El racismo que pervive

En el reportaje que se publica en 'Más Periódico' sobre el racismo cotidiano se da voz a personas (desde la política al teatro, desde el periodismo a la universidad) que en su vida cotidiana –en su propia piel y a causa del color de su piel– sufren al acoso de un racismo que no es delictivo, en el sentido que no podría denunciarse ante un tribunal, pero que agrede con idéntica virulencia a su dignidad como seres humanos. Es el llamado «microrracismo», que, como denuncia uno de los testimonios, se convierte en una acumulación cotidiana de ladrillos que acaban por construir un día a día de menosprecio con ínfulas de superioridad.

En España, el supremacismo blanco no tiene tantas connotaciones violentas como en otros países, como en Estados Unidos, pero la lluvia fina de racismo que a menudo pasa desapercibida y se integra como «normal» en un entorno de chanza o en expresiones populares, ayuda a solidificar estereotipos y a mantener unos prejuicios que afectan tanto al quehacer habitual de las personas negras como a sus expectativas vitales y laborales. Es preciso no banalizar el fenómeno. Como pasa con el machismo, no por el hecho de ser sutil es menos violento. Debe combatirse en todas sus expresiones, por mínimas que sean o por superficiales que parezcan. Empezando por una educación inclusiva y acabando en la política y los medios de comunicación. Para construir una auténtica sociedad sin discriminaciones a causa del color de la piel.