmula de negocio, el crowdfunding inmobiliario, la fiesta de la burbuja al alcance de todos los bolsillos, aportaciones mínimas de 50 euros para poder comprar un piso, reformarlo y venderlo con una rentabilidad del 10,07%, un potosí al precio que está el dinero en estos tiempos. La repera sería ya que, además, el piso en cuestión estuviera en Sant Antoni, donde la sacudida

Rodríguez dice que le puso Ética a la criatura porque en sus anuncios no hay asteriscos que redirijan a la letra pequeña

 de la gentrificación supera el siete en la escala de Richter. ¡Pues sí, está en Sepúlveda! Son 69 metros cuadrados que Ethic Investors tiene apalabrados por 213.000 euros, que maqueará por 43.000 y que pretende revender por 355.000 euros, una cifra a la que hay que descontar algunos gastos extras, como los 6.000 euros que el actual dueño del inmueble debe en gastos de comunidad e IBI. Antes de proseguir, gracias, Vladi.

Concertar una cita con José Rodríguezgeneral manager de Ethic Investors, resulta sorprendentemente fácil. Gracias, también. En ruta hacia su despacho, resulta que era un error imaginarle de antemano como a una suerte de Grosenbaf, el jefe vikingo de Astérix y los normandos, bebiendo calvados en el cráneo de inquilinos gentrificados, respondiendo a cada pregunta con el eslogan que acuñó el estratega electoral de Bill Clinton en las elecciones que derrotó al primer Bush presidente, “es la economía, estúpido”. Rodríguez, nada más comenzar, reconoce que lo del nombre o no se ha entendido o se ha equivocado, pero que, a lo hecho, pecho. La idea, cuenta, se la sugirió un amigo cuando vio que en la web y en la publicidad de la empresa no había asteriscos, es decir, anotaciones minúsculas a pie de página sobre las condiciones del contrato o los tipos de interés. “Eso es muy ético”, le dijo, y así bautizaron a la criatura. Lo de ético lo emplearon como Vizzini repite una y otra vez “inconcebible”Vizzini en La princesa prometida, sin haber consultado antes el diccionario, pero ya era tarde.

A freír espárragos

La conversación resulta reveladora en aspectos insospechados. Cuentan Rodríguez e Ibai, uno de sus colaboradores, que se han llevado un sorpresón por la muy distinta acogida que ha tenido en los medios de comunicación su fórmula de negocio en función de si su interlocutor era una publicación económica, de esas que a los pisos los llaman activos inmobiliarios, o un periodista de la rama de los dramas sociales, de los que no dan abasto de cubrir informativamente desahucios. Parece que alguno de ellos les ha mandado a freír espárragos. Total, que la charla pronto deriva en una defensa por parte de Rodríguez de que él no es ningún buitre inmobiliario. Expone su alegato de defensa. Es el siguiente.

Subraya primero que el piso en cuestión está vacío. Nadie se irá a la calle. Está que da pena, lo que en el lenguaje comercial de las inmobiliarias de antes de la crisis era publicitariamente “un piso para entrar a vivir”, un eufemismo delicioso que significaba que la anciana que residía ahí acababa de fallecer, o sea, que el lavabo era del año del catapún y las canalizaciones puede que aún de plomo. Enseña unas fotos en la pantalla del ordenador. Es cierto. No descarta en la reforma conservar el depósito de agua que cuelga de una pared, que le daría al piso un aire de retrofuturismo muy chic.

El crowdfunding, mientras hablamos, avanza. Desde la perspectiva de Vladi, eso alimenta la fiesta de la burbuja, y no se refiere a las parrandas que se organizaban años ha en el Satanassa, donde presumían de que fueron ellos los que se inventaron la fiesta del agua un día que se averió el aire acondicionado, sino a ese perversa ley termodinámica del sector inmobiliario, que sostiene que el simple runrún de que los precios suben hace que el mercado se caliente y aún suban más deprisa los precios. “Bueno, nosotros venderemos a precio de mercado, pero por la franja baja de aquella zona, unos 5.000 euros el metro cuadrado”, se defiende Rodríguez. “Y no echamos a nadie”, insiste.

Hace falta un Linneo que clasifique la nueva fauna inmobiliaria. En Sepúlveda, por ejemplo, hay una agencia de pisos de casquería

La cuestión, por poner un poco de distancia y sacar conclusiones, es que urge que emerja en la ciudad un Carlos Linneo que clasifique todas las especies de la selva inmobiliaria, que no son pocas. Los impulsores de los nonatos pisos colmena son un ejemplo. A pocos metros del piso del crowdfunding, otro ejemplo, en Sepúlveda con Comte Borrell, hay un establecimiento de casquería inmobiliaria, una agencia con un escaparate que resume muy bien la época que vivimos, pues todos los carteles del expositor son de pisos okupados o tapiados. Son viviendas que, por supuesto, el comprador no puede visitar, como ya destacan los anuncios. En el extremo contrario de la cadena trófica inmobiliaria habrá quien estos días se haya quedado mudo ante los anuncios de televisión de la agencia de altos vuelos que se declara descendiente directa del samurái Hasekura Tsunenaga (1571-1622), o sea, el shogunato inmobiliario aquí y ahora.

Ethic Investors, avisa Vladi, puede que sea el primer eslabón de una línea evolutiva nueva, por muy buenas intenciones que declare Rodríguez. A saber qué será lo siguiente. ¿Burofax sin Fronteras? ¿Las Hermanitas de la Gentrificación?