Milagro, el zampullín anida en el Besòs

La presencia de polluelos de esta ave buceadora es un nuevo bioindicador de la buena salud de la cuenca fluvial

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Carles Cols

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Una resurrección tan meritoria como la de Lázaro, no tan instantánea, de acuerdo, pero igualmente milagrosa, ha sido la del río Besòs, que hasta entrados los años 90 era una cuenca fluvial clínicamente muertaliteralmente envenenada. Del Besòs se dijo que era uno de los ríos más contaminados de Europa, lo cual tiene su qué, porque este era, entonces, un podio con muchos aspirantes. Cuando en 1995 se anunció que con millonarias inversiones en sistemas de depuración volvería a haber peces en el río, pareció más un eslogan que una meta realista. Pasados 22 años, habitan en el tramo final del Besòs siete especies de peces, tres de anfibios, ocho de reptiles, siete de mamíferos y unas 220 de aves, y por lo que respecta a estas últimas acaba de saltar un notición en la hermandad de los ornitólogos: una pareja de zampullines (el ‘ànec cabusset’, en catalán, el ‘Tachybaptus ruficollis’, según su DNI científico) ha nidificado por primera en Santa Coloma desde la resurrección del río. Aleluya.

A una sorpresa de este calibre se la considera, en términos medioambientales, un bioindicador, una señal indiscutible de que el paciente mejora. La decisión de nidificar no es algo que una pareja de aves tome a la ligera, un simple calentón, vamos, sino que es una medida pacientemente evaluada. Hay que calcular, sin margen para el error, la disponibilidad de alimento para el costoso proceso de la cría. No basta con que la calidad del agua sea correcta y con que se den las condiciones paisajísticas adecuadas para edificar un nido. Sin peces en el río no habría opción para poner huevos.

Xavier Larruy, biólogo especializado en este parque fluvial, explica que la presencia de zampullines en el Besòs no es extraña. Fue él precisamente quien hizo el descubrimiento. Lo inesperado es que aniden. Probablemente ya lo hicieron antes del apocalipsis industrial de los 60. Que hayan regresado es la historia de un éxito.

Esto podría ser flor de un día, admite Larruy. Es solo una pareja y las amenazas son muchas. Son como pioneros en territorio indio. La pareja, y sobre todo sus crías, pueden ser víctimas de los jabalís, los visones de río arriba, los siluros y, también, de los perros que pasean sueltos por el parque fluvial. Son dos millones de personas las que transitan cada año por la zona, muchas de ellas acompañadas de sus mascotas. Si resisten tanta adversidad y ahí siguen en el 2018,  será un paso de gigante.

La alcaldesa Núria Parlon celebra también que esta especie se haya empadronado en la ciudad. Recuerda algo que a menudo se olvida. Lo común es que las áreas urbanas estén rodeadas de espacios naturales. Aquí ocurre lo contrario. “Este es un espacio natural rodeado por zonas densamente urbanizadas”, destaca la alcaldesa, y en este mundo al revés ha acontecido el espectáculo del cortejo nupcial del zampullín, que para la época de apareamiento, que finaliza ahora en verano, su plumaje adquiere colores más vivos, como de maquearse para una cita. Cara al invierno, los tonos se oscurecen, para que el ave pase más inadvertida y sea una presa menos fácil.

Para ojos inexpertos, el zampullín podría no ser más que algo parecido a un pato rechoncho, sin cola, de pico redondo, de poco más de un palmo de cabeza a culo, pero este veloz nadador y excelente buceador, un extraño para la gente de ciudad, es bien conocido desde la antigüedad. En ocasiones así es siempre aconsejable tener a mano un ejemplar de ‘Historia de los animales’, la inclasificable obra de Claudio Eliano (175 D.C, 235 D.C) que tanto gustaba a Jorge Luis Borges. Es, que quede claro, la antítesis de un manual científico, pero es una lectura siempre desopilante a la que se le toma el pulso. ¿Le dedicó Eliano un capítulo a los zampullines? Pues sí, en el libro XII, capítulo 9. “Es una criatura alada débil de cuartos traseros, y dicen que, al no poder fabricar el nido para sí y por sí, él mismo pone los huevos en el de otras aves. De ahí viene el dicho de la gente ruda que a los mendigos los llama zampullines”. El rigor no era la mayor virtud de Claudio Eliano. Los zampullines no echan mano de nidos ajenos (para pillerías así ya está el cuclillo), lo que ocurre es que sus nidos no son la clásica arquitectura de ramitas, sino que aprovechan las ribas de las aguas tranquilas para anidar. La de Santa Coloma, por ejemplo.