Las estrategias tras el 1-O

Nada será como antes

El escenario político actual está provocando cambios que harán que aparezcan nuevos actores

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EMMA DE LLANOS SERRA

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Están sucediendo en los últimos días muchos eventos que, como ciudadanos, resultan preocupantes pero a la vez muy interesantes desde la mirada de un observador que quiera entender cómo se está actuando ante una situación de confrontación. Hace tiempo que se está hablando de la necesidad de negociar como una forma de resolución de todo, pero para que esto sea posible debe haber voluntad de entendimiento, flexibilidad, y se deben hacer propuestas que permitan alcanzar pactos.

Si las partes en conflicto no reúnen estas condiciones, hay que recurrir a terceras partes que permitan crear puentes y que, dependiendo del tipo y grado de intervención, actúen como conciliadores, mediadores o árbitros. Y si nada de esto se produce, ¿qué nos queda? Pues que las partes planteen ellas mismas diferentes estrategias. Y las hemos visto todas, o casi todas.

Empiezo por el famoso ganar-ganar. Supone querer negociar y trabajar en colaboración buscando soluciones para satisfacer los intereses mutuos. Hemos estado muy lejos.Otra estrategia es la de perder-ganar. Consiste en acercar posiciones gracias a que una parte ceda con la expectativa de ganar otras cosas o ganar más tarde. En este sentido hemos visto algunos intentos de posponer el motivo de confrontación para hacerlo posible más adelante y en mejores condiciones. Pero nadie quiere ceder de entrada a cambio de una opción percibida como poco probable.

La tercera supone posicionarse en el ganar-perder. Normalmente la adopta quien se siente poderoso y con posibilidades reales de ganar (sino, no te metes) pero, a la vez, tiene una gran debilidad porque se pierde una de las grandes virtudes de cualquier negociador: la capacidad de análisis y de observación que permite conocer tanto al adversario como la situación. En lugar de eso, quien mantiene esta postura tiene tendencia a enrocarse de forma persistente en su objetivo y esperar que sea el otro el que ceda, a quien no escucha, ignora o incluso desprecia.

La última estrategia posible es la de perder-perder. Evidentemente nadie se la plantea de entrada, pero es un recurso a disposición de quien hasta el momento siente que está perdiendo en la relación. Los últimos días hemos visto posicionamientos de fuerza y de inflexibilidad, hemos visto cómo se ha actuado al límite por parte de unos y otros forzando no solo el uso sino también el abuso de poder. Todo ello ha conducido a una situación aparente de no retorno, donde todo el mundo parece que pierde. Unos, legitimidad, y los demás, capacidad de decisión. Pero, como toda estrategia tiene un sentido, y es este: tocar fondo y, de forma radical, provocar un cambio de escenario. Y ya se están moviendo cosas. De entrada, se está desplazando el motivo de la confrontación. Hemos visto cómo ha tomado fuerza la defensa de los derechos universales, que seguro juega a favor de una de las partes que se está erigiendo como defensora de esos derechos. Y no hay nada más poderoso que el sentimiento colectivo de injusticia para despertar el alma de la solidaridad.

¿Y ahora qué? Nada será como antes. Este escenario está provocando cambios en el equilibrio de fuerzas y hará que aparezcan nuevos actores en forma de nuevos partidos políticos (algunos fruto de rupturas internas de los actuales), nuevos movimientos sociales y muchas iniciativas ciudadanas. Veremos también aparecer terceras partes que no solo defenderán lo suyo, sino que querrán jugar un papel activo en la búsqueda de soluciones, y surgirán otros interlocutores que serán los que, de forma legítima (nuevas elecciones) deberán ayudar a crear las condiciones para que, ahora sí, la negociación sea posible. Este sería el mejor de los escenarios porque las reivindicaciones soberanistas no desaparecerán, sino al contrario. Ahora, requiere tiempo y habrá que reconstruir un estado emocional bastante dañado.

Lo peor que podría pasar sería enrocarse en el perder-perder y entrar en una escalada de confrontación no deseada. Otra opción sería que una de las partes se visualizara como ganadora, pero cuando hay ganadores y vencidos a medio plazo es un mal negocio para todos. En un caso, se alzarían más voces en contra de la vulneración de derechos, y en el otro, se pondría en cuestión la normalidad y garantías de todo. Además, ganar en estos términos estaría lejos de satisfacer los intereses reales que mueven todo. Pase lo que pase nada será como antes. Nos queda apelar a la responsabilidad de los actuales protagonistas, a su capacidad de renuncia, y la necesaria gestión de las expectativas de quienes representan. Todo un reto en beneficio de todos. H 

Profesora de EADA Business School y experta en negociación.