lacra del raval

La policía intenta contener la plaga de narcopisos con precintos judiciales para evitar que sean reocupados

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Guillem Sànchez

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El jueves de la semana pasada por la tarde los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona registraron unos bajos de la calle de Salvadors en el barrio del Raval de Barcelona. Era un narcopiso en cuyo interior sorprendieron a una decena de consumidores de heroína y al principal sospechoso de venderles la droga, el 'inquilino' de este local ocupado desde hace años. Fue una más de las 38 actuaciones policiales que se han llevado a cabo contra narcopisos desde enero del 2017 y que han culminado con 48 detenciones. Pero en estos bajos de Salvadors ocurrió algo nuevo tras el registro y la posterior evacuación de consumidores y traficante -este último bajo arresto-. Los agentes colocaron un precinto judicial en la puerta principal que prohibía la entrada al inmueble.  

Cerrar por orden judicial un narcopiso tras una operación policial fue una propuesta que la Junta Local de Seguretat del distrito de Ciutat Vella elevó hace dos semanas a la fiscalía y a los jueces que instruyen los casos vinculados a los pisos de la droga. La semana pasada se utilizó por primera vez. Benito Granados, intendente de la Guardia Urbana, explica que para poder colocar este precinto es necesario que la investigación policial ponga la lupa sobre el domicilio "desde que arrancan las primeras pesquisas". Miquel Hernández, inspector de los Mossos, subraya que la medida supone "tratar la vivienda" como un elemento clave en esta modalidad de tráfico de droga que se ha extendido por el Raval. 

Medida compleja

No es algo sencillo. Cuando la operación policial se lleva a cabo "en una nave industrial o un almacén", estos espacios acaban casi siempre precintados, recuerda Granados. Si no se había hecho hasta la fecha con los narcopisos es porque estos son viviendas. Tanto Granados como Hernández se muestran prudentes sobre el éxito que tendrá esta medida en el futuro. Pero ambos coinciden en que podría tratarse de una herramienta de gran utilidad contra los narcopisos. Precisamente porque acabaría con un obstáculo desesperante contra el que topa el avance policial y que corrompe la vida vecinal: a menudo los mismos pisos que han sido objeto de investigaciones largas para acreditar el tráfico de droga se quedan desprotegidos tras la operación policial porque los dueños de la vivienda ocupada no acuden a tapiar la entrada. La falta de implicación de los propietariosfalta de implicaciónde los propietarios deja la puerta abierta del narcopiso y a menudo, a las pocas horas, o días, los mismos traficantes -u otros nuevos- vuelven a ocuparlo.

La estrategia del precinto policial puede resultar efectiva ante esta inacción por parte de algunos dueños -especialmente cuando son bancos o fondos de inversión-, que no sellan el inmueble. La pegatina del precinto es útil porque en caso de que alguien la rompa para reocuparlo estaría cometiendo un delito grave. El quebrantamiento de esta prohibición judicial se paga con pena de cárcel y, además, permite a los agentes entrar en el domicilio en cuanto se ha producido y echarlos. Sin embargo, si tras el registro y las detenciones los investigadores comprueban que en ese narcopiso vive alguien que no tiene nada que ver con el tráfico de droga -algo poco común-, el precinto no puede colocarse. 

La epidemia 

La epidemia de narcopisos que castiga el Raval se agravó de forma preocupante a finales del 2016 y se convirtió en una prioridad policial a comienzos del 2017, aunque los frutos han sido hasta ahora escasos. El malestar vecinal estalló en verano, con las movilizaciones de protesta de familias desesperadas que activaron caceroladas en los focos más afectados del barrio.

Los pisos de la droga existen porque el Raval está lleno de domicilios vacíos -y abandonados por sus propietarios, a menudo bancos que desahuciaron a las familias que los habitaban- en los que los traficantes han encontrado un espacio idóneo para instalarse pervirtiendo la inviolabilidad de los domicilios que impide que la policía pueda irrumpir en ellos sin orden judicial, para desesperación de los vecinos. La convivencia se torna insoportable cuando los narcopisos venden heroína y funcionan como salas de venopunción clandestinas. El problema ha estado siempre en el elevado número de pisos sin habitantes que existen en el Raval. Aquí es donde ahora los investigadores policiales aseguran que van a concentrarse. 

Cambio de paradigma

Granados explica que el fenómeno de los narcopisos significó un cambio en el paradigma del narcotráfico en el Raval. "Antes el trapicheo se hacía en la calle", un espacio en el que los agentes pueden actuar, "y los pisos francos en los que se escondía la mercancía querían pasar desapercibidos", recuerda. Los narcopisos son todo lo contrario, puntos de menudeo -situados en el escalón más bajo de la pirámide del narcotráfico- en los que "se vende con descaro". Hernàndez subraya que este salto a las propiedades ocupadas ha obligado a los agentes a invertir muchas horas de paisano para demostrar el narcotráfico. "Cuando estamos vigilando un piso, para los vecinos no estamos allí", razona. Por eso se "intercala la presencia de investigadores discretos que observan desde lejos" con el envío de patrullas uniformadas para que las personas que viven el infierno "nos noten".

El de los narcopisos es un fenómeno "vivo", recuerdan, porque los traficantes, a causa de la presión policial, también cambian de piso frecuentemente. Los dos mandos policiales, a cargo de las respectivas comisarías de Ciutat Vella, creen que la epidemia de pisos de la droga comienza a remitir. 

La autopsia confirma la sobredosis mortal en Pintor Fortuny 

La autopsia ha confirmado finalmente que el hombre de 51 años que <a href="https://www.elperiodico.com/es/barcelona/20180130/muerte-en-el-raval-6589742">fue abandonado agonizante</a> el pasado viernes sobre la acera de la calle Pintor Fortuny murió a causa de una sobredosis de heroína. Los Mossos investigan si los tres hombres que lo dejaron tirado frente a una tienda salían de un narcopiso, tal como sospechan los vecinos, y si esta acción -los tres desconocidos se dieron a la fuga- puede ser susceptible de un delito de omisión del deber de socorro.