Gente corriente

Peter Thomsen: "Necesito caminar para no sentirme como un zombi"

El síndrome de las piernas inquietas no le deja dormir ni amar. Su único alivio es caminar sin reposo por las rutas de peregrinos

«Necesito caminar para no sentirme como un zombi»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Sus ojillos extremadamente azules brillan en un rostro fatigado y tostado por las constantes caminatas bajo el sol. Peter Thomsen (Dinamarca, 1959) y su extraordinaria historia de búsqueda de una vida normal es uno de los platos fuertes del Grand Tour, una sugestiva iniciativa de Nau Côclea que invita al público a compartir con decenas de artistas un recorrido de 229 kilómetros a pie que empieza el 19 de agosto en L'Escala (www.elgrandtour.net). Durante el recorrido, la documentalista rumana Paula Onet rodará parte de su película 'Holy Blisters' ('Ampollas santas') sobre la vida de Peter.

-¿Cómo era usted de pequeño? Ahora vivo en una granja en la isla de Lolland, pero me crie en un pueblo de pescadores al sur de Copenhague. Era un niño soñador, tímido y muy bueno en matemáticas.

-¿Qué quería ser? ¿Cuál era su sueño? Nunca supe lo que quería; la mayoría de la gente tiene deseos, yo no. Trabajé desarrollando software, pero no me gustaba y estaba siempre agotado. He tenido una actitud pasiva hacia mi vida, dejé que este estado mental se convirtiera en lo normal y eso ha tenido graves consecuencias en mi vida.

-¿Por qué estaba siempre tan cansado? Porque no podía dormir. Desde los 15 años bebía mucho y ahora me doy cuenta de que lo hacía para poder dormir. El alcohol me ha servido para no volverme loco, pero no es la solución, porque no puedo controlarlo.

-¿Qué le ocurre a la hora de acostarse? Me siento y me quedo mirando la pared, hasta que me meto en la cama con la esperanza de poder dormir. Pero cuando cierro los ojos siento un irresistible deseo de mover las piernas, una irritación que empieza en los pies y va subiendo hasta que me obliga a levantarme y ponerme a andar. Así noche tras noche. Cuando no duermes te sientes como un zombi, aislado de la realidad. Es como tener una pecera en la cabeza y todas las emociones ahogadas.

-¿Ahora mismo se siente así? Sí, porque llevo varias noches sin dormir. Usted no se da cuenta, pero para mí usted no está aquí, no está en mi mundo. Me siento viejo por dentro. Mi padre también tenía graves problemas para dormir y murió a los 59 años, pero a él nunca le dieron un diagnóstico.

-A usted le diagnosticaron después de muchos años de medicarle erróneamente contra la depresión. En el 2008 me dijeron que tenía el síndrome de las piernas inquietas y al principio la nueva medicación funcionó muy bien. Fue como renacer, volvía a tener energía y a sentir cosas. Pero el cuerpo se acostumbra a las pastillas. Sigo tomándolas, porque si no sería peor, pero duermo poco.

-Andar a buen ritmo es parte de la receta médica, pero no vale cualquier camino. Una noche estaba en el sofá sin poder dormir y tuve una revelación: «Primero llega el perdón y luego la comprensión». Una corriente de energía atravesó mi cuerpo y me sentí totalmente conectado con algo superior. No soy creyente, pero desde entonces tampoco puedo negar a Dios. Empecé a caminar para recuperar esa experiencia espiritual de conexión total, por eso voy por rutas de peregrinación milenarias.

-¿Ha vuelto a sentir aquella conexión? No con la misma intensidad, pero necesito caminar para no sentirme un zombi. En invierno del 2012 hice el Camino de Santiago francés y estaba superfeliz, me dio mucha energía positiva. En el 2013 hice la Vía Francigena, que va de Canterbury a Roma, y al año siguiente empecé a caminar desde mi casa, en Dinamarca, hasta Santiago. Durante aquel viaje conocí a una mujer y nos enamoramos profundamente. Me instalé en su casa, pero al dejar de caminar mi estado empeoró, dejé de dormir y volví a entrar en modo zombi.

-Mantener una relación es casi imposible. Intenté salvar la relación continuando mi camino hacia Santiago, pero ella la terminó por Facebook. Llevaba 13 años sobrio y aquel día volví a beber y a fumar, pero seguí caminando hasta Finisterre. Sigo caminando, no tengo elección.