NUEVO ESPACIO PARA EL OCIO
Alternativa al parque Güell
Desde que el recinto de Gaudí es de pago aumentan los visitantes en el Turó de la Rovira
Glòria y Eva son universitarias. De Barcelona. Del barrio de Gràcia. El jueves compartían una cajetilla de tabaco y risas sentadas en el suelo, con la ciudad a sus pies, como en una película de Cesc Gay. Se fotografiaban con el automático de móvil recostado sobre una de sus mochilas, que esa mañana había cargado la carpeta y las libretas en vano. «Habíamos visto fotos en Instagram, pero nunca habíamos subido. Es realmente espectacular», aseguraba la primera. «Parece increíble que tengamos esto aquí y que sea tan desconocido. Bueno… o no tanto», añadía su amiga señalando a los otros grupos -varios, aunque pequeños-- que poblaban en ese momento el lugar, para muchos el mejor mirador de Barcelona. Si más no, el más completo; el único que ofrece una espectacular vista de 360 grados.
En el Carmel se tiene la sensación -de momento, solo una sensación, no demostrable con cifras ya que se trata de un recinto abierto- de que «cada vez sube más gente». «Lo hemos notado, sobre todo, desde que el parque Güell es de pago», cuentan algunos. Aunque, probablemente por suerte, la afluencia de visitantes de ambos espacios es incomparable, sí es cierto que en el recinto levantado por Gaudí últimamente el abarrotamiento ha bajado un grado mientras la paz del Turó de la Rovira ha dejado de ser absoluta. Un lujo, todavía, pero cada vez descubierto por más personas, tanto barceloneses como turistas.
Además de las espectaculares vistas no solo de la ciudad -se ve hasta el Montseny- en los últimos tiempos el Turó de la Rovira se ha convertido en una sede del Museu d'Història de Barcelona (Muhba). Tras las excavaciones arqueológicas y la restauración de los restos de las barracas, el lugar es un «espacio patrimonial decisivo» donde puede entenderse la historia del último siglo en la ciudad con restos de dos episodios importantes: la guerra civil -con la conservación de una batería antiaérea construida para defender Barcelona de la aviación fascista- y los restos de las barracas del barrio de los Cañones, cuyas últimas construcciones estuvieron en pie hasta 1990.
Al margen de esa recuperación física -galardonada ex aequo con el Premio Europeo del Espacio Público Urbano-, el Muhba señalizó ese poso histórico y patrimonial con cinco paneles informativos -en catalán, castellano e inglés- que facilitan la visita y explican de forma breve el pasado del espacio.
Dennis y Mark son ingleses. El jueves tomaban fotografías de las aún coloridas baldosas de los suelos de las viejas barracas. «Son como las del piso de John», señalaban. John es un amigo de la pareja, también inglés pero residente en Barcelona desde hace años, donde se alojan estos días de vacaciones. «Este espacio es una maravilla, sobre todo por las vistas; por su tranquilidad», apuntaba la pareja, que confesaba haber pasado ya por el parque Güell. «El parque Güell tiene el sello de Gaudí, claro, y merece la pena verlo aunque sea una vez en la vida, pero la calma que se respira aquí, y la historia que lo impregna todo es incomparable», sentenciaba Dennis.
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