testigo directo

"La semilla de Puig Antich rebrota"

Múltiples actos en recuerdo del revolucionario anticapitalista confirman que su figura, lejos de menguar, se agranda. Hoy se cumplen 40 años de su ejecución y 'Más Periódico' ha pedido a Ricard de Vargas, historiador, poeta y compañero del mítico libertario en el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), un relato en primera persona que sitúe al personaje en su contexto histórico, apunte su carácter y analice la vigencia de sus ideales.

RICARD DE VARGAS alias 'El Llengües' y 'El Gafas', en el remodelado bar de Barcelona donde se reunía con Puig Antich.

RICARD DE VARGAS alias 'El Llengües' y 'El Gafas', en el remodelado bar de Barcelona donde se reunía con Puig Antich.

transcripción de Gemma tramullas

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Entre finales de los años 60 y principios de los 70 había, como ahora, una crisis muy fuerte del capitalismo. Toda una generación se rebelaba contra los clichés: estaban los Beatles, la contracultura, mayo del 68, los hippies… Se había puesto en marcha una revolución de la vida cotidiana. Empezaban las huelgas salvajes en Europa y había guerrillas y luchas de liberación por todas partes. En España, cuatro millones de campesinos emigraban a Catalunya, a Madrid, al País Vasco… y esta nueva clase obrera se convertía en el motor de todo.

la foto del mundo hacía pensar que todo se iba a la mierda y que la revolución era posible. Las personas que coincidimos en el MIL éramos jóvenes y creíamos que podíamos cambiar el mundo. Teníamos una formación bastante marxista, pero viajábamos mucho y estábamos en contacto con lo más nuevo y radical de Europa. Cogíamos lo que nos interesaba del anarquismo, del marxismo, del situacionismo… todo lo que reforzaba la autonomía obrera y la personal, porque no se trataba solo de luchar contra la opresión económica, sino de liberarnos de la dominación del capitalismo en todos los niveles de la vida cotidiana. Queríamos dirigir nosotros mismos nuestras vidas y construir una sociedad liberada.

A diferencia del resto de Europa, nosotros teníamos la tradición de los maquis anarquistas catalanes. Hubo más de 500 maquis muertos en Catalunya hasta 1963 y eso no se explica en las escuelas. Sin esta tradición anarquista posiblemente no hubiéramos recurrido a las armas. Atracábamos bancos con metralletas Stein y bombas de mano que venían de anarquistas del sur de Francia que habían luchado contra los nazis y dejábamos comunicados reivindicando que el dinero recuperado pertenecía a la clase obrera, que en sectores minoritarios se planteaba la legitimidad del recurso a la violencia.

La gente le da mucha importancia a los atracos porque hay armas y te juegas la vida, pero para nosotros solo era un medio para conseguir dinero para dos cosas: crear una biblioteca obrera y ayudar a los trabajadores despedidos y en huelga. Desde el siglo XIX existía una tradición de ateneos obreros y libertarios a donde los trabajadores iban a leer, a aprender y a discutir después de la fábrica, pero esto se cortó con la guerra y a finales de los años 60 había un vacío enorme de cultura obrera. El MIL empezó a actuar poco antes del verano de 1972 y la primera idea fue crear una biblioteca obrera para que los trabajadores se formaran y pudieran tener conocimiento de lo que estaba pasando en Europa. Esa fue la gran aportación del MIL y no las pistolas.

Salvador procedía de una familia que pertenecía a a lo que ahora se llamaría clase media y se matriculó en Económicas. Estaba en tercero y trabajaba en una oficina cuando lo dejó todo. Otros compañeros veníamos del mundo obrero y alguno de mayo del 68. Era una persona muy espontánea, jovial, alegre, generosa. Tenía nobleza de carácter y cuando estabas a su lado infundía una confianza y una seguridad enormes.

Hacía las cosas con ilusión, con alegría, con mucho amor y nos reíamos mucho.

Compaginábamos la vida militante con la diversión. No vivíamos para la revolución, sino que, conscientes de que vida solo hay una, aplicábamos la revolución en nuestra vida cotidiana. Salvador tenía una guitarra, cantaba y componía. Una vez dijo que se iba a Suiza a grabar unas canciones del Che Guevara y, como tardaba mucho en volver y nos tenía preocupados, fuimos a buscarle. ¡Resultó que estaba con una mujer! Todos nos encontramos alguna vez en la situación de tener que elegir y él volvió enseguida.

Aunque no llegamos a ser amigos, nos vimos muchas veces. Dentro del MIL yo estaba más vinculado a la biblioteca obrera Maig del 37 y él a los Grups Autònoms de Combat, que se dedicaban a las expropiaciones [atracos y robos en bancos, oficinas de correos y empresas], pero coincidíamos en las fábricas y en los barrios. Era una persona muy atenta a las necesidades y a las reclamaciones de la gente.

Solíamos encontrarnos en bares anónimos de Barcelona, vestidos como si fuéramos de familia acomodada, y casi nunca volvíamos al mismo lugar. Solo hubo un bar en la calle Praga, que todavía existe pero ha cambiado de dueños [en la fotografía pequeña], donde llegamos a encontrarnos hasta tres veces porque yo daba clases particulares de latín a una chica que vivía enfrente y podía verlo llegar desde el balcón. Recuerdo que en uno de estos encuentros me dijo que teníamos que editar unos casetes sobre el aborto libre y gratuito.

puig antich no era un loco que iba pegando tiros por ahí, atracando bancos. He recuperado una revista que las plataformas anticapitalistas -el sector más radical de comisiones obreras- publicaron poco después de su ejecución y donde se explica quién era:  «Se han dedicado a presentar a Puig como un terrorista, un atracador, como un delincuente común al que le gustaba robar y matar y que, llevado por estos sentimientos, llegó a asesinar a un guardia del orden.Es falso […] Puig era un amante de la paz y despreciaba la violencia. Si ha tenido que utilizarla es porque esta es la única arma eficaz que tenemos los trabajadores para sacudirnos de encima el yugo de la explotación y la opresión. ¿Puig ha asaltado bancos? Pues sí. Ha ido a recuperar una parte del dinero que los capitalistas nos roban cada día en el trabajo y en la tienda para que este dinero sirva para llevar adelante la lucha proletaria».

Tras el tiroteo de la calle Girona [25 de septiembre de 1973] en el que Puig Antich cae herido y un policía resulta muerto, salí volando de mi casa. Estuve 15 días oculto en el barrio de Gràcia y luego me fui dos o tres meses a Italia. Al volver, me integré en la Organització de Lluita Armada (OLLA), un grupo clandestino de trabajadores que al salir de la fábrica hacía sabotajes y atracos, y durante los meses que duró su detención en la Modelo volamos monumentos franquistas y ametrallamos comisarías.

Hicimos varios intentos por liberarlo. En una ocasión lo teníamos todo preparado para interceptar el vehículo en que lo trasladaban pero él nos comunicó, a través de su abogado, que no lo hiciéramos por dos motivos: no quería que se derramara sangre y pensaba que no lo matarían.

Nosotros también pensábamos que no lo matarían, porque a última hora hubo una presión internacional muy fuerte, pero estaba condenado de antemano. Sabíamos por varias fuentes que él no mató al policía en el tiroteo de la calle Girona y ahora el libro Salvador Puig Antich, caso abierto, de Jordi Panyella, refuerza la tesis de que falleció en el fuego cruzado con otros policías. El juicio fue una farsa. La policía y los militares querían venganza y estoy convencido de que gente del régimen franquista como Samaranch llamaron a Madrid y acordaron darles su cabeza. [Una de las hermanas de Puig Antich, Merçona, ha declarado ante una jueza de Buenos Aires que investiga los crímenes franquistas].

El 2 marzo de 1974 le ejecutaron en la cárcel Modelo. No permitieron a su abogado presenciar la ejecución, pero sí estuvieron presentes todos los miembros de la quinta brigada de la policía y los militares. Nunca sabremos exactamente qué pasó: no sabremos si lo torturaron, si le escupieron, cuánto le hicieron sufrir... Pone la piel de gallina.

Yo estaba clandestino y ni siquiera pude acercarme al cementerio. La sensación de tristeza y rabia era enorme. Lo recordaba vivo, jovial, ¡no podía estar muerto! Nos costó mucho aceptarlo. Finalmente, a mí me pillaron en noviembre de 1974. Pueden matar a las personas, a Puig Antich, a Oriol Solé Sugranyés, a los obreros, pero las ideas y el deseo de luchar no lo pueden matar.

LA EXPERIENCIA de la muerte de Puig Antich fue traumática. Luego vino la Transición y muchas cosas se callaron. Las fuerzas que se decían de izquierda se integraron en el sistema, reforzándolo, y la gente que había luchado y que tenía esperanzas de ruptura se decepcionó al ver que, en el fondo, no había cambiado nada. Esta frustración derivó en desilusión y muchos dejaron de transmitir el deseo de lucha a sus hijos, inculcándoles la idea de que no hay alternativa.

Sin embargo, la semilla de libertad que plantó Puig Antich y muchos otros de nuestra época siempre rebrota; puede que tarde un tiempo, puede que se salte varias generaciones, pero siempre renace. Nosotros no pudimos cambiar el mundo, pero aquella experiencia vuelve a tener vigencia hoy. Ahí están todos los proyectos autogestionarios, asamblearios y anticapitalistas: las cooperativas radicales, el movimiento okupa, la acción directa (como las ocupaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca), las CUP, la lucha de los trabajadores de Panrico… Los llaman antisistema, que parece sinónimo de terrorista, cuando el sistema es una puta mierda. ¡Pero si incluso los curas y las monjas dicen que están en contra del sistema!

La Comissió 40 anys de l'Assassinat de Puig

Antich organiza hoy un acto en el cementerio de Montjuïc (12.00 horas) y otro en Can Batlló (17.30) que reunirá a las hermanas Puig Antich, a exmiembros del MIL y a personas que, como nosotros, parten de la realidad para transformarla y crear alternativas poco a poco, desde abajo. La esencia es la misma, pero los revolucionarios de hoy tienen que encontrar su propio camino. Nosotros fuimos protagonistas de otra historia y ahora con metralletas no vas a ninguna parte. H