Viaje al corazón de la pobreza infantil

Este domingo, Día Universal del Niño, rememorando el 20 de noviembre de 1989, cuando la ONU aprobó la Convención de Derechos del Niño, EL PERIÓDICO y la oenegé Save the Children salen en busca de la Europa que aún no garantiza el bienestar infantil. Esta es la realidad en Rumanía, el país con más pobreza infantil de la Unión Europea.

EL PERIÓDICO y Save the Children recorren Rumanía, el país de la UE con más niños en situación de riesgo social

CARME ESCALES / BUCAREST Enviada especial

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Dejamos el tránsito de una amplia vía asfaltada, a una treintena de kilómetros de Bucarest, y nos adentramos en el bosque, sobre un camino de tierra. No tardamos en llegar a nuestro destino, la casa de Nicuçor. Y es la sonrisa de este niño la que sale a nuestro encuentro.

Nicuçor tiene 10 años y este es el primero que va a la escuela. En su cuaderno apenas empieza a enlazar las letras de su nombre, pero expresa sus ideas dibujando con una enorme soltura. En sus ojos se lee su ilusión por aprender y su interés por lo que hacemos allí, compartiendo aula con ellos, una mañana de otoño.

Hemos venido a retratar el despertar y el atardecer del país con mayor pobreza infantil de EuropaCasi el 50% de la infancia de Rumanía vive sin los mínimos de nutrición, ropa, y un cobijo en condiciones de ofrecer bienestar. Solo el 3% del PIB del país es invertido en educación. «Aquí, en Rumanía, la mayoría de niños empiezan a ir al colegio a los seis años», explica Amalia Gheorge, responsable de 

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ABSENTISMO ESCOLAR

La falta de recursos económicos, pertenecer a colectivos sociales más vulnerables, dificultades en el aprendizaje o la falta de motivación y apoyo adicional suelen ser las causas del absentismo escolar. «A veces, es por simple desinformación de las familias», añade. «Y son los responsables de servicios sociales locales, o los propios vecinos, quienes dan noticia a la Administración comunal, o a nosotros -si ya nos conocen- de menores que no van a la escuela», precisa Gheorge. «Hablamos con los padres para enrolar a sus hijos en nuestro programa Segunda Oportunidad, que trata de reducir el absentismo escolar».

Así sucedió con Nicuçor. «Un vecino que conocía la labor de Save the Children, nos avisó de que una familia con la que coincidía en la iglesia, tenía dos niños que no iban a la escuela», relata Amalia Gheorge.

«Muchas veces, son los propios padres los que no ven necesaria la educación escolar de sus hijos, pues ellos tampoco la recibieron», indica George, el trabajador social que acompaña el caso de Nicuçor y su hermano Ionica, de 6 años. Los dos han empezado a ir al colegio estte curso. «Tardamos dos horas en ir y otras dos en volver, en un bus gratis», detalla Nicuçor. «Ir al colegio es lo que me gusta hacer ahora», dice.

«De mayor quiero ser sacerdote», comenta. «Mira, este es el camino a la iglesia, donde haremos un bautizo». Así describe, con la ayuda de la maestra como intérprete, el contenido de su dibujo en el aula, el día antes de irlo a visitar a casa. «Nicuçor sabe que en la iglesia está caliente», comenta el trabajador social que nos acompaña, tratando de entender el deseo de Nicuçor.

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FELIZ EN LA ESCASEZ

«Mama», dice con orgullo Nicuçor, mientras señala a su madre. Va mostrando, feliz, cada espacio de la casa que, abandonada y en estado ruinoso, sin ventanas y con notables humedades, eligieron sus padres para vivir, en medio del bosque. Ese es el hogar donde Nicuçor, su hermano Ionica, una tercera hermana, menor, y sus padres se despiertan cada día desde hace 10 años. «No tenemos luz», apunta la madre. «Ni agua».

Un barreño en la habitación se destina al aseo matutino. Al pequeño Ionica lo que le emociona mostrar es el cerdo que matarán para Navidad, y un par de camas, aún por montar, que los servicios sociales les han traído, de segunda mano, y que la madre de los pequeños ha sugerido que compartan con sus vecinos. «Una nos la quedaremos y la otra se la daremos a ellos», dijo.

Ni huerto, ni nevera, ni armarios de ropa, solo la leña habla de abundancia en ese hogar familiar, la leña que Nicuçor ayudaba a su padre a conseguir, cuando no iba al colegio.

EN EL TÚNEL DE LAVADO

Bianca tiene 13 años. «Antes de integrarse en el aula a través del programa Segunda Oportunidad, trabajaba en el túnel de lavado de coches de su madre, porque esta enfermó por la tuberculosis», explica Amalia, de Save the Children. «Ahora, cada día al salir del colegio (están de 8 a 12 horas), también voy al túnel a limpiar coches. Mi madre ya está bien, pero la ayudo», explica Bianca.

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Es algo habitual, según comentan los responsables de Save the Children, que los menores rumanos trabajen cuando no están escolarizados o cuando salen de la escuela, como hace Denisa. Tiene 11 años, y querría ser profesora de dibujo. Su madre sufrió la amputación de un pie y ahora es Denisa quien la ayuda con las tareas de casa y a cuidar de su hermana de dos años y de su hermano de un año. «Me gustaría que ellos también fueran al colegio y a mí, poder ir a clase con niños de mi edad y que nadie se burlara de mí», dice Denisa, otra más en el programa de Save the Children, Segunda Oportunidad. En su misma clase, hay alumnos de diferentes edades. Para todos ellos hay que adaptar materias, velocidades y atención. «El objetivo es que puedan incorporarse a la trayectoria normal del sistema reglado», explica Amalia Gheorge.

Pensando en ese momento, y en las dificultades del entorno sociofamiliar que continuarán teniendo una vez sigan el programa escolar normalizado, Save the Children cuenta con otro programa de apoyo, el Afterschol Programme, en el cual dan apoyo a esos alumnos unas horas de la tarde en las que poder realizar con ellos refuerzo de las materias, los deberes o actividades culturales, como ir al cine, algo que muchos de ellos nunca han hecho.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Sorina vive","text":"\u00a0con sus abuelos, padres y hermanos en los cimientos de lo que iba a ser un edificio"}}

Para los más pequeños, preparan en verano el Kinder Garden School. Son dos meses en los que organizan actividades para hijos de familias sin recursos. «Es vital iniciar la escolarización lo antes posible, para ayudar a romper el estigma que supone no contar con las bases formativas y perpetuar el círculo vicioso de no poder lograr un trabajo por falta de formación y, por tanto, no poder abandonar el bucle de la pobreza». Son palabras de Gabriela Alexandrescu, directora general de Save the Children en Rumania.

DEL DESCAMPADO AL AULA

Por ejemplo, en la escuela de Bucarest a la que asiste Sorina, otra de las niñas, de 6 años, que participa de los programas de estudio de Save the Children –se desarrollan en 36 escuelas del país–, nadie podría intuir que vive en la calle. Pero así es. En un gran solar donde se intuye que en algún momento se iniciaron los cimientos para levantar una obra, sus abuelos y sus padres han aprovechado restos de la incipiente construcción para hacer ahí su hogar. «Llevamos aquí dos años», dice Mariana, la madre de Sorina. En ese lugar, en plena intemperie, viven los abuelos de Sorina, sus padres y su hermana Lorena, de 3 años. «Desde servicios sociales nos han propuesto ir a un albergue, pero para ello nos obligan a separarnos, mis padres por un lado y nosotros a otro centro. Pero nosotros somos todos una familia, no queremos separarnos», declara Mariana. Y es esa piña familiar la que es capaz de conviertir ese inhóspito pedazo de solar en el que se acurrucan en diferentes rincones para pasar la noche cubiertos con mantas viejas y plásticos en un hogar. En él, la madre de Mariana, Elena, pasa la escoba y ordena los pocos enseres de cocina con los que cuecen alimentos al fuego. En su pupitre escolar, Sorina no solo debe olvidar que duerme en un descampado, sino que desde él tiene la oportunidad de dibujar un futuro lejos de él.

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A 60 kilómetros de Bucarest, Andrea, de 11 años, es la mayor de 8 hermanos. También padres, hijos y abuela conviven juntos, con sus padres y su abuela en un piso de poco más de veinte metros cuadrados. La madre, Milos Florentina, tiene tan solo 25 años. No siempre tiene ropa o calzado para que todos niños vayan a la escuela. Pero, al menos, en la escuela y los servicios sociales conocen su situación. Porque en Rumanía hay otra circunstancia que amenaza los derechos de la infancia. «El 85% de los niños en riesgo de exclusión social tiene a uno de sus padres fuera del país. Y el 40% a ambos. Están al cuidado de abuelos o tíos», declara Gabriela Alexandrescu. Save the Children propició la ley que obliga a los progenitores que salen del país a informar sobre a quién dejan como tutor de sus hijos.