crónicas zoológicas

El dentista de las fieras salvajes

El odontólogo Peter Kertesz, 40 años literalmente entre las fauces de leones, orcas y gorilas, saca de un apuro a Pepe, el león marino del Zoo de Barcelona

Peter Kertesz, dentista de animales salvajes

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Carles Cols

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En ocasiones no merece la pena esforzarse en la búsqueda de un título llamativo, por mucho que este sea el escaparate de la noticia. Esta es una de esas veces. Ha visitado Barcelona, por cuestiones de trabajo, el dentista de los animales salvajes. Esa es su tarjeta de presentación. A eso se dedica Peter Kertesz, odontólogo formado en el King’s College de Londres para tratar la dentición de humanos, pero que hace 40 años, por hacer un favor a un amigo, le hizo una intervención a una mascota doméstica y, entonces, de repente, se le abrieron las puertas de una profesión inexplorada, la de dentista de fieras. El viernes le sacó varios molares a un león marino del Zoo de Barcelona. Allí donde le llaman, él va.

Todo comenzó con un gato porque se lo pidió un amigo y, con el tiempo, se vio sanando los incisivos de tigres y los molares de elefantes

La cita con Kertesz es a la salida de la operación, dentro mismo del parque zoológico. Ha ido bien. Pepe, el león marino, tenía una infección bucal con muy mal aspecto. Sí, el pinnípedo en cuestión se llama Pepe. Conviene aclararlo antes de que alguien se sorprenda. A la muerte del cachondo Joao, su antecesor como macho alfa del grupo, ya tristemente traspasado, capaz de estar en celo en el gélido enero, al zoo de la ciudad llegó como sustituto este ejemplar procedente de un parque de los Balcanes. Allí ya se llamaba Pepe. No debería extrañar. En aquella riba del Mediterráneo tuvieron un mariscal al que rebautizaron como Tito. El caso, a lo que íbamos, es que a Pepe, tras el paso por el quirófano, le esperan unas semanas de dieta ligera, sobre todo pescado de talla pequeña, nada de grandes bocados. Su sonrisa no será la de antes, pero con suerte y gracias a Kertesz conservará su trono en el grupo. A veces, ser macho alfa o ser un don nadie depende de una buena dentición.

Hace 40 años, a este doctor con un futuro entonces ya resuelto (abra la boca, enjuague, pase por caja…) le llamó Bruce Fogle, hoy un reputado veterinario londinense, para que le arreglara un incisivo o algo así a un gato de su consulta. Iba a ser algo ocasional. Luego fue el turno de otro gato. Se metió así, sin buscarlo de entrada, en un mundo ignoto. Desde entonces, Kertesz ha estado literalmente entre las fauces de tigres, leones, camellos, elefantes, osos, delfines, orcas, orangutanes, gorilas… Se dice pronto, pero hay que tener en cuenta que cada especie tiene una dentición distinta, de tamaño y forma, y también problemas bucales diferentes.

Las caries

Un buen ejemplo y, además, especialmente interesante, son las detestables caries, que Kertesz ha encontrado también en el reino animal, pero solo en primates. ¿Por qué? Pues por lo mismo que las padecen los humanos, por su mala cabeza, por esos azúcares de más. Se trata de chimpancés, gorilas u orangutanes que, en malas manos, han caído en una dieta inapropiada. Recuérdese, sinó, el caso de la pobre Chita, a la que su primer cuidador aficionó a la cerveza.

Lo común en la rara profesión de Kertesz, sin embargo, no son las caries, sino roturas e infecciones gingivales. Y los retos, llegado el momento, son sobre todo dos.

Anestesia, la justita

El primero es que la intervención sea cuanto más breve posible. La anestesia hay que administrarla con extrema prudencia. Ello ha ocasionado, claro, algún adrenalínico susto a este doctor y su equipo. Preguntado por ello, recuerda el excesivamente pronto despertar de algún oso y algún elefante. "Por suerte, a mi edad aún corro más rápido que un oso medio dormido". La prueba del nueve, no obstante, es que al encajar las manos para saludarle ha sido posible de reojo certificar que conserva los 10 dedos.

El instrumental de este inusual doctor no se fabrica en serie. La colección completa haría las delicias de Peter Lorre en 'Arsénico por compasión'

El segundo reto es el instrumental. No sirven los equipos diseñados para el género humano. Para tratar la raíz de la muela de un elefante sería antes más práctico pasarse por Leroy Merlin que por una reputada clínica odontológica de la ciudad. Kertesz ha sido más profesional. Cuarenta años de profesión al servicio del reino animal le han llevado a ponerse en manos de un equipo de ingenieros que ha resuelto las necesidades que les planteaba. En la página web de su empresa, Zoodent (un nombre fácil de recordar, por si alguien tiene una emergencia) no solo es posible disfrutar de una amena galería de fotografías de Kertesz con su clientela (la de la paciente morsa que abre la boca para una inspección le roba el corazón a cualquiera), sino que en una de las pestaña se puede acceder además a una imagen de todo su instrumental de trabajo. El que Peter Lorre carreteaba en Arsénico por compasión. Pero es funcional. Pregunten a Pepe. O a los delfines del Zoo de Barcelona, a los que, ya que estaba, hizo el miércoles una visita rutinaria. Todo en orden. Ni sarro.

Claro, es decir delfines y es necesario tocar, ni que sea tangencialmente el debate de este mandato municipal, o sea, que si el zoo es un recinto ya fuera de época. Kertesz no entra en esta discusión. Solo acredita que el de Barcelona es de los parques zoológicos que más se preocupan por la buena salud de sus residentes, incluida la dental. Que las bestias salvajes tengan problemas bucales, puntualiza este especialista, es algo común en libertad, pero también en cautividad. Es cierto que en un zoo no compiten por el alimento y no se enfrentan a otras especies, pero sí que viven más años, por lo que es normal que se deterioren sus dientes.

Kertesz es autor de una larga lista de artículos científicos de títulos que parecerán más propios de un chiste de Faemino y Cansado (Observaciones sobre el tratamiento de la necrobacilosis en los walabís, ahí es nada) e incluso de un completo manual por si en el futuro otros jóvenes dentistas se deciden a seguir sus pasos, pero la principal lección, asegura, la da el tiempo y la experiencia, y no es otra que "ponerse en el lugar del animal". En un oficio como este, en el que el paciente no puede reclamar, es más necesario aún si cabe el compromiso ético, no hacerle a la fiera todo aquello que sería posible simplemente por el reto de hacerlo, sino solo aquello que es imprescindible. Pepe lo sabe.

El antecedente, el sexador de komodos

La visita del doctor Peter Kertesz a Barcelona (no es la primera, pues los delfines ya conocen de tiempo atrás su buen hacer) viene a compensar en cierto modo la decepción que en su día supuso que en el último minuto cancelara su viaje otro especialista de aquellos que sorprenden cuando te entregan la tarjeta de visita. Petr Velensky, sexador de komodos.