EL FENÓMENO DE LOS SORTEOS POPULARES

De la nevera al kit erótico

Dos estríperes, en la quina erótica de La Selva de Mar, el pasado sábado.

Dos estríperes, en la quina erótica de La Selva de Mar, el pasado sábado.

F. C. / GARRIGÀS

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El sábado pasado se celebraron dos quinas en el Alt Empordà muy diferentes entre sí en todos los aspectos, ya que mientras una era multitudinaria y se podía obtener una nevera de premio, la otra se desarrolló en un ambiente más reducido y con la posibilidad de ganar desde una muñeca hinchable a un «kit pajillero», con revistas porno y papel higénico.

La quina de Garrigàs puede incluirse en las de primera división, porque en este pueblo de 400 habitantes son unos auténticos profesionales de este sorteo tradicional, al que hace muchos años que dedican sus esfuerzos. Cuando llegas con el coche, un vigilante te indica dónde debes estacionar (hay dos aparcamientos, uno al lado del local social y otro en un campo próximo). Antes de entrar en el local social, puedes comprar los cartones (a 10 euros) en una pequeña taquilla que hay fuera del recinto. Para asegurar la asistencia, se permite reservar mesa.

El local es muy amplio (con capacidad para unas 600 personas) y desde cualquier punto se puede divisar el escenario en el que, a modo de tómbola, se exhiben bien alineados los flamantes premios. El servicio de megafonía es impecable y hay un marcador (manual, eso sí) en el que se muestran los números que van saliendo para que no haya equívocos. Uno de los 'cantaires' de las bolas es el propio alcalde, Josep Masoliver, lo que no deja de ser una garantía de imparcialidad para los participantes en el juego.

'Estelada' y zanahorias

En el otro extremo, y a unos 40 kilómetros de distancia, Pep Marès, secretario del CF Selvatans de La Selva de Mar, hace girar un pequeño bombo con los números de la quina, sentado ante una mesa sobre un escenario decorado con una estelada y varios manojos de zanahorias por el suelo. En el local social de Els Estudis, bastante más pequeño que el de Garrigàs, un centenar de personas marcan con judías los números de sus cartones a la espera de conseguir algunos de los premios eróticos que se exponen en el escenario (muñecas hinchables, bolas chinas, geles lubricantes, ropa interior comestible, balas vibradoras, entre otros).

La mayoría son jóvenes, pero también hay mesas con personas mayores, que, además, serán los más afortunados. Entre ellos se sienta una vecina del pueblo que tiene la suerte de cara, ya que acapara tres de los grandes premios, entre ellos un muñeco hinchable (el Pepitu) y una bala vibradora. Como la experiencia siempre es un grado, la afortunada es muy pedagógica a la hora de explicarle a una joven para qué sirve el artilugio. «Sí, nena, es eso que te metes en lugar del dedo», aclara.

A media quina, dos jóvenes con cuerpos danone entran en el local acaparando todas las miradas. No les hace falta ninguna presentación: con ese aspecto de modelos solo puede tratarse de los estríperes. Y así es. El fornido policía y su atractiva cómplice suben poco después al escenario, en lo que es el número más esperado de la quina. Tras la función y el sorteo, las malas lenguas comentan que la bala de la Dioni finalmente ha ido a parar a manos de una jovencita.