tú y yo somos tres

Torrente de energía sobre ruedas

FERRAN MONEGAL

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Nos gustan en casa las ediciones anuales de La Marató de TV-3. Son una iniciativa estupenda. Significan el más alto grado de cristalización -y en su sentido más noble y honesto- de eso que tanto persiguen todas las teles y que tan pocas consiguen: la fusión íntima, solidaria, de la cadena con su audiencia. Y nos gustan también los preparativos previos, las sinergias -palabra denostada con razón, pero en este caso justificada y estupenda- de muchos programas de TV-3 que ya van escalfando el ambiente para cuando llegue esa ya histórica jornada de tele. Es el caso del programa Banda ampla, por ejemplo. Sabiendo Lídia Heredia que La Marató de este año estará dedicada a las lesiones medulares y cerebrales, planteó un debate titulado Barreres arquitectòniques, es decir, la carrera de obstáculos que deben sortear cada día los que van en silla de ruedas. De entre todas las personas que estaban en el plató, víctimas de algún accidente, destaquemos a esa fantástica criatura que se llama Albert Casals. ¡Ah! Qué simpatía la de este muchacho. Qué ímpetu. Qué buen rollo. Recuerdo haberle visto alguna vez en la tele, cuando iba con el pelo pintado y le llamaban todos, cariñosamente, el nen dels cabells blaus. Ahora ya no usa ese color, pero sigue transmitiendo una imparable alegría, un extraordinario y punzante buen humor. Hubo un momento del debate, muy bueno, cuando Lidia lanzó el tema de cómo viven la sexualidad, las relaciones de pareja, las personas que van sobre una silla de ruedas. Tomó la palabra Albert y, como un imparable torrente, decía entusiasmado totalmente: «Si sabes mirar tu silla de ruedas, si sabes entenderla por sí misma, sin complejos ni componentes sociológicos, pues ¡es como llevar gafas! ¿Por qué habrías de romper con tu pareja? ¿Por ir, o no ir, sentado en una silla?». ¡Ah! Qué jolgorio más sensacional se armó. Esa expresión tan lúcida, tan estupenda, de «ir en silla de ruedas es como llevar gafas» no es solamente el feliz fruto del ingenio y del talento de este joven. Es la constatación de que Casals, con apenas 20 años de edad, ha llegado a culminar con éxito la terapia perfecta: entender que la silla de ruedas es simplemente un instrumento que le ayuda a circular, pero que no le condiciona ni el alma, ni el cerebro. Exactamente lo mismo que las gafas que llevo yo, porque sin ellas no veo. ¡Ah! Qué Banda ampla más útil para todos le ha salido a Lídia Heredia.