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El alud de peleas tensiona a la Barcelona más pobre

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Elisenda Colell / Guillem Sánchez

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Una de la madrugada. Dos hombres de origen africano se pelean y uno acaba clavándole un cuchillo en el cuello al otro. La víctima es trasladada con pronóstico reservado al Hospital del Mar de Barcelona y el agresor se acaba entregando a los Mossos 12 horas después. Tres de la madrugada. Unos individuos incendian un terreno donde viven varias personas en chabolas. Dos hombres y una mujer acaban con quemaduras -los dos varones, graves- y son ingresados en el Hospital Vall d’Hebron. Son dos de los cinco episodios de violencia vividos en Barcelona desde el sábado. Víctimas y agresores de tres de las cinco reyertas duermen en casas de madera o de cartón, y se pasan el día recogiendo y vendiendo chatarra. Su vida transcurre bajo condiciones de extrema pobreza. La Barcelona de la miseria vive con miedo y tensión  el aumento de las agresiones.

Tanto la pelea entre subsaharianos como el incendio de las chabolas ocurrieron durante la madrugada del martes al miércoles en el barrio del Poblenou de Barcelona. A ambos hechos les separan un par de horas y apenas unos 300 metros. El primero empezó en una nave industrial abandonada y ocupada por africanos sin techo ni papeles. El segundo, en un asentamiento de chabolas en el que una familia rumana se gana la vida vendiendo trozos de metal que recoge de la basura. No son los únicos asentamientos de la zona. Por lo menos hay dos más. "Tenemos mucho miedo, esta noche no he podido pegar ojo; yo no quiero vivir así", explica Hicham, un marroquí de 35 años que se vio obligado a ocupar una chabola tras perder el empleo, y los papeles.

La evolución de la miseria

"En los años 90 Barcelona se comprometió a acabar con el chabolismo, pero nosotros estamos atendiendo personas que llevan 20 años viviendo en chabolas", cuenta Silvia Torralba, miembro de la asociación Amics pel Moviment Quart Món. En el 2000 ya atendían a familias de etnia gitana procedentes de Galicia o Portugal. Y desde el 2010 han visto cómo ha aumentado el número de simpapeles que terminan en estos asentamientos.

Un ejemplo es la nave industrial "liberada", donde residen los dos implicados en la última riña, en la calle de Sáncho de Ávila. Dentro viven unas 20 personas africanas, hombres y mujeres. Algunos duermen en colchones en el suelo, otros se han montado sus casas con palets de madera o toldos de plástico. 

Agresor y víctima habían sido diagnosticados de graves trastornos mentales. "A la mínima se peleaban", explica el responsable de la entidad Àfrica Roots, Younous Drame. La madrugada del martes el enfrentamiento acabó mal. Lo cuentan las manchas de sangre que salen del local, recorren la calle de Pamplona y llegan hasta un hotel de la calle de Tànger. "Los dos tienen enfermedades incontrolables, necesitan ayuda", pide Drame.

Chabolas enfrentadas

El segundo suceso también habla de la pobreza, de la más extrema. Hace años que una familia rumana ha levantado barracas en dos solares del Poblenou: uno en la calle de Tànger, a lado de la avenida Meridiana, y otro en la calle de Pamplona. "Algunos miembros de la familia se fueron a Rumanía durante el invierno", cuenta Cesare, un hombre sin hogar, italiano y de etnia gitana, que conoce bien a sus vecinos. Cuando terminó el invierno, muchos de los que se habían ido a Rumanía regresaron. Y los otros, los que seguían en el Poblenou, "se negaron a acogerlos". Esto obligó a los retornados a buscarse otro solar. Lo econtraron en el recinto abandonado que había pertenecido al antiguo teatro Talia, en la avenida del Paral·lel. Eso, sin embargo, empeoró las cosas. Ahora tienen que andar una hora para vender la chatarra a las fábricas del Poblenou y eso desata las tensiones."Cada día se pelean".

El pasado sábado, se vivió la enésima riña. Dos chabolistas "borrachos" del grupo de Tánger se fueron hasta el Paral·lel y la tensión acabó en un apuñalamiento. Ayer, a las tres de la madrugada, tres días después, llegó la respuesta del grupo de Paral·lel. Cesare, cuando recogía su carro, vio cómo "dos hermanos" pertenecientes al solar del antiguo Talia se presentaron en el asentamiento de sus familiares rivales en la calle de Tànger y "quemaron sus chabolas con gasolina". Dice que el fuego prendió rapidísmo, y explotó una bombona de butano.

Miedo a morir quemado o apuñalado

Hichiam, tras un año de sin alcohol, ha vuelto a beber tras presenciar el apuñalamiento de la calle de Pamplona y el fuego del asentamiento de Tànger. "Esta gente es pobre como yo; no quiero que me quemen ni que me acuchillen", suplica. Necesita ir al psicólogo y el médico le dijo que debe hacer dieta porque tiene el colesterol alto. "¿Qué dieta? Hoy he ganado dos euros con la chatarra, no sé ni si voy a comer..."

Uno de los problemas que tienen las personas que viven en asentamientos es que, si hay un desalojo, no cuentan ni como desahuciados. "Al vivir en lugares no habitables, no pueden entrar en la mesa de emergencia para conseguir un alojamiento", se queja Torralba. La activista denuncia que hay muy pocas soluciones. "Siempre nos han dicho que estas personas están de paso. Y no es verdad, son ciudadanos de Barcelona, nos guste o no".