1-O, escenarios y derivadas
Catalunya ha sido, es y será de los perdedores
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
Casi todo el mundo da por sentado un 1-O con urnas. La incógnita se centra ahora en la calidad organizativa. Si habrá suficientes colegios y mesas electorales en todo el territorio. O si la convocatoria y el escrutinio contarán con unos mínimos homologables que puedan otorgar validez al resultado, por lo menos a ojos de los soberanistas y de los observadores internacionales amigos, etc.
Bautizaremos con la letra A uno de los escenarios posibles, el peor para los convocantes. Consiste en una jornada del 1-O, de pretendida normalidad inicial, en la que votantes de municipios importantes no lo tengan fácil para ejercer el derecho de voto. Un éxito para La Moncloa, que pretende estropear el referéndum con pinzas pero sin bisturí. En este caso, el estado habría conseguido meter un número suficiente de pequeños palos en las ruedas como para convertir la votación en pantomima y la participación en irregular y voluntarista aunque fuera alta. División independentista entre los que votan y los que protestan al atardecer, mejor para el Gobierno central si hay desorden y vandalismo. Victoria de Mariano Rajoy por 10 a 0 sin pestañear. A continuación, oleada judicial de represión contrarrestada con oferta descafeinada de mejoras para Catalunya.
Al otro extremo, escenario C, no habría bastado con el mando judicial a distancia para deshomologar el 1-O. Carles Puigdemont ya ha avisado de que no aceptará una inhabilitación. Jordi Turull proclama que desobedecerán cualquier prohibición. Òmnium y la ANC calientan motores para convertir el próximo 11-S en una gran demostración previa de fuerza. Ya no se trata de imitar al gato y el ratón, como hizo Artur Mas cuando reconvirtió el 9-N, sino de desafiar: “Si quieres impedir la votación, rómpeme la cara, que todo el mundo lo vea y así tenga excusa para proseguir la escalada hasta proclamar la independencia.” O referéndum o una de gorda, peor para el Estado. Masas en la calle. Acampadas en plazas. Piquetes independentistas organizados. Probable ocupación de edificios oficiales del Estado. Fuerzas de orden contra jubilados convertidos en indefensa tropa de choque. Días de máxima tensión. Desenlace imposible de prever. Fuera cuál fuera, Rajoy quedaría deslegitimado como garante de la integridad territorial y como interlocutor de los catalanes rebeldes o no.
Si A y C son difíciles de imaginar, el escenario B, el de plena normalidad democrática del 1-O, es un sueño que ni Gandhi se habría atrevido a volver real teniendo en contra al estado, el ordenamiento jurídico vigente y los medios. Dejemos para el lector, o para más adelante, las variaciones de un posible escenario D, híbrido de A y de C, con más grises que blancos y negros y acabemos con una previsión tal vez más hiperbólica pero no menos imposible:
Si se cumple el escenario A, atención al rebote, que se produciría antes o después. Puestos a escrutar la bola de vidrio, no cuesta mucho vislumbrar un fracaso del 1-O, seguido de una victoria independentista, incluso en votos, ya sea en las elecciones autonómicas inmediatas o en las siguientes.
Catalunya ha sido, es y será de los perdedores.
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