Nueva polémica en los institutos

La jornada intensiva divide a docentes y padres de la ESO

Alumnos de cuarto de ESO en el instituto Front Marítim del Poblenou de BCN, en febrero pasado.

Alumnos de cuarto de ESO en el instituto Front Marítim del Poblenou de BCN, en febrero pasado.

   MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La posibilidad, abierta por la Conselleria de Ensenyament, de que algunos institutos implanten el próximo curso la jornada intensiva -es decir, que concentren las clases durante la mañana sin interrumpirlas al mediodía para la comida, de forma que las tardes queden libres- ya ha empezado a suscitar la más que previsible discordia entre profesores y familiares de alumnos. También, y estas ya no eran tan previsibles, ha provocado tensiones entre los propios docentes y entre familias de un mismo centro. La medida opcional, que algunos interpretan como un nuevo recorte encubierto, se aplica ya en toda España excepto en Euskadi y en Catalunya, donde algunos sindicatos de profesores la reclaman con la misma contundencia con la que las asociaciones de padres la rechazan.

Aunque el debate es antiguo, la crisis económica ha vuelto a poner el asunto de actualidad. La jornada intensiva, dicen sus partidarios, ayudaría a los centros a reducir costes (ya que estarían cerrados por la tarde) y, además, las familias podrían ahorrarse de paso las cuotas de los comedores escolares.

La Generalitat, que hasta el momento no había estado por la labor, se muestra ahora «receptiva» a las peticiones que le puedan llegar, admiten fuentes de laconselleria que dirige Irene Rigau. La semana pasada anunció que el año próximo los centros de secundaria podrán cerrar hasta tres tardes a la semana (en lugar de las dos actuales). Y autorizará la jornada intensiva a los que presenten «un proyecto pedagógico adecuado» y alcancen «el consenso del ámbito educativo». Claustros y consejos escolares de muchos institutos empiezan a planteárselo en serio.

NO SIN CONSENSO / «La única medida que puede ayudar a amortiguar el impacto inevitable de los recortes es la jornada continuada en secundaria», esgrime la Associació Sindical de Professors d'Ensenyament Públic de Catalunya (Aspepc), que asegura que ya son casi 250 los institutos catalanes que la han solicitado. O lo que es lo mismo, un 44% del total de centros públicos donde se imparte la ESO. En un buen número de ellos, la dirección anda en conversaciones con las ampas, para tratar de convencerlas.

«Antes de llevar cualquier cambio a la práctica, y más si es uno como este, que difícilmente tendrá marcha atrás, se tendría que pensar en cuál es el presupuesto y si cuenta con el consenso suficiente. ¡Que no vuelva a ocurrir lo que pasó con la semana blanca, que ocasionó un montón de problemas de conciliación laboral y familiar y que, al final, solo se aplicó durante un año!», advierte Àlex Castillo, vicepresidente de la Federació d'Associacions de Mares i Pares d'Alumnes de Catalunya (Fapac).

También hablan de consenso otros muchos profesores. «Evidentemente, la jornada compactada supondría una mejora profesional importante para los docentes, porque nos arregla la conciliación. Pero no se puede aplicar a cualquier precio, sin tener en cuenta a las familias», objeta Montse Ros, responsable de enseñanza de CCOO de Catalunya.

Las ampas ven ya casi como inevitable que muchos institutos acaben implantando la jornada intensiva en septiembre, aunque la medida requiere el permiso de Ensenyament. «Nos consta que el Govern no cree demasiado en esta fórmula, pero la coyuntura actual puede propiciar su aplicación», lamenta Castillo.

ESTUDIAR CASO POR CASO / Hasta aquí las razones de profesores y padres. Todos ellos apelando a la conciliación. Pero, ¿y los alumnos? ¿Qué ventajas y qué inconvenientes tiene la jornada intensiva, desde el punto de vista pedagógico? «Habría que analizar la necesidad centro por centro, saber qué actividades se proponen y cómo se organiza el centro», reflexiona Fabricio Caivano, pedagogo y periodista especializado en estos temas. A priori, Caivano se proclama partidario del «aprendizaje intensivo, porque es mejor concentrar el espacio cognitivo y luego dejar reposar los conocimientos adquiridos», aunque insiste en la necesidad de «revisar previamente los contenidos que se van a impartir, ya que no deberían ser como los actuales». «Los padres han de dejar de ver el instituto como un aparcamiento», agrega. También Ferran Ferrer, catedrático de Pedagogía Sistemática y Social de la UAB, apuesta «porque los centros tengan cierto margen de maniobra» en este asunto. Con todo, la implantación de la jornada intensiva «debería tener en cuenta al menos dos cuestiones: que haya periodos de descanso suficientes y que, tras las clases regulares de la mañana, se ofrezcan apoyos pedagógicos a quienes los precisen», señala Ferrer. En cambio, claramente en contra de la concentración de horas de clase, Francesc Imbernon, profesor de Didactica y Organización Educativa en la UB, argumenta dos razones de peso, que le conducen a una rotunda conclusión. «Puestos a recortar, que no lo hagan con una medida que acabaría aumentando el fracaso escolar y que terminarían pagando los chicos, ya que tendrían que madrugar más, por lo que llegarían más cansados a última hora, y además verían aumentada la carga de deberes».