EL TESTIMONIO DE UN MAESTRO DISLÉXICO

«Estás en manos del corrector»

Lluís consiguió que le subieran la calificación de los exámenes después de recurrir todas las notas

J. C.
BARCELONA

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Lluís hizo constar en las mismas hojas de los exámenes de selectividad que era disléxico para que ello fuera tenido en cuenta a la hora de penalizar sus faltas de ortografía. En un primer momento no le hicieron mucho caso, pero recurrió las calificaciones de todas las pruebas y le subieron la nota. Tuvo suerte.«Estás en manos de la buena voluntad del corrector», afirma. Ahora ejerce como maestro en una escuela pública donde mantiene su disfunción en secreto -«solo lo saben los alumnos que son disléxicos y la dirección del centro», confiesa-, de ahí que prefiera que no se divulgue su apellido.

Lluís explica que, para sortear los errores ortográficos,«cuando escribo algo en la pizarra, me lo programo antes o lo escribo previamente en el ordenador». De esa forma ha logrado que su disfunción llegue a pasar desapercibida. «He necesitado tiempo para ganar sensación de seguridad, pero el problema no lo tenga ahora, con mi trabajo, sino que lo tenía antes cuando estudiaba, con los exámenes», aclara.

Este maestro, que forma parte del 5% de la población que los expertos certifican que sufre en alguna medida ese trastorno, y que algunos estudios elevan al 8%, subraya que, en su vida, ha habido «dos días importantes».«El primero fue cuando entendí lo que me ocurría y descubrí que no era tonto. El segundo, cuando gracias a la reeducación me di cuenta de que las estrategias que me habían enseñado me servían para salir adelante». A Lluís le detectaron la dislexia en los años de infancia y durante dos años frecuentó la consulta privada de un especialista que le enseñó a sacar rédito de su proceso de aprendizaje.

¿Cómo se trata en la escuela a la dislexia?«A menudo la disfunción se minusvalora. No se le da la importancia que tiene. No se plantea que hay formas de poder ayudar. Ocurre que si hubiera un reconocimiento de ese trastorno habría que movilizar mucho dinero para tratarlo. Ese es el problema », señala.

Lluís considera que los disléxicos que alcanzan la universidad son unos privilegiados.«Si uno llega a la selectividad es que el problema que sufre no es muy grave. Ahora bien, algunos necesitan que les lean los enunciados de las preguntas en voz alta, por ejemplo, o poder escucharlos en una grabación», concluye.