Editorial
La intolerable agresión a Rajoy
La agresión que sufrió ayer el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una calle de Pontevedra mientras paseaba con su comitiva electoral no merece más que la unánime condena y el más rotundo desprecio. La inesperada irrupción de la violencia física, que afortunadamente no ha tenido graves consecuencias, mancha la recta final de una campaña que se desarrollaba con la normalidad propia de una sociedad civilizada. El suceso, no obstante, obliga a alguna reflexión. La primera gira en torno a la protección personal debida a un líder político que, además de candidato, ostenta la presidencia del Gobierno. La facilidad con la que el agresor pudo acercarse a Rajoy para propinarle un puñetazo evidencia un fallo de seguridad. Es cierto que el riesgo cero no existe -y menos en estos tiempos- pero eso no exime de que haya que minimizar los errores .
Por otra parte, el triste episodio tampoco puede servir para sacar réditos electorales. Todas las fuerzas políticas que concurren a estos comicios son partidos democráticos que condenan unánimemente lo sucedido. Ninguna polémica verbal que se haya producido durante la campaña puede ser considerada como instigadora de violencia. A falta de conocer mayores detalles del agresor, todo indica que estamos ante una deleznable acción individual de alguien integrado en un grupo radical de hinchas de fútbol. Una actitud que no debe empañar el compromiso democrático y pacífico mostrado siempre por la sociedad española.
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