El ambiente

Ni debate ni negociación

El plan de Montilla para salvar la unidad evitó los clásicos cara a cara en la tribuna

José Montilla se dispone a abandonar su escaño tras la sesión matinal del pleno, ayer en el Parlament.

José Montilla se dispone a abandonar su escaño tras la sesión matinal del pleno, ayer en el Parlament.

JOSE RICO / NEUS TOMÀS
BARCELONA

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Pocos minutos después de las cuatro de la tarde, cuando el presidente del Parlament, Ernest Benach, se disponía a reanudar la sesión, las cámaras se percataron de que José Montilla y Artur Mas conversaban en el hemiciclo. Elpresidentesbozaba una media sonrisa. El líder de CiU permanecía con un semblante serio que denotaba resignación. La incógnita ya estaba resuelta para todos. Montilla le estaba comunicando a Mas su plan B, su intención de convertir en resolución el preámbulo del Estatut para evitar el enésimo fracaso de la unidad. Así culminaba una negociación que no fue tal en un debate que tampoco hizo honor a su nombre.

A la una y media de la tarde, Benach suspendía el pleno monográfico. Muchos diputados se fueron a comer con la sorpresa en el cuerpo. En cuatro horas y media de supuesto debate solo se habían escuchado siete monólogos: los de Montilla, Mas, Miquel Iceta, Joan Puigcercós, Dolors Montserrat, Jaume Bosch y Albert Rivera. Este último no dudó en dejarlo caer durante su discurso:«Esto parece El club de la comedia». Nadie más lo hizo, a pesar de que Mas se confesaba«alucinado»en los pasillos del Parlament.

La razón de tanta incredulidad era el formato que eligió Montilla para desarrollar el debate. En los archivos de la Cámara costaba hallar precedentes de un pleno monográfico convocado a petición de un presidente de la Generalitat en que no hubiese toma y daca, cara a a cara entre el jefe del Govern y los grupos parlamentarios.

Montilla renunció a él, y la mayoría no supieron por qué hasta la tarde. Mas terminó su discurso y, al regresar a su escaño, hizo un guiño alpresidentpara que subiera a la tribuna. El líder del PSC negó con la cabeza, mientras Benach llamaba a otro grupo. Montilla iba a contestar a todos en bloque. Nadie se movió del hemiciclo. ¿Quién negociaba entonces la resolución de marras? El cruce de SMS y llamadas telefónicas constataban que se avanzaba poco. El republicano Joan Ridao y el ecosocialista Joan Herrera, invitados al pleno, tampoco veían la cosa clara.

A las cuatro menos diez, Montilla citó a Puigcercós y a Joan Saura (ICV-EUiA). Les enseñó la resolución con el preámbulo y ambos dieron su visto bueno. Tras el fracaso de la cumbre de líderes del jueves, era mejor conservar que arriesgar. Aunque fuera sin negociación ni debate.