Las mil vueltas de Marc

ALBERT GUASCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En la sección de Internacional de EL PERIÓDICO convive gente bastante peculiar. Tampoco hace falta entrar en detalles. Pero es así. Centrémonos en Marc Marginedas, el entrañable Marc Marginedas, que nos ha amenizado muchas jornadas con comportamientos que ya son entrañables. Pongamos un ejemplo cotidiano. "Oye, Marc, ha llegado el texto de la página 12. ¿Lo pones en página, por favor?". Si es media tarde, las 6 o las 7, puede esbozar una sonrisa traviesa y decir: "Ningún problema, pero antes, si no te importa, voy a…" Se va a dar una vuelta a la manzana. No le hace falta acabar la frase. Esas vueltas forman parte de nuestra rutina y son aceptadas con naturalidad.

Evidentemente, hemos hecho chanza de forma ocasional sobre ello. "Hoy voy contigo, ¿vale? A ver qué se siente", se le ha propuesto alguna vez. Para reírnos, para pasar el rato, nada más. Porque nunca se ha dejado acompañar, que uno sepa. Es su manera de airear la cabeza, de reencontrarse con sus agitaciones interiores, de sacudirse la claustrofobia de la redacción.

No hacen falta estudios en psicoanálisis para vincular este hábito singular a su orgánica necesidad de esquivar el periodismo de oficina y ejercer su profesión al aire libre, allí donde ocurren las revoluciones y donde los conflictos se dirimen entre bombas y francotiradores. Nunca le ha llenado poner textos en página y editar, que lo hace sin rechistar, quede claro. Pero lo suyo siempre ha sido otra cosa. Cada cierto tiempo dentro de la sección asistimos atónitos a su permanente e impetuosa disposición a escaparse a una guerra incipiente, a marcharse al día siguiente si es necesario, a cancelar cualquier plan organizado con tal de coger el pasaporte, el portátil y el teléfono satélite.

"Marc, nos han aprobado el viaje, te vas a Siria". Era decirle eso y abandonar la postura encorvada sobre el ordenador y activarse, reanimarse, vibrar. Un espectáculo. Hubo una ocasión memorable en que se le dio el visto bueno para ir, si no recuerdo mal, a Libia, donde caían chuzos de punta, y él empezó a dar botes de alegría, a levantar el puño excitado y dar saltos hacia la guarida de sistemas para reservar un portátil. Nos reímos, claro. Menudo frikie, musitó seguro más de uno. Menudo coraje, en realidad.

Siempre ha costado frenarle, jamás se le ha necesitado espolear. Antes de este último y desgraciado viaje a Siria, se pasó varios días verbalizando su absoluta predisposición a subirse al avión. Durante días tratamos de ignorarle como puro mecanismo de autodefensa. Cuando nos convencimos de que nos convenía la cobertura, canceló sus vacaciones inminentes, que eran a Omán, donde se había inscrito en un curso que ya había pagado para mejorar su habilidad con el árabe. "Tranquilo, ya he hablado con ellos y me devuelven el dinero". Es de suponer que lo decía para que no nos sintiéramos culpables. Y se fue de nuevo, a una guerra más, cargado de medicinas, como venía siendo habitual, para ayudar de paso a los sufridos civiles.

Merienda para todos

Ahora que por fin vuelves, Marc, te queremos explicar desde aquí que muchísima más gente de la que te imaginas se ha preocupado por ti, más gente de la que podrás contar. Han sido muchas las personas que nos han manifestado en estos cinco meses y medio su angustia por tu situación. En la sección, en el diario, nos ha desbordado la solidaridad y, como ya irás descubriendo, se han producido infinidad de homenajes y concentraciones reclamando tu liberación. Te han dado premios internacionales y te han dedicado debates, y de ti han hablado incluso en el Parlamento Europeo. Nosotros, mientras, hemos seguido adelante sin dejar de preguntarnos a diario por tu bienestar, por tu salud, por tus miedos, de temer que pasaras hambre, o frío, o que te hicieran daño...

Y a partir de ahora desearemos que transcurrido un tiempo, cuando realices tus aplazadas vacaciones y te veas con ganas y fuerzas, regreses a esta sección de gente rara y te veamos salir cada tarde a dar tus vueltas a la manzana. A soñar con tus viajes y resolver tus cuitas interiores y, como sucede a menudo, que nos sorprendas al acabar el paseo con una merienda para todos, para Marta, el alma de esta sección de Internacional, para las dos Montses, para Martí, para Kim y cualquiera que se acerque a preguntarte cómo estás. Una merienda, dicho sea de paso, a cuenta de la infinidad de cafés de la máquina que te hemos ido pagando durante años entre unos cuantos. A ver si vuelves con calderilla, bribón. Lo que hemos ahorrado estos meses, maldita sea… 'Benvingut, Marc. T’hem esperat molt'.