Gente corriente

José Tolentino: "La amistad es el arte de la paz, un imprescindible"

El concepto de amistad que difunde este cura y poeta portugués abarca todo el espectro humano

«La amistad es el arte de la paz, un imprescindible»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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El poeta y prosista portugués Eugénio de Andrade (1923-2005) se declaró siempre agnóstico y anticlerical. Pero a su amigo José Tolentino Mendonça (Madeira, 1965) le confesó un día: «Soy anticlerical excepto cuando estoy contigo». La poesía y la humanidad que desprende la Biblia forjaron su sólida amistad. Invitado por el Ateneu Universitari Sant Pacià, Tolentino aterrizó la semana pasada en Barcelona para hablar del concepto de amistad, la poderosa herramienta relacional, con un potencial humanizador que, a juzgar por el enfoque de este sacerdote también poeta, supera incluso el del amor.

-¿Puede haber algo superior al amor? No se puede absolutizar, pues también en el amor hay respeto al otro y gratuidad absoluta, pero la tendencia del amor es la del todo o nada; es un deseo de totalidad, de fusión, un deseo ilimitado de conocer al otro, de saberlo todo de él. En el discurso religioso lo hemos basado todo en el amor.

-¿Y no debería haber sido así? Hablo de teología de la amistad porque la amistad es una entrada a aclarar la relación posible de Dios con el hombre y al revés.

-¿Qué es lo que aclara en ello la amistad? La amistad respeta el límite del otro. No tengo que saberlo todo de él, ni estar siempre presente, su fuerza permanece pese a la distancia. En la amistad no deseas ni el cambio del otro, ni la fusión con él. La teología de la amistad coloca la cuestión de Dios en una realidad concreta, en la que nuestras limitaciones no son un impedimento para la fe sino la condición normal. Dios no invade la historia que nosotros construimos, la respeta como a nuestra libertad.

-Pero el castigo, el infierno... todo eso también lo ha postulado mucho la Iglesia. De ahí la importancia del enfoque en la amistad, que da serenidad y tranquilidad. He visto a muchos creyentes angustiados por el peso de tanta culpa. Dios, al fin y al cabo, permanece desconocido, y nosotros, vulnerables e imperfectos. Esa es la condición de los amigos: la amistad se da a pesar de que se puedan mantener misterios sobre el otro y de las limitaciones y la vulnerabilidad propias. La teología de la amistad es un tema precioso que acompaña la historia de la humanidad y de Occidente.

-Más allá de las religiones... ¿no? Gracias a Dios, la experiencia de la humanidad es la experiencia del código humano. La amistad nos auxilia y nos lleva a aprender de y con nuestros semejantes.

-¿Qué aprendemos con ella? La amistad es una escuela de silencio, pues el silencio del amigo no resulta embarazoso; es también escuela de confianza y apertura, y es escuela de gratitud. Los amigos nos enseñan a agradecer, incluso lo que no recibimos, por la oportunidad que supone para crecer y desarrollarse.

-¿En la familia también funciona así? La familia debe ser un gran laboratorio de amistad y debe favorecer su práctica. Un amigo es un hermano que nosotros elegimos. Pero si elegimos a los hermanos de sangre como amigos, estos serán doblemente hermanos.

-¿Y en pareja, qué labor tiene la amistad? Es una forma de aceptación radical, un modo de hospitalidad que no pide nada pero que tiene las puertas abiertas a lo que el otro puede dar en aquel momento. En la pareja, la amistad es una escuela de respeto y paciencia, sus trazos esenciales.

-Habría que rociar de amistad muchos hogares y países enteros, pues... La amistad es el arte de la paz, un imprescindible en la calidad de las relaciones entre nuestras sociedades. Y ese arte de la amistad debe ser llevado al plano político, para escucharnos mejor y practicar el perdón y la humildad; y sería un gran remedio para la violencia de género.