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La peculiar interpretación de la realidad que exponen los esquizofrénicos coincide a veces con actos geniales Los psiquiatras debaten si esa brillantez es o no consustancial a la enfermedad

Russell Crowe en una escena de «Una mente maravillosa»

Russell Crowe en una escena de «Una mente maravillosa»

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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La creatividad psíquica muy superior a la media que mostró durante su juventud John Nash, inspiración del personaje asocial que interpretó en el cine Rusell Crowe, no fue un efecto consustancial al deterioro neurocognitivo que se le diagnosticó en forma de esquizofrenia, sino una pátina de la brillantez que podría haber alcanzado si la enfermedad no hubiera mermado su desarrollo psíquico e intelectual. Ese es el punto de vista de un sector de la psiquiatría, que expuso ayer el doctor Eduard Vieta, responsable de Psiquiatría y Psicología en el Hospital Clínic.

En paralelo, existe otro nutrido grupo de especialistas que ven una cierta relación entre genialidad y enfermedad mental, dos aspectos que, afirman, se apoyan en bases genéticas parecidas. «Es innegable que las personas con vulnerabilidad a sufrir esquizofrenia, e incluso muchas de las ya diagnosticadas, tienen una forma de pensar diferente de la mayoría, un razonamiento original que les permite ver caminos que los demás no saben ver, y esas son definiciones de la genialidad -afirmó Víctor Pérez-Solá, responsable de Psiquiatría en el Hospital del Mar-. La enfermedad, no obstante, se convierte en su principal freno».El pensamiento desconectado de la realidad convencional que distingue a las personas con esquizofrenia es una dificultad, y no una ventaja, para su desarrollo psíquico, sintetizó Vieta, que ha participado en varios congresos en los que Nash fue invitado a describir su proceso mental. «Nash realizó toda la obra por la que se le premia antes de ser diagnosticado de esquizofrenia», advirtió Vieta. «Hay que desmitificar la idea de que el esquizofrénico, al igual que el autista o el bipolar, son personas con memoria prodigiosa, capaces de distanciarse y ser conscientes de sus delirios [pensar que se oyen voces, por ejemplo] o alucinaciones [creer que son Dios]», prosiguió Vieta. «Cuando estan sufriendo esas crisis, los esquizofrénicos creen completamente en sus ideas delirantes y en sus alucinaciones, y la mayoría tiene la memoria muy mermada», aseguró. Esto los distingue, añadió, de quien alcanza esas percepciones por medio de sustancias alucinógenas, que, normalmente, no impiden mantener la noción de realidad.

Coinciden unos y otros en que estos enfermos son tremendamente desdichados, con graves dificultades de relación. «No son capaces de integrarse en un grupo que los defienda y se convierten en personas indefensas que fácilmente pueden ser agredidas -afirmó Pérez-Solá-. Son más un peligro para ellos mismos que para los demás, excepto un pequeño grupo. Unos y otros pueden llevar una vida estable si toman medicación».

Esta discusión, iniciada en los años 70, no parece tener fin, y el cine se ha encargado de alimentarla. En la película Rain Man (1988), el actor Dustin Hoffman interpreta a un joven autista dotado de una habilidad numérica suprahumana.

En otras ocasiones, la cinta trata de niños a los que se ha disgnosticado un aspergen -síndrome que la psiquiatría norteamericana llama ahora autismo de alto rendimiento-, capaces de leer mensajes codificados que la prensa publica entre sopas de letras lúdicas. «Si esos niños salieran a la calle a jugar al fútbol en lugar de pasar horas y horas focalizando su mente sobre un mapa de letras, ¿serían tan geniales? -reflexionó Pérez-Solá-. Seguramente, serían más felices. Tienen una memoria prodigiosa, pero viven limitados en un único tema».Los fármacos antipsicóticos que mantienen en el mundo racional a las personas con esquizofrenia solo eliminan el síntoma de la desconexión con la realidad convencional, dijo Vieta. «Les equilibran el exceso de dopamina y entienden que la realidad tiene causas y efectos, pero la enfermedad subyace y si dejan la terapia vuelven a sospechar de todo», afirmó.