Proyecto de unión

Colau implora a ERC que escuche "el clamor social a favor del tranvía"

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Carlos Márquez Daniel

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Un último empujón. Un viaje de alcaldes metropolitanos en tranvía para tratar de enternecer a una Esquerra que mantiene su 'no' al proyecto de unir los dos Tram, ni que sea un trocito, a través de la Diagonal y en superficie. Ada Colau, acompañada de varios homólogos del entorno de Barcelona, ha liderado este lunes, a primerísima hora, el gesto final antes de que el pleno extraordinario del martes, en el que también se aborda la espinosa multiconsulta, vote el protocolo que debería permitir avanzar en este plan ferroviario largamente discutido. Siguen siendo imprescindibles los cinco votos de ERC. Pero Alfred Bosch, que sí es partidario del tranvía, no tiene previsto comulgar con el modelo que defiende el gobierno municipal. Ni él, ni los concejales metropolitanos de Esquerra, que han cerrado filas en torno a su líder en la gran ciudad.

Colau se ha hecho carne en Sant Adrià del Besòs poco antes de las 8.30 horas. Muy pronto, quizás sabedora de que la visita del Rey a Barcelona, horas después, causaría problemas en el transporte público. Convocada por la plataforma Unim els Tramvies, ha compartido vagón con la alcaldesa de Badalona, Dolors Sabater (CUP); el de Sant Adrià del Besòs, Joan Callau (PSC); el de Sant Feliu de Llobregat, Jordi San José (ICV-EUiA), y el primer teniente de alcalde de Esplugues, Eduard Sanz (PSC). El mensaje ha sido muy claro: "Queremos tranvía por la Diagonal". Las razones, variadas y coincidentes. Porque este es un proyecto "metropolitano y no solo de Barcelona", porque a largo plazo es la opción "más eficaz", porque el bus eléctrico "en ningún caso tiene las prestaciones de un tranvía". Y porque aparece en los programas electorales de las fuerzas de izquierdas, que son mayoría. 

Sin consenso

Todo se reduce entonces al 'pressing ERC' que la bancada que lidera Bosch lleva soportando (y administrando con inteligencia pero no sin cierto apuro) como buenamente puede desde hace ya semanas. La alcaldesa dijo a principio de mandato (maldito el día, le dirá más de uno) que el tranvía por la Diagonal no se haría sin "consenso político". Eso pasa por conseguir 21 de los 41 votos del pleno. Le faltan cinco. Le falta Esquerra. Por eso todas las declaraciones, todos los gestos, todas las indirectas, todos los almibarados puñales, llevan el nombre del líder republicano, que juega al despiste, orillando su propio programa electoral y escudándonse en un modelo de gestión que Barcelona en Comú le ha garantizado que será lo más público posible. Bosch no se fía, porque Colau le ofrece un protocolo no vinculante y él exige un convenio que obligue a las empresas que explotan el servicio a ceder todos los nuevos beneficios que aporte el tramo en liza, de Glòries a Verdaguer (el resto, hasta Francesc Macià, ya se verá), que es precisamente el que recoge el programa con el que ERC logró sus cinco ediles en las elecciones del 2015.

El pleno del 23 de marzo debía votar este mismo protocolo, pero los "hechos excepcionales" acaecidos ese mismo día en Catalunya -el procesamiento de 13 líderes políticos y su posterior encarcelamiento- llevó a la alcaldesa a aplazar el debate. Bendita prórroga. La agenda política municipal ha querido que el tranvía comparta pleno extraordinario con otra cama de clavos para Colau, la multiconsulta prevista para primavera y a la que le están creciendo los enanos y lloviendo las demandas. Se espera que ERC se reafirme en su posicionamiento, esto es, confirmando su compromiso con el tranvía pero no con este tranvía. El tranvía de Colau, suelen definir. Votarán 'no' al protocolo si el tema finalmente no se retira del orden del día.

Los beneficios

Uno de los argumentos de los defensores del proyecto es el carácter metropolitano del mismo. Suelen recordar que de las nueve ciudades por las que pasa el Tram, en ocho de ellas (Cornellà no ha llegado a abordar el asunto en el pleno) han dado su apoyo explícito a la unión del Trambaix y el Trambesòs. Y lo que resulta más llamativo: sin ningún voto en contra de ERC. A través de un comunicado, los grupos municipales republicanos de esas nueve urbes cierran filas en torno al posicionamiento de Bosch. Primero ponen de relieve la "falta de inversión en materia de transporte público", recordando infraestructuras pendientes, como el tramo centro de la L9 o la ampliación de varias líneas de metro (planes, todos ellos, infinitamente más caros que el tranvía). Luego justifica el voto favorable a esas mociones metropolitanas recordando que Esquerra está a favor de una inversión "pública con un impacto social y ambiental muy significativo". Y termina con lo conocido, con el 'pero' que no permite el pacto, con la exigencia de que "una inversión de esta magnitud, realizada con recursos públicos, no genere beneficios adicionales a un operador privado". "La votación de un protocolo de intenciones no ofrece ninguna garantía por lo que respecta al modelo de gestión y explotación".

Ricard Riol, portavoz de Unim els Tramvies y presidente de la asociación Promoción del Transporte Público (PTP) ha repetido una vez más las bondades del invento, pero con el público ya en retirada, ha admitido que ve pocas opciones de que la votación pase el corte. Su opinión personal es que la obra se hará tarde o temprano, pero que ahora se ha convertido en un asunto puramente político. Pase lo que pase, parece que los republicanos tendrán argumentos a su favor: si el proyecto sale adelante podrán decir que ha sido gracias a su revisión del plan y a sus exigencias de que se haga con el máximo rigor, y si no se mueve una sola piedra, podrán afear a Colau que no ha iniciado una sola gran obra en todo el mandato. 

Competencias 'traspasadas'

<span style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: PTSerif-Regular; font-size: 16px; background-color: rgb(244, 245, 246);">La <strong>Autoridad Metropolitana del Transporte</strong> (ATM) es quien debería liderar el proyecto de conexión del tranvía en Barcelona. También de sus arcas debería salir el dinero para financiarlo. Pero será Barcelona la que decida el cómo y el cuándo y, sobre todo, la que saque la cartera. Los 'presidents' <strong>Artur Mas </strong>y <strong>Carles Puigdemont</strong>, para pasmo de <strong>Xavier Trias</strong>, ya apoyaron en su momento el plan, cediendo al consistorio la decisión sobre el mejor trazado para que el Trambaix y el Trambesòs queden unidos. La ATM podría haberlo hecho de manera unilateral, lo que habría ahorrado el enredo político. Aunque el consistorio habría tenido que lograr igualmente el apoyo para sufragar el gasto. El plan de <strong>Barcelona en Comú</strong> es pagar toda la obra y también los trenes. Muy distinto a como se hizo a principios de siglo, cuando las <strong>concesionarias </strong>se hicieron cargo de todo. La idea del gobierno municipal es recuperar el control de todo el sistema en el <strong>2032</strong>, cuando vence el contrato con el sector privado. Hasta entonces, se alcanzaría un acuerdo para la gestión del nuevo tramo, <strong>de Glòries a Francesc Macià</strong>. Ahí es donde está el conflicto, en la forma de ese pacto. Si no hay un convenio, como exige ERC, no hay <strong>obligado cumplimiento</strong>.</span>