Rocío Schiavone: «Allí cambio el pijama de dentista por el de dormir»

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NÚRIA NAVARRO

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Después de trabajar todo el año en el ambulatorio de Magòria-La Campana, en la clínica de sus padres y en la universidad, la cirujana bucal Rocío Schiavone (Buenos Aires, 1986) está preparando la mochila para pasar sus vacaciones en el Caribe. El plan no es ponerse la pulsera del todo incluido en un hotelazo, sino internarse en zonas de República Dominicana y Haití donde nadie atiende la salud dental de nadie. Pertenece a Dentistas sin Fronteras [info@dentistassinfronteras.com] y los últimos cuatro veranos hizo lo mismo en Nicaragua y Perú.

Esta cirujana bucal invierte sus vacaciones en la salud dental de los olvidados de Haití y la República Dominicana.

-Seguir arreglando bocas en tiempo de descanso es una locura. ¡Es lo mejor que he hecho en mi vida! Al terminar la carrera, en verano del 2009, fui a Nicaragua y entendí las emociones extremas de gente que no se conoce de nada de Gran Hermano. Estás junto a otros 15 dentistas, voluntarios, trabajando a muerte, durante 24 horas, con una cola de pacientes esperando... Nunca me he cansado tanto y he tenido tanta energía. Es la época del año en la que menos duermes, menos comes -arroz con frijoles a todas horas- y más trabajas -allí paso del pijama azul al de dormir-, pero el espíritu es «qué más, qué más».

-¿Cuántas bocas tocan en un día? Unas 150; 3.000 en todo el proyecto. Las brigadas nos movemos. Cargamos la clínica encima, nos subimos a un camión o un bus, y nos instalamos en iglesias o patios de colegio. Solo necesitamos una silla de plástico. Los pacientes apoyan su cabeza en nuestra falda para las extracciones y los empastes y trabajamos con luces frontales como las de los espeleólogos.

-¿No les temen, como nosotros? Algunos tienen unas caries enormes y no dicen ni mu. Es muy heavy lo que aguantan. Aquí, con solo verte ya se tensan, y tienes que luchar con el prejuicio de que el dentista es alguien que te quiere timar.

-Allí lo hace gratis y hasta se paga el viaje. ¿Cuánto le cuesta ser solidaria?-Unos 2.000 euros, entre el billete y los hoteles del fin de semana. Hay gente que nos ayuda, pero poca. Invisalign nos dona 5.000 euros al año -que van íntegros a materiales- y Normon nos da muchos medicamentos.

-Son pocos efectivos, ¿verdad? Somos 10 miembros fijos. Este año van 13 voluntarios a República Dominicana. Dos grupos de 15 a Nicaragua; a la India, 15 más, y en Navidad, 20 irán a Senegal.

-Usted es la responsable del equipo de la República Dominicana y Haití. Sí. Hay toda una organización previa que es lo que menos me gusta, porque yo prefiero ir y arreglar bocas. Pero debo procurar que todo salga bien, que tengamos seguridad, planificar las intervenciones. La mayoría de voluntarios son recién licenciados, acostumbrados a trabajar cómodamente. Lo primero que aclaramos es que no son unas prácticas, que estamos para ayudar y no para coger soltura. La primera semana solo oigo: «Ro, aquí», «Ro, aquí». Luego todo va más fluido.

-¿Algún problema por ser mujer y llevar el timón? El segundo año en Nicaragua éramos cinco chicas y un chico en el equipo. Fuimos a trabajar a una cárcel y preguntaron por el responsable. Cuando dije que era yo, el hombre se dirigió igualmente al chico. Pero los pacientes no dicen nada.

-Es usted un ser fuera de lo común. Yo no lo veo así. De pequeña ya era la persona que, cuando llegaban los nuevos al colegio, iba corriendo a saludarles. Estuve un tiempo en Aldeas Infantiles en Montcada i Reixac ayudando con los deberes. Me ocupé de una niña de un centro de acogida. He donado mi melena a Mechones Solidarios para hacer pelucas para niñas con cáncer. Pero no lo hago con esfuerzo. Me sale.