CONTRACRÓNICA

Los dos goles de Dembélé

El Camp Nou gozó del 'Mosquito' y coreó de un modo atronador el nombre del redimido André Gomes

Dembélé se despide del Camp Nou aplaudiendo a la afición del Camp Nou.

Dembélé se despide del Camp Nou aplaudiendo a la afición del Camp Nou. / periodico

Marcos López

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No, no fue solo un gol el que firmó Ousmane Dembélé en la noche que llevaba más de medio año esperando. No, no solo fue cuando conectó con violencia y, al mismo tiempo, con enorme precisión el derechazo que daba la tranquilidad al Barça. Ese fue un golazo, un golazo liberador para el 'Mosquito', un jugador joven, acurrucado bajo el manto protector del rey Messi y la complicidad del pistolero Suárez.

Era el gol que le conectó con la grada del Camp Nou, que le veía con recelo después de esas dos lesiones musculares que le tuvieron más tiempo en la enfermeria que en el campo.

Marcado ese imponente gol, todo pareció fluir de forma distinta para Dembélé, anclado en el flanco derecho del ataque. Sabía lo que tenía qué hacer y, sobre todo, cuándo debía hacerlo. Todos tendrán en la memoria ese fantástico tanto –¡cómo para olvidarlo!–, pero lo que perdurará para él y, por supuesto, para sus compañeros es su compromiso defensivo.

Picadura del 'Mosquito'

Un excelente compromiso retratado en una jugada en que Dembélé se convirtió por unos segundos en un fiable lateral derecho, capaz de contener al incontenible Marcos Alonso, que no paraba de percutir tal si fuera un extremo del viejo siglo. Llegó el lateral zurdo del Chelsea prácticamente hasta la línea de fondo armando ya su pierna buena, la izquierda, para disparar.

Estaba a punto de tirar Marcos Alonso con Ter Stegen temiéndose lo peor cuando no se sabe de qué manera se tiró al suelo el 'Mosquito' para lanzar una picadura venenosa que el Camp Nou coreó como si fuera su gol a Courtois. Se tiró al suelo y lo más fácil era cometer una torpeza, vamos uno de esos típicos penaltis, producto de la ingenuidad de un delantero que invade un área que le resulta extraña, la suya. Pero Dembélé se hizo, de repente, adulto.

Una ovación inacabable

Adulto en la necesidad de ayudar a sus compañeros. Adulto en la acción técnica, capaz de arrebatarle el balón al confiado Marco Alonso, y adulto porque marcó un gol que no subió al marcador, aunque fue festejado como tal por todos sus compañeros que se tiraron encima del endeble delantero para agradecerle ese inmenso gesto. Fue el segundo gol del Mosquito, que terminó siendo ovacionado por el Camp Nou enamoradamente perdido.

Vivió entonces el joven francés una serie de inacabable aplausos del público jugando el mejor partido que nunca se le ha visto en Barcelona. Fue atrevido, descarado y, especialmente, hiper activo para estar a la altura del rey Messi.

Se convirtió en el súbdito preferido, premiando así la valentía de Valverde de apostar por el tercer delantero en su noche más exigente desde que está en el Camp Nou.

Igual de valiente estuvo André Gomes cuando se sentó ante Aitor Lagunas, el periodista de la revista 'Panenka', y se desnudó. Literalmente. Desnudó sus miedos, sus demonios y sus angustias. Cuando apareció en esa emocionante noche europea, el estadio se puso en pie para decirle que sabe entender primero a la persona antes que al futbolista. No solo eso. También coreó su nombre descubriendo que la confianza se puede reconstruir admitiendo, eso sí, antes la debilidad. Suya fue la presión que forzó el inicio del 3-0.