VEREDICTO DEL JURADO

Llibertat gana el concurso de calles de las fiestas de Gràcia

Verdi obtiene el segundo puesto y la plaza Rovira i Trias se sube al tercer escalón del podio

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Mauricio Bernal

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La ceremonia de entrega de los premios de las fiestas de Gràcia tiene todo lo que un acto de esta naturaleza está obligado a tener, algo de suspense, caras de frustración y explosiones de alegría, pero siempre acaba con los ganadores rugiendo el nombre de su calle, y este viernes el rugido era "Llibertat". La trabajada ambientación de una granja con probablemente todo lo que depara el imaginario de una granja se alzó este viernes con el primer premio en un reñido final tipo 'fotofinish' con Verdi y su evocación de la Roma antigua, un final tan estrecho que se decidió por solo dos puntos en la valoración del jurado. Para Llibertat es un año especial, toda vez que celebra 20 participaciones seguidas en la fiesta, aunque Verdi también habría mordido el oro con fruición: es su 40ª aniversario. El podio lo completó la plaza Rovira y Trias con la recreación de una tienda modernista de moda y complementos.

En cambio, lo que tienen casi siempre las ceremonias de Gràcia que no tienen otras de la misma estirpe es el grito –ya es tradición– de 'tongo'. Tampoco faltó esta vez. No entraba en los cálculos de los que saben de decorados que la calle de Progrès y su 'Libro de la selva' no acabaran en la baraja última de finalistas, la última-última, de manera que su quinto lugar fue notablemente protestado. "¡Tongo, tongo, tongo!", se gritaba por aquí. "¡Primer premio, primer premio!", se gritaba por allá. La comisión de fiestas en pleno subió al estrado a recibir el galardón y nadie enarbolaba nada menos que una gran sonrisa, pero en privado les sabía a poco.

Nuevamente hubo gritos de ¡tongo! cuando se cantó el 5º puesto de Progrès

En cierto modo, empiezan a ser especialistas. Hace dos años también quedaron quintos y también flotó en el ambiente la sensación de que merecían más. También se gritó tongo. Como si en Progrès y solo en Progrès se concentrara el divorcio entre el jurado y la opinión popular. Pero se lo toman bien. En su cuenta de facebook publicaron más tarde: "Hemos quedado quintos, fuera del podio, pero nada nos alegra tanto como que nuestros vecinos de Llibertat se lleven el primer premio a casa". Hay una alianza interesante ahí. Era de las huestes de Llibertat de donde brotaban las protestas más indignadas con el quinto puesto del vecino.

Homenaje a las víctimas

La ceremonia se inició con un homenaje a las víctimas de los atentados: todos tenían presente que hace un año, cuando los vecinos de cada calle se dirigían a la premiación –cuando todo era fiesta y sonido de tambores y lo más serio que todos tenían en mente era en qué lugar quedaría su calle– justo en ese momento empezaron a circular las informaciones sobre algo que había pasado en en la Rambla, una furgoneta, un atropello, y que en ese momento todo cambió. Niños de la 'canalla' de los 'castellers' de Gràcia subieron al estrado y estamparon sus manos pintadas de blanco sobre un símbolo de la paz. Dieciséis niños, uno por cada víctima mortal. Siempre será 17 de agosto cuando las calles reciban los premios y siempre estará ese recuerdo.

La tromba de mediodía causó destrozos en la mayoría de las calles, algunos graves

Lo que este año ha venido a perturbar la normalidad ha sido la lluvia, la tromba poderosa que cayó hacia mediodía y que causó numerosos destrozos por aquí y por allá; menos graves por aquí, donde los materiales empleados tenían músculo, y más serios por allá, donde el cartón era el rey. La ganadora, por ejemplo, prácticamente ni se despeinó. "Las estructuras son todas de madera y todo está esmaltado –explicaba un integrante de la comisión de fiestas–. Algunos elementos de papel sí que han caído, pero son pocos. Tenemos animales hechos con mocho, pero esos simplemente han absorbido el agua y en el peor de los casos están más pesados".

Un Shere Khan roto

No a todos les fue tan bien. Calles como La Perla eran exactamente el paisaje después de la tempestad. En Joan Blanques de Baix del Tot la tormenta había arrasado con las estanterías de libros –este año son la librería Lello– y con el techo adosado a la fachada. En Verdi, el coliseo romano a duras penas había resistido la embestida. El Shere Khan de Progrès se había quedado sin panza y la lluvia también había dañado la fuente de Baloo. Teniendo en cuenta que queda media fiesta, la mayoría de calles prometían arreglar lo que pudieran arreglar. En otras explicaban que era imposible, que era volver a hacer un decorado. La previsión de lluvia a la hora de los premios obligó a trasladar la ceremonia de su lugar habitual en la plaza de la Vila para buscar el abrigo de la escuela Jujol. No es raro que llueva sobre las fiestas de Gràcia. Casi es parte de la mitología de la celebración. Pero hay lluvias y peores lluvias.

Aunque si hay una mitología que fascina es la del farolillo rojo. Una categoría aparte, una categoría en sí misma. Ya se sabe: hay ciclistas que se pelean por ser los últimos del Tour de Francia. Y ya se sabe que hace unos años la calle de Puigmartí fue homenajeada con un documental por sus repetidos últimos puestos. Siempre hay que mencionarlo. Tiene una dignidad especial. Este año ha sido Mozart. Bravo.