EL PAPEL DE LOS PADRES EN LA ETAPA MÁS COMPLEJA DE LA VIDA

¿Qué sé de mi hijo?

Alumnos de una clase de cuarto de ESO de un instituto de Terrassa.

Alumnos de una clase de cuarto de ESO de un instituto de Terrassa. / periodico

C. MÁRQUEZ DANIEL / M. J. IBÁÑEZ / BARCELONA

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La adolescencia, esa etapa vital en la que uno transita entre la infancia y la edad adulta, entre el bocata del patio y el sueño de conducir. La adolescencia es, tal vez, el momento más complicado en la relación con los padres, cuando todo suena a persecución, a fiscal en casa. Aunque se trate de un suceso absolutamente excepcional, la muerte de un profesor este lunes a manos de un alumno de 13 años en un instituto de Barcelona ha hecho que muchos progenitores se pregunten: ¿Qué sabemos de nuestros hijos? ¿Hastá dónde debemos saber? ¿Nos lo deben contar todo? ¿Hastá qué punto hay que controlarlos? Los expertos coinciden en la necesidad de tratarlos, no tanto como mayores o menores, sino como personas, seres con entidad propia que merecen su espacio, su intimidad. Confianza. Y pasar de la autoridad al ejemplo; del interrogatorio al diálogo.

El psicólogo y educador Jaume Funes modifica la pregunta para plantear si es necesario que los padres lo observen todo. Es consciente de que es un momento de la vida en el que se impone el escapismo, la voluntad de esconder cosas. «De hecho, todos los seres humanos, jóvenes y adultos, tenemos un punto ciego, no somos transparentes... Llega un momento, cuando se es niño, en que uno se da cuenta de que puede engañar a sus padres, ocultarles cosas, y eso se mantiene el resto de la vida», reflexiona José Ramón Ubieto, profesor de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Por eso, reanuda Funes, cuando se trata con adolescentes conviene «interesarse en lo que les hace felices, no cotillear de manera gratuita ni interrogar de forma inadecuada». «Ellos -prosigue- deben construir su intimidad, y nosotros, los padres, debemos aceptar que es imprescindible que tengan una esfera singular relativamente opaca. Podemos observar a nuestro hijo, seguirle con atención, pero desde una distancia relativa, buscando el equilibrio entre intimidad y control parental».

«El día en que nuestro hijo cierra la puerta de su habitación, porque quiere estar solo, es cuando deja de ser un niño, es el test que nos confirma que ha dado el paso de la infancia a la adolescencia», señala Ubieto, que considera determinante que los padres tengan en cuenta que, además «los chicos están en una etapa de cambios hormonales, en que el cuerpo marca muchas reacciones, en que descubren su sexualidad y empiezan a observarse para ver si se gustan y si gustan a los demás».

RECONOCIMIENTO SOCIAL / Es una etapa, añade Joel Feliu, profesor de Psicología Social de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), en la que el ser humano «empieza a ser reconocido como persona dentro de la sociedad», y eso requiere de los mayores «generar espacios de confianza para comunicarse».

¿Cómo te ganas el favor de un joven para dialogar sin obstáculos? No es ninguna tontería, dicen los expertos, que sean los padres los primeros en romper el hielo, en compartir su propia adolescencia y explicar las cosas que les sucedían a esa edad. Y, sobre todo, cómo solucionaban los problemas. «No podemos convertir el hogar en una comisaría; el padre es el primero que debe abrirse», defiende Funes. «Es difícil generar esa confianza si exigimos que nos hablen pero nosotros no contamos nada», añade Feliu. «Cada vez les ofrecemos más objetos, pero tendríamos que darles también más testimonios», remacha Ubieto.

Coinciden en que la autoridad gratuita, la que no razona y se basa en las órdenes sin discusión, solo generan conflicto y distancia. Más aún si se trata de un adolescente al que en un mismo día se le exige como a un adulto y se le prohíbe como a un niño. En esta etapa entre dos aguas, arguyen los psicólogos y sociólogos, se impone el ejemplo, la educación desde la práctica, la acción. «El elemento clave para la formación de los hijos es, sin duda, el clima interno que de la familia. Es mucho más importante, incluso, que la estructura que tiene esa familia. Con eso me refiero a si es monoparental, agregada o con los dos padres del mismo sexo», subraya Javier Elzo, sociólogo de la Universidad de Deusto.

Elzo, que lleva años investigando esta compleja etapa de la vida, dirigió hace un tiempo, por encargo de la Fundació Jaume Bofill, un estudio sobre los modelos de familias en Catalunya y las relaciones que los adultos y sus hijos mantienen en el seno de las unidades familiares. «Fue curioso comprobar, por ejemplo, que las familias denominadas progresistas, gente con bastantes recursos económicos pero que delegan la educación de sus hijos en personas ajenas, son de las que peor conocen a sus hijos y de las que tienen más conflictos con ellos», destaca el sociólogo vasco. Eso se nota particularmente en la adolescencia, «cuando llega también el fracaso escolar de los hijos».

RENOVACIÓN CONSTANTE / Y además de ser unos padres que se conviertan en referente de vida, es obligatorio renovarse, prestar atención a los cambios constantes que experimenta su conducta y su manera de ver las cosas, que tiene mucho que ver con los avances y el uso que hacen de la tecnología. «Debemos tener claro que lo que recomendamos hoy es probable que no valga mañana, porque habrá salido una aplicación o un chat que convierte lo otro en obsoleto», apunta el psicólogo de la UAB.

Algo parecido ocurre cuando hablamos de drogas. «Ahora, con la visibilidad que está adquiriendo el consumo del cannabis y el alcohol, lo preocupante para los padres ya no debería de ser si su hijo se convierte en un adicto, sino lo que le puede pasar al chico mientras está bajo los efectos de esas drogas», avisa Jordi Bernabeu, psicólogo del servicio de Salud Pública del Ayuntamiento de Granollers y profesor de Educación Social en la Universitat de Vic. «Los padres vienen de un mundo en el que las drogas eran las sobredosis, la heroína y la cocaína. Todo eso los adolescentes ya no lo han vivido». Lo que hacen los chavales, en cambio, «es experimentar, posiblemente de forma cada vez más temprana, pero el índice de consumidores regulares es inferior al de hace unos años», indica. Una vez más, ¿qué han de hacer los padres? «Pues como en el resto de las cosas: hacerles ver cuáles son las consecuencias, darles información para que los adolescentes sean responsables, pero, eso sí, respetar su autonomía», insiste Bernabeu.