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LA CHAMPIONS

Messi destruye al Chelsea

Messi y Suárez celebran el 1-0 del Barça, marcado por el argentino.

Messi y Suárez celebran el 1-0 del Barça, marcado por el argentino. / periodico

Joan Domènech

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‘Dios salve al Rey’, decía la pancarta que se desplegó en el Gol Nord antes de empezar. Entre medio, el retrato de Dios y del rey, fusionadas tan egregias figuras en una sola persona. Pequeñita de tamaño, gigantesca de volumen, colosal en dimensiones, que suele merecerse, indistintamente, la condición de dios y de rey. Más que nada, para que no repitamos ambos términos.

A veces, se merece los dos al unísono. Como en la eliminación de un Chelsea bastante más trabajada y sufrida de lo que sugiere el marcador. Messi destruyó al campeón inglés con dos obuses rasos que coló entre las piernas de Courtois (¿es el portero que quiere y necesita el Madrid?) y una asistencia a Dembélé.

Los cien primeros

Los ocho partidos que había coleccionado en su carrera sin marcar al Chelsea terminaron de forma abrupta con los tres que ha anotado en el cómputo de la eliminatoria. El de Londres fue divino para atemperar el de Willian, y los dos del Camp Nou fueron tan majestuosos que alcanzó la mágica cifra de los 100 tantos en la Champions. El primer día ya pudo dedicarle los mejores regalos a Ciro, el motivo de su ausencia en La Rosaleda, para que no sea menos que Thiago y Mateo.

El regreso a la Champions desató la euforia en el Camp Nou por el vapuleo propinado al Chelsea, causante de tantos disgustos en el pasado. También sufridos por Messi. El cuadro inglés se mostró formidable en su empeño, mucho mejor y más valiente que en la cueva de Stamford Bridge, y remató dos veces a la madera (Marcos Alonso y Rüdiger, ya con el 3-0), aparte de acallar por momentos al estadio con los vertiginosos ataques de Willian y, en menor medida, de un Hazard efervescente que desapareció pronto. El Barça anotó tras sendos robos y al contraataque, con el venesoso Messi expulsando gas hasta el final.

Bienvenida a Dembélé

El partido, entre otras cosas, sirvió para incorporar a la causa a Dembélé. En Málaga dejó de estar bajo sospecha y el abrazo de Messi, más que el gol, que también, supuso la tácita bienvenida al grupo. Como si con ese remate certero, durísimo, probara que merece la confianza de recibir y jugarse balones. La ventaja mullida tranquilizó al Barça, que vivía momentos de zozobra pese a que ya tenía el resultado que quería.

En realidad, pasó por varios momentos de inquietud cuando el Chelsea hizo largas combinaciones. Sí, también es un equipo capaz de mover de lado a lado y construir ataques con paciencia, aunque no lo parezca bajo las órdenes del histérico Conte en la banda. Solo es necesario dar las instrucciones para que jueguen así y, sobre todo, tener futbolistas apropiados.

Como Willian Hazard, los teóricos extremos, que disfrutaron como enanos en la amplia pradera del Camp Nou. Los dos partían de la banda y, lejos de atacar a Sergi Roberto y Alba, se buscaban por el centro para terminar la jugada. Giroud andaba por allí para entretener a Piqué Umtiti. Los laterales no seguían a sus pares, lo que creó instantes de pavor en los aledaños del área barcelonista.

El Chelsea asustó, pero el Barça pegó. El Chelsea dominó a ratos y el Barça esperó agazapado, aunque presentaba la alineación más ambiciosa que puede presentar. Rakitic y Busquets se instalaron en el doble pivote como red protectora a una línea formada por Dembelé, Messi e Iniesta, que aportó puntas de calidad en los 55 minutos que aguantó.

El dios y el rey, omnipotente, omnipresente, decidió la eliminatoria y organizó la fiesta para que André Gomes fuera ovacionado al entrar y Pedro pudiera despedirse de la que fue su casa. La de Messi.

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