HISTORIAS ZOOLÓGICAS

Pasen y vean a Pedro, el último unicornio

Imagen de archivo del rinoceronte Pedro en el Zoo de Barcelona

Imagen de archivo del rinoceronte Pedro en el Zoo de Barcelona / Zoo de Barcelona

Carles Cols

Carles Cols

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Pedro, el unicornio del Zoo de Barcelona, camina despacio pero inexorablemente a lo que Molière definió como «el remedio de todos los males», y según Robespierre «el comienzo de la inmortalidad». Vamos, con menos florituras, que Pedro, el solitario rinocerontre del parque de las bestias de la Ciutadella, está hecho un vejestorio, tanto que parece que está a punto de batir la plusmarca mundial de longevidad de esta especie en cautividad. Se supone que nació antes de 1971. Su origen es incierto y su vida, tan azarosa como lo ha sido la de los rinocerontes en Europa. Visiten pues, si lo desean, al unicornio de Barcelona, porque Pedro será el último de su estirpe en la ciudad.

Los rinocerontes lanudos pastaron por Europa en la prehistoria hasta su extinción. Volvieron al viejo continente de la mano de los romanos como animales de circo, en su versióngore, por supuesto, pero con la caía del imperio no volvió a pisar Europa un rinoceronte hasta el año 1515. El rey de Portugal Manuel I recibió uno como obsequio desde sus colonias indias. Causó furor en Lisboa, tanto que el monarca se lo quiso mandar al papa León X como presente. No llegó a Roma. El barco naufragó frente a las costas de Liguria. Una verdadera lástima. A saber qué habría dicho de él aquel Papa, pues no está de más recordar la más célebre de sus supuestas controvertidas sentencias:«Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo». Esa, en cualquier caso, es fruta de otro huerto. Aquí el protagonista es Pedro y su senectud.

El último rinoceronte de Barcelona, blanco y del sur, para ser más precisos, fue en su día uno de los animales de Rioleón Safari. Aquello, como es sabido, acabó mal, con unas 200 bestias que acabaron primero bajo la tutela de la Generalitat, fueron un lote a subasta después que acabó sin puja alguna y finalmente pasaron a manos de La Caixa.

Como consecuencia de todas esas desventuras administrativas, Pedro perdió al que durante años fue su colega de aventuras, Cirilo, que terminó en el Zoo de Valencia y, lo que es peor, se quedó sin catar hembra. Él, precisamente, un animal con una fama de fornicador legendaria. Tanto es así que algunos expertos sostienen que el origen de la amenaza de extinción que se cierne sobre los rinocerontes del mundo (les matan por su cuerno, que a peso cotiza más caro que la cocaína) proviene precisamente de lo impresionante que es su cópula. Se le suponen absurdamente propiedades curativas a ese cuerno. Por ello, de la caza furtiva se ha dado el salto ya directamente al saqueo de los museos de zoología. El último conocido fue el pasado abril en Dublín. Se llevaron 12 piezas.

En la Tierra quedan menos de 30.000 rinocerontes. Uno de ellos es Pedro. La visita puede así que no sea recomendable solo porque es el último de Barcelona, sino porque tal vez sea el último que muchos niños podrán ver en su vida.

«Es un buenazo. Es tranquilo. Le gusta que le rasquen y si hay que sacarle sangre, se deja». Es el retrato que de él hace el responsable de la colección de mamíferos, Conrad Ensenyat. Confiesa que tiene una debilidad especial por losrinos,superior a la que siente por el único mamífero que les supera en tamaño, el elefante. A los paquidermos del zoo se les ve echarle un ojo de vez en cuando a Pedro. Cuando muera, heredarán su recinto.