plaga en el raval

"Los bancos nos han dejado solos contra los narcopisos"

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Guillem Sànchez

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La plaga de los narcopisos -domicilios ocupados por traficantes de drogas- se ha extendido por el barrio del Raval de Barcelona porque este vecindario está "lleno de pisos vacíos", subraya Milo, un vecino que lidera la movilización de la calle de la Reina Amalia contra esta lacra social. Pero si se ha enquistado, a pesar de las operaciones policiales, ha sido porque los propietarios de estos pisos ocupados -a menudo, entidades bancarias que han desahuciado a los antiguos inquilinos por el impago de la hipoteca- "se han desentendido de sus propiedades", añade Mónica, una mujer que se ha pasado tres años luchando prácticamente en solitario contra los traficantes que han anidado en el número 8 de esta calle. La omisión de los bancos, o de los fondos de inversión que han comprado a los bancos estos pisos, ha condenado al resto de vecinos, los que sí tienen que lidiar con los traficantes. 

Actualmente la calle de la Reina Amalia es uno de los focos más activos del cáncer de los narcopisos. Tanto el bloque 8 como el 10 de esta vía cercana a la avenida Paral·lel se han convertido en dos de los edificios que tienen el triste honor de haber alojado la concentración más elevada de pisos de la droga. La historia de estas dos fincas gemelas es también la del Raval. La batalla de Mónica contra el "muro" de las entidades bancarias, es la que aclara por qué es tan difícil extirpar de un bloque a personas que ocupan ilegalmente domicilios para delinquir. 

Un piso para invertir

Cuando Mónica firmó su hipoteca en el 2006, compró a precio de burbuja inmobiliaria un piso en Reina Amàlia que le pareció la mejor manera de invertir en su futuro, y en el de sus hijos. Era una vivienda que, de entrada, pensaba alquilar. Y, durante los primeros años, el plan funcionó. 

En el 2008 la burbuja estalló y alrededor de su piso se arremolinó la tormenta perfecta que ha convertido el suelo del Raval en un terreno fértil para los narcopisos. Con la llegada de la crisis económica, varias de las familias alojadas en los diez domicilios de la finca de Mónica, dejaron de pagar la hipoteca. Los bancos las desahuciaron. El edificio se llenó de pisos vacíos. 

El piso de Mónica también terminó siendo ocupado. Lo 'recuperó' aprovechando una ausencia de los ocupas. Literalmente, reocupó su piso. La conquista le devolvió la propiedad, pero el panorama a comienzos del 2015 ya era desolador. De los diez domicilios del número, había ocupas en seis. En el bloque contiguo, el del número 10, la dinámica había sido todavía más intensa y, poco a poco, se fueron marchando todos los vecinos. El edificio entero terminó en manos de ocupas. 

Estos ocupas tenían poco que ver con las familias que buscan un techo para dormir. O con los ocupas con 'k' que allanan para protestar contra la especulación inmobiliaria. En la mayoría de los casos, los nuevos inquilinos de las fincas 8 y 10 de Reina Amalia eran traficantes que, escudados en el principio de inviolabilidad del domicilio, usaban las viviendas para vender droga.

Inventario de problemas

Mónica ha dejado por escrito un historial de todos los incidentes que han generado cada una de las ocupaciones. Son diez páginas que enumeran episodios de ratas, de heces humanas en las escaleras, de peleas con cuchillo, de buzones destrozados, de robos de fusibles, de pintadas en las paredes, de asentamiento de indigentes en el tejado… Una retahíla interminable que ha afrontado casi en solitario. "¿Que si me he sentido sola durante estos tres años? No ha sido una sensación: he estado sola", sentencia.

Los vecinos que todavía vivían en el bloque tenían miedo de los traficantes. Por eso optaron por "quedarse encerrados" y dejar que ella se peleara contra la inundación de ocupaciones. Ella tiene claro que el obstáculo más grande se lo han puesto las entidades bancarias. En numerosas ocasiones, las intervenciones policiales terminaban con arrestos de los traficantes. Pero, dado que las entidades bancarias se mantenían al margen y ni siquiera tapiaban los domicilios aprovechando que los ocupas habían sido detenidos, cuando estos quedaban en libertad con cargos a los pocos días, reocupaban el mismo piso. 

Actualmente ya solo quedan dos domicilios ocupados por traficantes en el número 10. En el 8, el último narcopiso se cerró el pasado mes de diciembre. Batallas como las de Mónica, aunque "agotadoras", van dando sus frutos.