Singapur pone las reglas

Marina Bay Sands 8 El gran complejo de ocio y turismo erigido en Singapur por la misma empresa que impulsa el proyecto Eurovegas.

Marina Bay Sands 8 El gran complejo de ocio y turismo erigido en Singapur por la misma empresa que impulsa el proyecto Eurovegas.

FRANCISCO JOSÉ MOYA
BARCELONA

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Las Vegas Sands Corporation, la empresa estadounidense que exige establecerse en un limbo legal para construir un complejo de casinos en el área de Barcelona, inauguró en el 2010 una ciudad del ocio en Singapur formada por varios edificios de lujo, incluyendo hoteles y centros de convenciones. Sin embargo, ese proceso fue diferente, porque Sands se presentó a un concurso público organizado por las autoridades locales. Y fueron estas las que impusieron sus reglas.

Un impulso para el turismo. Ese era el objetivo que perseguía el Gobierno de Singapur cuando autorizó, en el 2005, la instalación de dos casinos en su territorio. Tenía necesidades muy concretas: su economía se centraba en la industria, en las exportaciones y en el comercio, pero cojeaba en lo turístico.

Singapur es un estado llevado con mano dura. Por ejemplo, mantiene la pena de muerte por delitos como el tráfico de drogas. Y  ese autoritarismo se refleja en todos los ámbitos: no tirar de la cadena en un lavabo público es motivo de multa. El Gobierno vio en los casinos una vía de atraer turistas y dinero, aunque sabía que podían tener efectos no deseados en la sociedad: el estímulo de la ludopatía y de actividades paralelas, como la prostitución -legal en el país- y el crimen organizado. Un estado orgulloso de su baja tasa de criminalidad no quería eso. Así que dio vía libre a  la inauguración de los casinos en el 2010, pero sin bajar la guardia.

Exigencia y flexibilidad

Al concurso público de los casinos se presentaron las principales empresas del sector, como Wynn, MGM y Sands, el imperio del magnate Sheldon Adelson. Ganaron esta última, que construyó el Marina Bay Sands, y Genting, una empresa de Malasia, que se instaló en la isla de Sentosa.

Desde el principio, Singapur impuso condiciones. Por ejemplo, nada de apología del juego: prohibió la publicidad de los centros en la ciudad. Ni siquiera tienen grandes rótulos en el exterior como en Las Vegas. De hecho, oficialmente los complejos son «resorts integrados», no casinos. Además, las salas de juego han de ocupar menos del 5% de la superficie de los complejos comerciales y de ocio que los contienen.

Otra imposición es la que obliga a los singapurenses a pagar una disuasoria tasa de acceso de 60 euros al cambio cada vez que quieran entrar al casino. Los turistas entran gratis. También se creó una lista para que los familiares de ludópatas les inscriban y se les prohíba así el acceso a las salas de juego.

El Estado aprieta en lo social, pero no ahoga en lo económico. Por eso hizo concesiones. La primera fue en la ley antitabaco, tan restrictiva como la española. Ambos resorts insistieron en que, según algunos estudios, la mayoría de los jugadores fuman. Tras un año de negociaciones, Singapur transigió y permitió el tabaco en las salas, aunque obligó a preservar zonas para no fumadores.

En segundo lugar, les mejoró la fiscalidad. El 17% de retención general de los beneficios empresariales es del 15% para los casinos (5% sobre jugadores vip), a años luz del actual 55% en Catalunya. Finalmente, el Estado aseguró que en 10 años no concedería más licencias.

El objetivo del Gobierno se ha cubierto con creces. Las primeras estimaciones apuntan a que los resorts aportarán unos 1.600 millones de euros al PIB en el 2015. Y es que, de acuerdo con la Asociación Americana del Juego, en el 2012  los dos casinos del país ingresarán más que los 80 de Las Vegas.

El  turismo también es boyante. En el 2011 llegaron 13,2 millones de turistas, un 13,1%  más que en el 2010, y los ingresos crecieron un 17%. No se sabe cuánto se debe a los casinos, pero han influido.

En lo laboral, el país, con una tasa de paro del 2%, ve que va a necesitar más inmigración ante la demanda del emergente sector servicios. De momento, ambos resorts han creado unos 16.000 empleos.

Singapur ha diversificado un poco más su economía y se erige en destino turístico. También ha aumentado ligeramente la delincuencia, pero el país que no permite vender chicles porque ensucian va estar vigilante. Y, de momento, mantiene el control.