ENTREVISTA

Emilio Martínez-Lázaro: "El tema catalán no está para que lo suavice una comedia"

El director de 'Ocho apellidos vascos' interpreta el significado del unánime aplauso recibido por la que ya es la película más taquillera

Emilio Martínez-Lázaro, en Madrid, el pasado miércoles.

Emilio Martínez-Lázaro, en Madrid, el pasado miércoles.

JUAN FERNÁNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estudió con los jesuitas y empezó la carrera de Ingeniería Industrial, que abandonó para meterse en  la de Físicas. Pero pronto fue consciente de que el cine era su verdadera pasión. Debutó como director en 1970 con 'Amo mi cama rica', con guión de Jaime Chávarri, cuya secuela protagonizada por Ariadna Gil, 'Amo tu cama rica' (1991) se convirtió en su primer éxito comercial. El prestigio le llegó con 'Las palabras de Max', firmada en 1977 con Elías Querejeta. La película logró el Oso de Oro en el Festival de Berlín. A su juicio, su mejor título es 'La voz de su amo' (2001), una película de serie negra ambientada en el Euskadi de 1980 que no logró el respaldo de crítica ni taquilla. La gente de la calle está harta del dramatismo con el que los políticos manejan los asuntos territoriales. Lo dice un experto en gustos populares: su 'Ocho apellidos vascos'.

A sus 68 años, y después de 15 películas, el éxito no es capaz de intimidar a Emilio Martínez-Lázaro, pero lo que está pasando con su última cinta supera los límites de lo cinematográfico para adentrarse en el terreno del fenómeno social. Con espíritu polemista y sin esquivar charco alguno, el director de Ocho apellidos vascos se anima a interpretar el significado del unánime aplauso recibido por la que ya es la película más taquillera de la historia del cine español.

-¿Qué se dice al despertar por la mañana el hombre récord del celuloide nacional?

-Confieso que esto me ha superado. Y eso que yo era de los más optimistas. El día del estreno hicimos una porra y pronostiqué que recaudaríamos siete millones de euros. Otros decían que no haríamos más de dos. Ahora, con 40 millones ganados, me declaro una persona sin criterio.

-Hombre, pero alguna explicación tendrá para tan tremendo éxito.

-Oigo teorías de todo tipo y la mayoría me parecen tonterías. A grandes rasgos, el éxito de la película tiene dos causas. Una es la risa. El guion es genial, la primera vez que lo leí no paré de reírme en voz alta. Pero es que luego, en la sala de montaje, el montador se reía igual. Hay un segundo motivo, y es que la película está bien cerrada, los personajes están bien armados, no es una sucesión de gags graciosos, sino una historia bien contada que transmite buen rollo. La gente sale del cine con una sonrisilla en la cara.

-¿Cuánta influencia ha tenido el factor político?

-Mucha, sin duda, y tiene que ver con el hartazgo que siente la gente hacia la forma tan tensa como algunos nos obligaron a vivir ciertas realidades. De pronto pones en la película a unos retrasados mentales practicando la kale borroka y todo el mundo ve que se puede reír de ellos. La película ha gustado porque trata con sentido común lo que los políticos de uno y otro lado nos vendieron con dramatismo para conseguir votos.

-Precisamente, esta semana el senador del PNV Jokin Bildarratz puso su película como ejemplo de aproximación amable al nacionalismo. Se lo espetó a Rajoy en el Senado.

-Cuando le oí no daba crédito, porque demostraba no haber entendido el mensaje de la cinta. Él decía que el chico sevillano, para enamorar a la chica vasca, se lee un libro en euskera para aprender el idioma. ¡Y lo contaba para demostrar que no hay que tenerle miedo al euskera, cuando el chico, en realidad, se acojona al leer el libro y descubrir lo difícil que es el idioma! Pero es que la respuesta de Rajoy fue peor: se limitó a decir que el euskera es tan digno como el castellano. Hombre, uno espera de sus gobernantes algo más.

-¿No es raro que en este país nos dediquemos a tirarnos los rasgos identitarios a la cabeza?

-Pero eso solo ocurre en la política, la gente no tiene problemas en hacer chistes de vascos, catalanes o andaluces y reírse de ellos. Los políticos deberían aprender de sus votantes. Haga la prueba. Si mañana se va un catalán a vivir a Sevilla, verá cómo a los dos días, a la hora de pagar las cañas, le gastan bromas sobre la racanería catalana. Y al revés, si un andaluz se muda a Barcelona, en seguida le soltarán aquello de que está todo el día de siesta. Y verá cómo todo el mundo se ríe y no pasa nada.

-Será cuestión de rodar ya 'Nueve apellidos catalanes' para rebajar la tensión.

-Veo el tema catalán demasiado álgido ahora mismo como para que una comedia lo suavice. Por otro lado, repetir la fórmula de la película de los vascos, pero ahora con catalanes, no me parece muy acertado.

-¿Qué hay de verdad acerca de ese proyecto?

-Se ha hablado de hacer la secuela de Ocho apellidos vascos, a la vista del éxito alcanzado por la primera parte, pero de momento el proyecto está en barbecho, solo hay una conversación en una comida entre los productores y los guionistas. Creo que esa película se hará, el equipo al completo estaremos encantados de participar, pero lo de Nueve apellidos catalanes solo fue una boutade de un directivo de la productora.

-Por tensiones territoriales no será, aquí tenemos para dar y tomar.

-Los vascos ponían bombas, pero la gran tensión territorial de España siempre ha sido Catalunya, no Euskadi. Por una razón muy simple: en el País Vasco vive tanta gente como en Vallecas, pero Catalunya tiene siete millones de habitantes, una industria brutal y un gran desarrollo. Aun así, no conseguirá la independencia.

-¿Por qué lo tiene tan claro?

-Porque no le interesa ni a los belgas, ni a los británicos, ni al resto de europeos, y ya no digamos a los catalanes o a los españoles. Esto se arreglará dándole a Catalunya el cupo vasco, que es lo que llevan pidiendo desde hace tiempo.

-¿Cómo explica el crecimiento que ha tenido el independentismo en los últimos años?

-Porque ha coincidido con la crisis, los recortes y el malestar social que se instaló en la sociedad, y CiU lo ha aprovechado muy astutamente.

-Son muchos los que defienden que este movimiento ha surgido de la sociedad, no de los partidos.

-Puede ser, pero luego son los políticos los que se encargan de liderarlo o rebajarlo. Aquí había, y sigue habiendo, hospitales sin urgencias, colegios sin presupuesto, gente en el paro... De repente, alguien dice: «Si fuéramos independientes, esto no nos pasaría. Y la gente va y se lo cree».

-Bueno, las tensiones entre Catalunya y España no son de ahora.

-Cierto, llevamos así toda la vida, pero si esto ha crecido ahora es por la crisis, lo tengo clarísimo. Ha ayudado mucho la torpeza del PP mandando el Estatut al Tribunal Constitucional y la de Zapatero, prometiendo lo que no podía prometer. Hay tantas torpezas, tan grandes y tan seguidas que es comprensible que a los catalanes se les hayan hinchado las pelotas. Pero seamos sinceros: si Mas no hubiera querido aprovecharse de este malestar, hoy no estaríamos como estamos.

-¿Le preocupa la desafección?

-No, estoy convencido de que si mañana se hiciera una película como la de los vascos, pero con catalanes, veríamos a la mayoría de la gente riéndose de lo mismo y considerando idiotas muchas de las cosas que hoy se dicen. El problema es que Rajoy y Mas no hablan, solo se arrojan declaraciones.

-Llegados a este punto, ¿no es mejor que la gente vote?

-Si yo fuera Rajoy, mañana mismo dimitiría, porque no sé qué se puede hacer. Llevan meses advirtiéndole de que esto no es ninguna broma, pero se ha negado a afrontar el problema. ¡Y aún el otro día pedía «imaginación», es tremendo! Por otro lado, estoy convencido de que a Rajoy le gustaría sentarse a hablar con Mas, pero si lo hace lo fulminan en su partido.

-¿Ve al presidente atenazado?

-Atenazado no, pero manejar un partido que abarca desde el centro hasta la extrema derecha no debe de ser fácil. Al PP siempre se le ha agradecido que diera cobijo bajo sus alas a los más radicales para que estos no tuvieran voz, pero creo que esa estrategia es un error. Estoy convencido de que en España la extrema derecha son cuatro gatos. Deberían formar un partido y veríamos cuántos votos sacaban. Pero no, esas papeletas van al PP, junto a las de la gente moderada y las de aquellos que simplemente votan al PP para que no gobierne el PSOE, igual que yo voto al PSOE para que no gobierne el PP.

-¿El cine español es de izquierdas?

-Como en otros países. El porcentaje de cineastas de derechas en Europa no creo que llegue al 20%. La mayoría de los directores y actores son de izquierdas, y esta es una realidad que la derecha debería asumir y aprender a llevarla. Tampoco pasa nada, somos gente civilizada y desde los Goya del «No a la guerra» hemos hecho esfuerzos por llevarnos bien con la derecha, pero es imposible, no nos quitan el estigma de encima.

-Según el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, su problema no es ese, sino la calidad de las películas. ¿El éxito de Ocho apellidos vascos le da la razón?

-A Montoro habría que recordarle que los que hacemos las películas somos siempre los mismos. Unas nos salen más taquilleras y otras, menos. Acertar no es fácil, pero todo es cine español. De todos modos, estoy convencido de que una parte del éxito de público de esta película se debe a él. Después de decir que los del cine somos unos tontos de capirote, la gente tenía ganas de ir al cine a comprobarlo. Muchas gracias, señor ministro.