CRÍTICA

'Ocho apellidos catalanes': Pérdida de frescura

OLGA PEREDA

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Antes del estreno de 'Ocho apellidos vascos' los ejecutivos de Mediaset, oliendo el filón (lo olían, sí, pero jamás soñaron con un taquillazo tan descomunal: 9,5 millones de espectadores) ya tenían en mente una segunda parte. Y también el marco: Catalunya. Ahora, en mitad del órdago soberanista, llega a los cines 'Ocho apellidos catalanes'. Ni la mejor campaña de 'marketing' hubiera puesto en bandeja una situación tan propicia. La mala noticia es que prima el (previsible) enredo romántico sobre la sátira de los nacionalismos.

El guion no solo carece de la frescura de la primera parte sino también de la transgresión política que suponía, por ejemplo, burlarse de la kale borroka. Además, ¿para qué nos vamos a engañar? A lo mejor es que los tópicos sobre los vascos son más graciosos que los tópicos sobre los catalanes.

El chico andaluz (Dani Rovira) y la chica vasca (Clara Lago) han roto. Ella está a punto de casarse con un 'hipster' catalán y cretinillo, al que da vida Berto Romero, actor que brilló a las órdenes de Javier Ruiz Caldera en Javier Ruiz Caldera'Anacleto' y 'Tres bodas de más' y que, sin embargo, pincha bajo la batuta de Emilio Martínez Lázaro. El andaluz tratará de boicotear la boda y recuperar al amor de su vida. Volvemos a estar, pues, delante de una historia de vascos y andaluces. Pero ambientada en un pueblito de postal de Girona. Catalunya es independiente. Ojo, con truco. Como vimos en 'Good bye Lenin!', todo responde a un plan ideado por el personaje de Romero, que para contentar a su independentista yaya (Rosa María Sardà) inunda el pueblo de esteladas y consigue convencerla de que Catalunya es una república independiente. Se agradecen las puyas con la fuga de capitales a Andorra. Y también con la violencia de los Mossos d’Esquadra. Pero no son suficientes para levantar una comedia donde el único personaje que brilla y hace reír es Karra Elejalde, el padre de la novia y la quintaesencia del vasquismo.