Gente corriente

Teo Valls: «Quiero que mi masculinidad tenga ternura; lo he elegido»

Activista 'trans'. Es el protagonista de un documental en que relata su cambio de género.

«Quiero que mi masculinidad tenga ternura; lo he elegido»_MEDIA_1

«Quiero que mi masculinidad tenga ternura; lo he elegido»_MEDIA_1

OLGA MERINO

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Tras formarse como terapeuta gestalt, Teo Valls Vila (Barcelona, 1985) hizo un vídeo casero contando su autobiografía que acabó convertido en el documental De Berta a Teo, historia de un tránsito.

-No hice el vídeo para divulgarlo. Ahora veo que mi proceso personal está sirviendo para concienciar a la gente, pero ha sido una gran pérdida de intimidad. Mía y de mi gente más cercana.

-Era un trabajo de fin de curso.

-Algo así y, por eso, muchos testimonios están grabados con el móvil. Después, la directora, Irene Navascués Cobo, le dio forma de documental. A Ire le debo mucho.

-El vídeo no está colgado en internet.

-No quiero perder el control, ¡es mi vida! Lo he llevado a presentaciones y después he pasado la gorra. Con eso me he sacado los 5.000 pavos para poder quitarme los senos.

-¿Cuándo?

-El mes que viene, en octubre. Me voy a Florida a ponerme en manos de un cirujano experto en transgénero. A base de artes marciales, flexiones y controlando la alimentación estoy muy musculado y tengo poco pecho, pero el suficiente como para no poder sacarme la camiseta en el vestuario de los chicos, ni acudir a la piscina.

-¿Qué dice el tatuaje de su espalda?

-Son caracteres árabes. Significa «hazte el mundo diferente».

-¿Cómo comenzó el tránsito?

-Desde pequeño. Nunca me sentí una chica y peleé por llevar el pelo corto. A los 10 años pedí a mis padres ir al cole solo.

-¿Por?

-El colegio público estaba a siete kilómetros del pueblo, y en esa distancia, en el camino, se me abrían muchos espacios para nombrarme en masculino. Como jugaba muy bien al fútbol, se me leía como chico. Actuaba superbién; en realidad, el género es una performance en sí mismo.

-Ajá.

-Me inventaba nombres -Álex, Oliver- y, cuando me descubrían en un pueblo, buscaba otra pandilla en el de más allá y así. Siempre con angustia, «que no me pillen, que no me pillen». Tenía una identidad de chico, pero a escondidas, mintiendo. Estaba cagado. No hay mentira con final feliz; siempre me cazaban.

-O sea, en casa y en la escuela era Berta.

-Sí, y en mi tiempo libre me montaba otra vida, otros colegas. Todavía siento un cosquilleo interior cuando me nombran en masculino. Luego, a los 15 años, a través del mundillo del fútbol, me encontré con el lesbianismo y entendí que podían gustarme las chicas. Me encontré a gusto en ese ambiente, pero confundí orientación sexual con identidad.

-Qué pasó, entonces.

-Cuando vi la película Tomboy [narra la infancia de una niña transgénero], me sentí identificado enseguida con el protagonista y tuve ataques de ansiedad. Comencé la terapia, y fue un amigo quien me abrió las puertas del mundo trans.

-En casa, ¿cómo han respondido?

-Muy bien. Está siendo un proceso muy bonito junto a mis padres y hermanos.

-¿Le inquieta la intervención?

-Estoy nervioso. No se imagina cuánto he peleado. Entro en el quirófano por voluntad propia, pero también por presión social. Hablando claro, la sociedad aún no me ve como tío si tengo tetas.

-¿Por qué se puso Teo?

-Por una persona que me ayudó en el tránsito y porque el nombre me conecta con la ternura. Quiero que mi masculinidad tenga ternura, he elegido qué referentes tomaba de la masculinidad hegemónica.