Rajoy desprecia el soberanismo y la vía federal de Rubalcaba

Rajoy junto a Piqué, ayer en la clausura de las jornadas del Cercle d'Economia.

Rajoy junto a Piqué, ayer en la clausura de las jornadas del Cercle d'Economia.

FIDEL MASREAL / Sitges

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Lo resumió uno de los empresarios a la salida del coloquio: Mariano Rajoy al menos podría haber sido educado. En efecto, pocas veces como ayer un presidente del Gobierno ha conjugado en toda su extensión el verbo despreciar. Ni la reforma constitucional que ofrece Alfredo Pérez Rubalcaba, ni la versión de Pere Navarro con el derecho a decidir, ni mucho menos el camino soberanista de Artur Mas con el apoyo de ERC. Nada de ello suscitó ayer el más mínimo interés del jefe del Ejecutivo. Le dedicó apenas cinco minutos, en la última de las respuestas del coloquio tras su intervención en la clausura de las jornadas del Cercle d'Economia celebradas en Sitges.

Un primer síntoma de cómo Rajoy acogería después la cuestión fue lo que afirmó al resumir las preguntas que había recibido al respecto: «Procuraré no extenderme sobre la reforma de la Constitución y todo este asunto…» Hubo rumor de voces entre el respetable, a la vista del nulo interés que mostraba el presidente. El desprecio culminó con la referencia final al independentismo catalán: «Para estar en Europa con fuerza se necesita ser grande, los pequeños no cuentan nada».

EN LAS ANTÍPODAS / El criterio de Rajoy no es nuevo, lo único que queda por determinar es por qué el líder del PP escogió la convocatoria del empresariado catalán -incluida la presencia del conseller de Economia, Andreu Mas-Colell- para lanzar el torpedo. A modo de anotación cabe recordar dos hechos recientes: la reaparición de José María Aznar invocando la unidad de la patria y la mano dura contra quien desafíe la ley, y el recelo de algunos barones del PP a los supuestos privilegios a Catalunya a cuenta del techo de déficit.

Rajoy fue más Rajoy que nunca. No disimuló su desinterés por el debate identitario. La política, dijo, son prioridades, y la suya es la crisis. Atender al malestar de una parte notable de la sociedad catalana con el actual modelo de Estado, o tener en cuenta a la desafección de buena parte de españoles con las instituciones no parecen merecer para el presidente grandes respuestas. Ante el soberanismo, propugnó la integración europea. Y tiró por tierra las estrategias de aproximación que se están hilvanando en sectores políticos, empresariales y mediáticos de Madrid y Barcelona. «Yo no puedo estar en una posición distinta, y no voy a estar», zanjó. Solo abrió la puerta a un nuevo modelo de financiación, lo cual no es ningún acto de generosidad puesto que por ley toca actualizarlo el próximo año.

EL CREDO /«Soy español y gallego, creo en la Constitución y en el Estado de las autonomías», remató. No tuvo mejor suerte el trabajo de orfebrería del PSOE con el PSC para ofrecer una compuerta federalizante como alternativa al órdago soberanista. «Dígame usted que pretende, dejémonos de palabras, actuar en este tema con oportunismo es de una irresponsabilidad mayúscula y yo no me lo puedo permitir», zanjó.

Tampoco tuvo mejor suerte la respuesta de Rajoy a la desafección, uno de los asuntos que el propio Cercle d'Economia, en su último documento, ha puesto sobre la mesa. El presidente pidió que no se generalizase sobre los casos de corrupción y pidió «a los que escriben y a los que opinan» que sean responsables.

Los pactos de Estado con el PSOE, para el líder popular, se han de ceñir a la política europea. Y si bien añadió otras carpetas como pensiones, sector eléctrico o reforma de la administración, también dejó claro que no piensa cambiar su rumbo en política económica para forjar ese acuerdo, porque ello sería «dudosamente democrático».

No, no venía Rajoy predispuesto a abrir la mano. Tampoco a dar solución al sudoku del déficit autonómico. Mantuvo la incógnita de cómo resolverá el debate abierto entre los barones territoriales de su partido sobre si debe haber un techo de déficit distinto para cada comunidad. Con todos estos mimbres, ganan fuerza las peticiones que le había hecho minutos antes el presidente del Cercle, Josep Piqué: «Racionalidad, sensatez, sentido común, responsabilidad, altura de miras y ofrecer horizontes de esperanza».