Más que una mezquita en Sants
Hasta hace no mucho, en los bajos de los números 8 y 10 de la calle de Súria, en el barrio de la Bordeta (Sants-Montjuïc), había un supermercado DIA. El Centre Cultural Islàmic de Sants (que incluye la mezquita Rahma) ha comprado recientemente este espacio de 500 metros cuadrados y, a partir de mayo, se asentará ahí. La reubicación de esta entidad, con unos 35 años de historia en el barrio, es rechazada por parte de los vecinos de los inmuebles colindantes. Desconfían de la mezquita, de las actividades del centro y también de las obras de acondicionamiento que se están llevando a cabo y que han sido subvencionadas en un 75% por el ayuntamiento.
Actualmente, la sede del Centre Cultural Islàmic de Sants (de unos 80 metros cuadrados) está en el número 7 del Camí de la Cadena y su traslado es conscuencia de las obras de urbanización del antiguo complejo industrial de Can Batlló. Hace años que, debido a su pequeñez y a sus precarias condiciones (tiene muy mala ventilación), la mequita solo está habilitada para que recen hombres.
En el 2015 el consistorio cedió provisionalmente la nave 120 de Can Batlló para las oraciones de los viernes, en las que participan mujeres y hombres, ya que mucha gente se veía obligada a rezar en la calle ante la falta de espacio. Es aquí donde opera la controvertida mezquita, centro receptor de las críticas vertidas por parte del vecindario de la calle de Súria.
"La convivencia con el barrio ha sido siempre muy buena", certifica Laila El Karahaf, vecina de una casa colindante con la sede del centre cultural, en el Camí de la Cadena. Esta mujer, cuyo padre fue uno de los fundadores de la mezquita, acude cada lunes y martes al centro para escuchar el Corán. "La comisión de fiestas del barrio es, por ejemplo, una de las entidades que nos quiere mucho -prosigue-. Para la última fiesta mayor preparamos 40 kilos de cuscús y otros 40 de carne". El centro también forma parte del Secretariat d'Entitats de Sants, Hostafrancs y la Bordeta.
CLASES DE REPASO
El Centre Cultural Islàmic posee, además de la sede y la nave de Can Batlló, un pequeño local en el número 12 de la calle de Súria. Aquí se llevan a cabo clases de árabe para niños de entre 6 y 9 años. "Sus padres son árabes, pero ellos nacieron aquí y entre ellos hablan castellano", explica Samia Kharbauche, la profesora de este grupo que se reúne los jueves y los sábados y que, en estos momentos, está todavía aprendiendo el alfabeto árabe.
Como todas las profesoras de las clases que se llevan a cabo en esta entidad, Kharbauche es voluntaria. Su trabajo remunerado proviene de tareas de limpieza en hoteles.
El centro también ofrece en esta aula clases de castellano y catalán, así como repaso escolar para alumnos de ESO. "Hacen matemáticas, inglés, preparan exámenes...", explica Mohamed Boutaliss, presidente de la entidad, que no entiende por qué el traslado del centro genera tanta polémica si el local donde se desarrollan estas clases está prácticamente al lado del definitivo en el que se ubicarán a partir de mayo. "Nunca hubo polémica", asevera.
Este nuevo local de 500 metros cuadrados permitirá aglutinar en un solo espacio las diferentes actividades que, hasta ahora, el centro desarrolla separadamente. Contará con una sala de culto para rezar, dos aulas para los cursos de idiomas y refuerzo escolar y una sala para actividades culturales relacionadas con el barrio.
Y además, hay planes de futuro. "No queremos que los niños de 16 años estén en la calle, por eso queremos montar un equipo de fútbol del centro cultural", continúa Boutaliss. "Y que sea un equipo para el barrio, que no solo esté abierto para los Mohamed o Alí, sino también para los Antonio y Juan".
RECETAS
El presidente del centro niega, como algunos vecinos critican, que se vaya a construir una cocina en el nuevo local. "No tenemos salida de humos, por tanto no podemos hacerlo", garantiza. Lo que sí harán son clases teóricas de cocina. Por ejemplo, enseñarán la receta del famoso cuscús marroquí.
Aunque la actividad es mucho menor y su centro no cuenta con vínculos estatales, Boutaliss compara la actividad que desarrollan con la que el Instituto Cervantes lleva a cabo en ciudades como Nador o Tánger, en Marruecos. Y en cuanto al miedo en parte generado por la cadena de atentados terroristas en Europa, responde con contundencia: "En la mezquita nos conocemos todos. Hay control de la gente que viene".
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