LA SITUACIÓN DE LOS VENDEDORES AMBULANTES

«Yo vendo, ellos pegan»

Varios manteros se quejan del continuo acoso de la policía y denuncian brutalidad por parte de los agentes «Nos persiguen en todas partes», dicen

Vigilancia 8 Dos policías locales de El Vendrell vigilan a un grupo de manteros apostados en la arena de la playa, el jueves.

Vigilancia 8 Dos policías locales de El Vendrell vigilan a un grupo de manteros apostados en la arena de la playa, el jueves.

J. M. PLANA
COMA-RUGA

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Andrée coloca con mimo figuras de madera tallada, algunas de una sola pieza, sobre la manta. También apoya dos grandes máscaras sonrientes contra la pared. Pero Andrée no sonríe. En el paseo marítimo de Coma-ruga (Baix Penedès) el verano no va bien.

«Los policías son malos, muy malos», espeta Andrée, en mitad de un sinfin de idas y venidas, dejando solas a las jirafas talladas de largas patas, a tortugas de madera maciza y a elegantes figurillas humanas. No parece tener miedo a los robos.«Ahí tengo un amigo vigilando. Más miedo me da la policía»,dice.

El amigo vigía

Cuesta ver al amigo entre la multitud de gente que está en el paseo. Pero ahí está, mirando de reojo sin perder detalle. Tampoco Andrée baja la guardia. Está atento mientras da conversación y barre con la mirada cualquier señal de alerta.

La manta no es una simple protección para que la mercancía no se estropee en el suelo. Es la manera de recoger en segundos y salir corriendo sin perder nada de su valiosa mercancía. Andrée no lo tiene tan fácil. La artesanía que vende es poco manejable.«Es artesanía de mi país, del Senegal. Nada de cosas feas de los chinos. Pero la policía me insulta y me dice que todo eso es basura»,cuenta desencantado.

La manta de Andrée está justo en una bocacalle del paseo. Allí está su coche, un viejo Talbot, que utiliza de almacén improvisado. La misma gente que abarrota el paseo es, sin saberlo, una protección para el vendedor ante la policía.

Este verano apenas hay manteros en el paseo y no se encuentra ni un solo bolso de imitación.«Quizá la semana que viene haya algo más. Este año es muy difícil, la policía es muy mala»,repite Samba, otro mantero, que no lo dice por decir. Muestra un moratón en los riñones y asegura que es un porrazo de los agentes. «Hubo pelea hace días y mira, aún lo tengo. Yo vendo, ellos pegan»,clama. No obstante, las respuestas son ambiguas a cómo y cuándo sucedió.«Da igual, somos animales para ellos. Nos persiguen en la estación, en la calle, en todas partes».

Confusión con un turista

Samba está de mal humor. Hace un calor espantoso y es un sacrificio no beber nada hasta que anochezca, tal como manda el Ramadán. Las ventas tampoco andan bien. Los manteros sufren la crisis, agudizada por su propia situación.«No hay dinero y, como la gente sabe que tenemos prisa en vender por si viene la policía, nos dan lo que quieren; el año pasado era mejor».De repente, Samba sonríe de oreja a oreja al recordar una anécdota.«El otro día pararon a un negro al bajar del tren y lo empujaron de malas maneras... y resultó que era un turista francés».Y le brillan los ojos mientras vigila.