LAS CONFESIONES DEL CAPITÁN AZULGRANA

Messi a Évole: "No sé si voy a irme; esperaré a que acabe la temporada"

"Si me voy, me gustaría irme de la mejor manera, siempre hablando hipotéticamente. Yo me voy a quedar a vivir en Barcelona cuando deje de ser jugador y quiero estar en el club"

"Volvería a enviar el burofax. Sí, es una manera de formalizarlo y hacerlo oficial. Era una forma de decir me quiero ir en serio"

"No me veo como entrenador, quizá sí como director deportivo"

"Tenía que haber ido al psicólogo alguna vez. No sé, me cuesta dar ese paso pese a saber que lo necesito. Me insistieron para que vaya, Antonella muchas veces, que lo necesitaba" 

Messi, en la entrevista en La Sexta.

Messi, en la entrevista en La Sexta.

Joan Domènech

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Se sabía, tras el primer avance de la entrevista que había concedido a Jordi Évole, que Lionel Messi estaba ilusionado y había recuperado las ganas de jugar, y de hacerlo con el Barça, cuatro meses después de anunciar en agosto que quería marcharse del club. Ahora se saben muchas cosas más tras la emisión anoche de la publicitada charla. Se sabe lo más importante: que Messi no ha decidido irse del Barça.

 «Esperaré a que termine el año», aseguró el capitán azulgrana. Esperará a conocer al presidente que salga vencedor en las urnas el 24 de enero y a analizar el transcurso de la temporada para tomar una determinación «con el corazón y con la cabeza» el 30 de junio. «Quiero pensar en el equipo, en acabar bien el año, en conseguir títulos y en no distraerme en otras cosas», subrayó, negando que haya hablado con ningún precandidato. Al futuro presidente le pide que sea «muy inteligente para ordenar todo» en un club que está «mal, muy mal», a ojos del capitán del primer equipo de fútbol.

Messi se queda, por tanto, y ahuyenta el peligro de que empezara a pensar en un destino a partir del próximo viernes, 1 de enero, cuando la normativa se lo permite. No ha elegido un equipo: ni el Manchester City de Pep Guardiola ni el Paris Saint Germain de su amigo Neymar. Le atrae, admitió Messi, una experiencia en Estados Unidos. «¿El Madrid?», preguntó Évole, para excitar el miedo cerval al gran enemigo barcelonista. «Imposible, imposible. Y el Atlético, tampoco».

El burofax

Messi ha cambiado de opinión respecto al mes de agosto, cuando mandó el burofax, que volvería a mandar, dijo. Sin ninguna duda ni arrepentimiento alguno. Se trataba de oficializar el deseo de marcharse, largamente negado por Bartomeu, aunque los abogados a los que consultó avalaban su decisión y pronosticaban que si acudía a un juicio los jueces le darían la razón. «No quería marcharme así del club de mi vida», repitió. El expresidente salió nuevamente malparado.

«Bartomeu me engañó en muchísimas cosas que prefiero no decirlas porque no me gusta hablar de cosas privadas ni quiero sacarlas a relucir. Pero puedo asegurar que me engañó muchísimas veces», dijo, ensombreciendo su rostro. En una alusión anterior estuvo más distendido: «Ninguna vez le llamé Nobita a Bartomeu», confesó, aludiendo al mote que tenía el dirigente barcelonista. Al nuevo, a Carles Tusquets, le conminó a que ejerza «de gestor·», como su nombre indica, y emita opiniones sobre el futuro y no de un pasado en el que no podía intervenir.

Messi ya no está tan obsesionado en marcharse del Barça y de la ciudad en la que se quedará a vivir cuando «vuelva». Si se va. Adelantó que desearía reincorporarse para trabajar en el club después de retirarse. «No me veo como entrenador. Quizá sí de director deportivo para traer a jugadores buenos».

Fe en Koeman

«Me costó adaptarme al vestuario porque había mucha gente nueva, de fuera, de diferentes culturas y quedaban pocos de la casa», explicó a Évole, valorando la condición de canteranos como eran la mayoría de su círculo más próximo, además de Luis Suárez. Tras criticar que no había proyecto deportivo y que se hacían «malabares» hace meses, con Ronald Koeman ve seriedad. Y tiene algo de fe en él: «Está haciendo las cosas bien». 

En agosto, repetía Messi de nuevo desde el mismo salón de su casa donde se había confesado en Goal, lo pasó muy mal con la paliza del Bayern y los despidos en la plantilla y lo arrastró al comienzo de temporada, admitió, siendo consciente de que Barça sigue en "un momento complicado" por la zozobra institucional y la crisis económica derivada de la pandemia. 

Del repaso a 16 años en el primer equipo del Barça y a los ocho entrenadores que ha tenido (Rijkaard, Guardiola Tito Vilanova, Martino, Luis Enrique, Valverde, Setién y Koeman), Messi guarda un grato recuerdo, rayando la admiración, de dos. De Guardiola porque tiene «algo especial» por la forma «cómo preparaba los partidos, por dónde atacar», y de Luis Enrique. «Tenerlos tan seguido y tan rápido hizo que creciera mucho en lo futbolístico y en la sabiduría táctica», explicó con cierta nostalgia. Sin ellos, los títulos se han acabado.

Hubo confesiones muy personales, como que sabe el dinero que tiene, que sigue siendo muy introvertido y que desoye los consejos para superar ese hermetismo. «Tendría que haber ido al psicólogo y no fui. ¿Por qué? No lo sé, me cuesta dar ese paso sabiendo que lo necesito y que me iría bien», admitía Messi, que considera su vida «aburrida, la puedo explicar en nada», que alguna vez ha ido al supermercado y que iría más a menudo si de vez en cuando pudiera disfrutar el anonimato. Algo también imposible.