Nit dels museus

Ruta guiada por la muralla de Barcelona para romper los muros de la discapacidad

Usuarios del centro ocupacional Sínia, que atiende a personas con diversidad funcional en el Gòtic, se estrenan como cicerones para mostrar un vestigio de la ciudad romana y, a la vez, reflexionar sobre las barreras que se les interponen

Del centro de Barcelona a 1.000 metros de altitud en Montserrat sin barreras arquitectónicas

Barcelona se entrega a su noche más cultural en otra exitosa Nit dels Museus

La Nit dels Museus en el Centre Ocupacional Sínia

La Nit dels Museus en el Centre Ocupacional Sínia / JORDI COTRINA

Jordi Ribalaygue

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Maria se estrena como guía en una cita de campanillas para la cultura en Barcelona, la Nit dels Museus. “¡Tengo tres grupos!”, suelta la muchacha, presa de una mezcla de excitación e ilusión que invade al Centro Ocupacional Sínia, veterano en la atención a personas con diversidad funcional en el casco antiguo. La ocasión justifica el entusiasmo de Maria y sus seis compañeros, todos usuarios del servicio situado en el Gòtic y protagonistas de la velada, en que han desafiado las etiquetas con que se prejuzga a la discapacidad. Han sido los cicerones de un recorrido singular y paradójico por un tramo no muy conocido de la muralla romana, el que se oculta dentro del centro, aliciente y excusa para dar visibilidad y empoderar a personas diestras en derribar muros.

“Hay muchos nervios, pero tenemos ganas de que venga gente. ¡Y que venga mucha!”, rogaba Maria antes de las primeras visitas de este sábado. El Servicio de Arqueología de Barcelona les ha echado una mano en las últimas semanas para descubrir los orígenes de la ciudad y saberla contar al público. 

El Centre Ocupacional Sínia participa en La Nit dels Museus con visitas guiadas que llevan a cabo los usuarios del centro.

El Centre Ocupacional Sínia participa en La Nit dels Museus con visitas guiadas que llevan a cabo los usuarios del centro. / JORDI COTRINA

“He aprendido que la Historia es muy importante para nosotros porque, sin Barcino, no habría Barcelona, no existiría”, responde Maria, lúcida. Desea que, en primer lugar, el público conozca a los usuarios del centro, que atiende a 39 personas. “Y que se lleve una buena sensación y que nuestro trabajo ha sido grato”, dice la joven, con una enorme sonrisa.

La idea de mostrar el trecho de cerca escondido en el local vino tras unas recientes tareas de restauración. “Quedó al descubierto en 1993 y, con los años, se fue estropeando hasta el punto que caían pedruscos y la historia se nos caía literalmente encima de la cabeza”, comenta Valle Grande, directora de Sínia. Tras dar la voz de alarma en 2021, la propuesta de rehabilitar ese vestigio de la génesis de la capital fue una de las más votadas en los presupuestos participativos municipales. Las obras acabaron el año pasado y contribuyeron a encender una bombilla que ha alumbrado la idea que ahora toma cuerpo.

“Estamos obligados a dejar entrar a quien quiera ver la muralla. Ese pequeño inconveniente queremos convertirlo en una oportunidad y que los usuarios hagan de guías en el centro, también en una ruta accesible por el barrio, alrededor de la muralla”, comenta Grande. La presentación se ha hecho coincidir con la Nit dels Museus, pero las ocasiones no se acabarán aquí: el propósito es retomar las visitas y las rutas a partir de septiembre, ya entonces con regularidad.

Barreras invisibles

La historia de la Barcelona primigenia, palpable en el pasillo del centro ocupacional, sirve de vehículo para reparar en otros muros, estos más contemporáneos y a veces más impenetrables que una empalizada de la Antigüedad. “Hay murallas invisibles y nuestros usuarios se encuentran muchas. Una de nuestras misiones es romper barreras y queremos reflexionar sobre eso”, recalca Grande. 

“Para nuestros usuarios, estas visitas suponen romper miedos y barreras”, destaca Elena, una de las educadoras del servicio. “Es un vehículo para trabajar la autonomía personal, la autoestima, procesos de aprendizaje… Es una oportunidad para relacionarse con otras personas y ser iguales”, enumera. 

Laura, una de las chicas que acompañará a los visitantes, escucha atentamente a la monitora. “Estoy un poco nerviosa, nunca he hecho de guía. En este último mes, he aprendido mucho de las murallas”, confiesa. Maria apunta a las otras barreras, las que se interponen a las personas con discapacidad, dos milenios más tarde de la que se construyó para resguardar la ciudad entonces recién nacida. “Hay muchas murallas en la vida diaria y en algunos temas”, observa. “Pero aquí, en el centro, no hay ninguna muralla… Bueno, sí, una. ¡Esta tan grande!”, se corrige con una carcajada y señalando los restos romanos, toda una metáfora de unos perdurables prejuicios a tumbar.