«Vine a mejorar y voy a seguir intentándolo»

HICHAM RAYAN. El joven, de 21 años, comparte piso con otros chicos extutelados como él.

HICHAM RAYAN. El joven, de 21 años, comparte piso con otros chicos extutelados como él.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hicham Rayan lo tenía todo planeado desde muy pequeño y sabe muy bien por qué hizo lo que hizo. Y aunque le está costando sigue poniendo su empeño en lograr su sueño: tener trabajo, esposa, hijos y un coche. «Soñar es gratis», apunta con una tímida sonrisa. Y deja claro: «Lo más importante si quieres una oportunidad es respetar las normas». Es lo que hizo desde que ingresó en un centro de menores a los 15 años. «Quería una vida diferente. Siempre había escuchado: 'En tres años bajas con un coche nuevo y dinero', aunque yo de momento me estoy encontrando con todo lo contrario», comenta. Hicham subió de Tánger hace seis años debajo de un camión. Sin saber una palabra de castellano, se presentó en una comisaría tras dormir una noche al raso en Arc de Triomf y gesticuló que tenía hambre y frío. Ingresó en un centro de menores y desde los 18 vive en un piso de la fundación Probens que comparte con otros jóvenes como él. «Tuve suerte -dice--. Si echas a un niño cuando cumple los 18 años se ha de buscar la comida y, si no tiene a nadie, acaba entrando en los comercios a robar. Es normal. A mí no me ha pasado gracias a Dios, pero tengo amigos que sí. Si tienes algo en la cabeza has de seguirlo. Yo vine a mejorar y voy a seguir intentándolo». Le quedan pocos amigos de su paso por el centro:  «La mayoría ya no están aquí, algunos están en la cárcel, otros fuera de España…» Le preocupa su situación: «Ahora cobro la pirmi. Si me cortan esa paga no tengo ni trabajo ni nada y si me echan del piso no sé lo que voy a hacer», confiesa. Hicham ha estudiado castellano, ha hecho cursos de cocina y está haciendo prácticas. «Busco un trabajo. Sé que va a llegar un día en el que me van a echar, y hago todo lo que puedo para encontrarlo. Quiero vivir normal, como la gente normal. No quiero estar en la calle», añade. Su principal hándicap es que tiene permiso de residencia pero no de trabajo. «Tengo oportunidades de trabajar», lamenta . «A mi familia les cuento que estoy bien y me dicen que no tire la toalla y siga luchando». Y en eso está desde hace años.