Clara Lago: "Las redes sociales son un invento del diablo"

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JUAN MANUEL FREIRE

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Clara Lago lleva sin dejar de trabajar desde el 2000, es decir, desde los 10 años, pero hasta hace poco su fama no era tan grave: podía ser una actriz reconocible, pero no hasta el punto de sufrir asedios en cafés. Reconocible y reconocida: Clara llora bien, pero también sabe hacer reír, como demostró en 'Ocho apellidos vascos'.

La película más taquillera de la historia en España ha cambiado su destino (en lo profesional y en lo personal: allí conoció a su pareja, el protagonista de la cinta, Dani Rovira), y la secuela catalana, que llega el 20 de noviembre, acabará de convertir a esta madrileña en estrella perseguida por productores y por focos de toda clase.

Antes de esa segunda parte –millones de espectadores desean que buena– Lago estrena, el próximo viernes, 'Extinction', una cinta de terror de supervivencia filmada a las órdenes de Miguel Ángel Vivas, director de 'Secuestrados'. Interpreta, con pelo más desordenado de lo habitual, a una de las últimas supervivientes de un virus que convierte a las personas en criaturas poco amigables.

Hablamos con Clara de este terror rodado en buena compañía –con Matthew Fox, el Jack de Perdidos–, las dificultades que conlleva hacer comedias como 'Ocho apellidos vascos' o, hace menos, 'Ahora o nunca', y la dura vida del famoso en la era de la foto-trofeo.

Cuéntenos qué le atrajo de 'Extinction', última película sobre los últimos hombres sobre la Tierra…

Personalmente, me encantó el guion porque mezclaba muchas cosas muy distintas y difíciles de encajar bien: una historia de personajes, thriller, cine apocalíptico, ciencia-ficción…

Y también terror. No es su primera experiencia en este género. Ya lo tanteó con la claustrofóbica 'La cara oculta' y después la adaptación al cine de 'Fin'.

'Extinction' se parece sobre todo a 'Fin' porque también tiene ese aire de thriller apocalíptico. Pero mientras en 'Fin' la amenaza quedaba un poco en el aire, aquí hay una fuente más concreta de miedo: esas criaturas.

Fueron a rodar a Budapest en busca de nieve, pero no había ni un copo.

Ni uno. El primer invierno en 25 años que no caía por allí un solo copo de nieve. Fue un dolor de cabeza para la producción. Al final, no sé adónde tuvieron que ir a rodar las partes de exteriores con nieve. Este rodaje fue una locura. Había momentos de pensar: "¡Esto no se va a terminar de rodar nunca!". Pero al final todo se saca. Es eso que llaman "la magia del cine".

Me sorprendió verla con un arma en la película. ¿Una primera vez para usted?

También cogí una pistola en 'Los hombres de Paco'. Una pistola real, que pesaba lo que no está escrito. Pero tan tocha como la que llevo en 'Extinction', nunca. De hecho, tuve que dar un par de clases de tiro. Impresiona, ¿eh? [Sonríe].

Vamos, que le gustó un poco.

Por un lado, da bastante mal rollo, pero por otro no puedes evitar que te parezca guay. Hemos visto tantas películas de acción con una chica supercool que dispara dos armas a la vez… Es algo que casi vemos bien. ¡Adónde vamos llegar! [Ríe].

¿Hasta dónde influyó en su decisión de rodar la película que estuviera ahí Matthew Fox?

Yo era fan de 'Perdidos', así que era un plus grande. Y también daba un respeto grande. Cuando ruedas con gente así tienes que hacer el trabajo de respetarte a ti mismo, y decirte, una y otra vez: "Si tienes esta posición es porque te lo mereces". Si no, enseguida te haces chiquitito.

¿Le preguntó algo de la serie?

Le pregunté: "Tío, ¿qué cojones quería decir el final?". Y me dijo: "A ninguno nos quedó muy claro". [Risas]. O sea, fue igual para los actores que para todos los que lo vimos…

Parece alternar entre películas intensas como esta, con bastante carga dramática, y otras más ligeras. ¿Por salud mental?

Es casualidad, en realidad. Pero es algo que me favorece. He intentado no encasillarme en ningún rol, ningún género particular, e ir alternando. Lo que más tardé en tocar fue la comedia.

¿Quizá le daba un poco de respeto, le imponía un poco?

Claro, desde luego. Pero no fue una elección mía, no es que fuera retrasando el momento por una cuestión de miedo. Siempre me ha dado mucho respeto la comedia, me lo sigue dando. Me parece de las cosas más difíciles… El terror, el drama o los 'thrillers' se pueden apoyar en el sonido, la música o los efectos para adornar mucho una escena. En el terror, con solo un golpe de música ya tienes un susto. Sin embargo, la comedia…

Es una química extraña.

Es una fórmula muy precisa, pero nadie sabe decir exactamente de qué se compone. Es una mezcla de tener un buen guion, con buenos diálogos; gente con vis cómica... Pero que tampoco se pase, porque si se pasan ya es como un circo.

Hacer reír es un subidón, dicen.

Yo lo comprobé por primera vez en el teatro, en la primera hora de La Venus de las pieles. Es un subidón. También da miedo, porque si algo te funciona, te lo empiezas a creer. Y si una noche no funciona… Por otro lado, en las películas he sido un poco más el contrapunto. En Primos, la trama que compartía con Antonio de la Torre era la más dramática. Y en Ocho apellidos vascos, soy el contrapunto de la locura que suponen los personajes de Dani [Rovira], Karra [Elejalde] y Carmen [Machi].

¿Qué puede contar de 'Ocho apellidos catalanes'? Han acabado de rodar hace poco.

Sí, el 3 de julio. Ha ido muy bien, la verdad. Mi sensación es que hay una buena película. Con el guion apuntaba, de entrada, pero en el rodaje lo he visto claro. Las incorporaciones [Berto Romero, Rosa María Sardà, Belén Cuesta…] son canela fina.

No sé si han sentido presión, si había cierto nerviosismo por hacer las cosas bien.

Se dice que con las segundas partes ya no hay factor sorpresa. De acuerdo, no lo hay, pero, como dijo Rosa Maria Sardà, a lo mejor no hace falta el factor sorpresa y la gente solo quiere disfrutar de unos personajes de los que se ha encariñado. En el segundo capítulo de Friends no había factor sorpresa, pero se hicieron 10 temporadas.

¡Hagan una serie!

En realidad, eso proponíamos. En el rodaje de estas películas se produce algo muy especial, que es culpa de Emilio Martínez-Lázaro: el ambiente es algo fuera de lo común, una cosa muy loca. Resulta cansado, son jornadas largas, seis días a la semana, pero yo podría tomarme un par de semanas de vacaciones y volver a rodar enseguida otra película con esta peña. Nuestra idea era esa: ¡irnos a rodar a Cádiz seis meses y hacer la serie!

Aprendió catalán para 'Shopping &fucking', una obra teatral que hizo en el Tantarantana…

Bueno, tampoco es que aprendiera. Memoricé unas frases en catalán. Pero, como viví un año y medio en Barcelona, el idioma se me quedó bastante. Es un idioma que me encanta, la verdad.

¿Tiene frases en catalán en la película?

No, no, qué va.

Quería preguntarle por la fama. Hace un tiempo habló de fans "fieles pero inofensivos". No sé si con 'Ocho apellidos vascos' el tema se ha vuelto más agresivo.

Eso de "fieles pero inofensivos" iba por uno en particular que siempre está allá donde voy, un chavalín muy majete y del todo inofensivo, que va con una camiseta con mi foto. Siempre se hace fotos conmigo. Me escribe por Twitter y tal…

¿Se lleva bien usted con Twitter? Algunos famosos ni se acercan o lo dejan después de malas experiencias.

Es un mundo que no me interesa lo más mínimo, si le soy sincera. Lo tengo casi más por una cuestión profesional. Me abrí cuenta en Twitter porque me usurparon la identidad con una cuenta falsa. Tuve que cerrar esa cuenta y hacerme una real, verificarla, etcétera, para no tener a una loca por ahí diciendo que era yo colgando lo que fuese. Al principio, tuve una época de pensar "uhm, vaya, quizá esto puede enganchar un poco". Pero prefiero engancharme a series.

Hace usted bien.

Siempre he sido de la opinión de que mi vida privada es mía y soy muy celosa de mi intimidad. Nunca he sido de las que habla de mi vida privada, para nada. Siempre me mantengo al margen. Cuando me preguntan, simplemente digo: "Mira, yo no hablo de esto" y ya está. No es que en Twitter tengas que hablar de tu vida privada, pero sí que hay algo de exhibición. Las redes sociales son un poco un invento del diablo. Espero que se pase la fiebre y volvamos a quedar para tomar café y hablar. No entiendo por qué la gente fotografía cada fase del viaje para que todo el mundo lo vea en tiempo real. ¿Dónde quedó la anécdota? ¿En qué momento estás disfrutando? Yo, cuando disfruto, no pienso en coger la cámara y cortar ese momento de disfrute para sacar una foto. Esto de las fotos se nos ha ido de las manos. Y no lo digo solo por el tema de tener que hacerte fotos con la gente…

El cómico americano Louis C. K. ha encontrado una alternativa: en lugar de una foto, te ofrece una conversación, conocerle algo mejor. Algunos se piran.

Yo lo he hecho. Se lo juro. ¡Y la gente se va! Ni uno se ha sentado. Yo era fan de Penélope Cruz desde que era pequeña. El día que al final la conocí, ni se me pasó por la cabeza hacerme una foto con ella. Quería hablar con ella. Me parece infinitamente más interesante y me permite conocerla. ¿De qué sirve la foto? ¿Es un recuerdo de haber conocido a esa persona? No la has conocido, solo has estado con ella tres segundos. El concepto se me escapa; no sé si yo soy de otra época… [Risas].

¿Pero a usted le llega a resultar problemática esta atención o puede hacer vida normal en Madrid?

Puedo hacer vida normal porque, por suerte o por desgracia, llevo acostumbrada a no tener anonimato real desde los 10 años. Mi popularidad ha sido paulatina. Desde que empecé en 'Compañeros', ya subió un poco, pero luego he tenido momentos de altibajos. Cuando salgo, me reconocen, pero no siempre se me acercan. Hay días en que vienen dos grupos de instituto y, bueno, nada, se acabó lo que se daba, no te puedes mover en una hora. Pero estoy habituada… 'Ocho apellidos vascos' ha supuesto un aumento, pero en realidad, ha sido como dos escalones más. No ha sido algo de 0 a 100, que es lo que toca mucho la cabeza.

Supongo que por esas situaciones de colapso puede salir a rodar a Berlín ('Eltern') o a Boston ('Against the jab'), si surge la ocasión.

Claro, porque ahí de repente ves lo que es ir por la calle y que no te diga nada ni Peter.