LA DECISIÓN DE MORIR

Eutanasia, ¿estamos preparados?

Varias iniciativas parlamentarias han vuelto a poner sobre la mesa el debate de la eutanasia. Considerado un tabú durante años, hoy son muchas las voces que opinan que la sociedad ha madurado y está preparada para afrontar su legalización. Nadie quiere hablar de la muerte, pero todos quieren evitar el dolor.

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POR JUAN FERNÁNDEZ

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El 12 de enero del 2018 se cumplirán 20  años de la muerte de Ramón Sampedro, el marino gallego aquejado de tetraplejia que puso voz y rostro en este país al debate de la eutanasia. A lo largo de estas dos décadas, el derecho a morir dignamente ha seguido siendo un asunto de discusión tan incómodo e inevitable –al fin y al cabo, todos vamos a fallecer algún día, y nadie puede garantizar en qué condiciones lo hará– como difícil de resolver. Una patata caliente que los políticos se han ido pasando de mano en mano, legislatura tras legislatura, sin atreverse a afrontar. Un objeto de controversia en el que los grandes discursos y las charlas de salón enmudecen ante el testimonio de alguien que afronta la etapa final de una enfermedad mortal o padece una dolencia incurable con dolores insoportables y afirma que no quiere seguir viviendo.

En estos 20 años, la sociedad se ha ido acordando del debate de la eutanasia al calor de los nuevos Ramón Sampedro que saltaban a los medios para olvidarse del asunto tan pronto se deshacía el impacto que estas historias causaban en la población. No fueron noticia, en cambio, los incontables casos de ciudadanos anónimos, desahuciados por la medicina, que quisieron elegir entre la incertidumbre de una agonía larga y llena de sufrimiento y la seguridad de una muerte rápida e indolora, y no pudieron.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"Los conceptos","text":"Cesaci\u00f3n del esfuerzo terap\u00e9utico. La Ley de Autonom\u00eda del Paciente del 2002 concede a los pacientes sin posibilidad de curaci\u00f3n, o a sus representantes, el derecho a renunciar a cualquier tratamiento que suponga un alargamiento de su vida mediante recursos artificiales, como la ventilaci\u00f3n mec\u00e1nica, la reanimaci\u00f3n cardiopulmonar o la nutrici\u00f3n artificial. Catalunya inaugur\u00f3 en el 2000 el primer registro de este tipo de toda Espa\u00f1a. Hasta 2015 se hab\u00edan inscrito en \u00e9l 68.685 catalanes."}}

CASCADA DE INICIATIVAS

A esta demanda social pendiente de ser atendida puede haberle llegado su hora. O no: va a depender de la voluntad de los políticos. La última noticia en el debate público de la eutanasia no tiene que ver con el testimonio de ningún enfermo terminal que haya pedido ayuda para quitarse la vida, sino con una cascada de iniciativas parlamentarias que han puesto de nuevo sobre la mesa esta cuestión, ahora con un especial brío. El 18 de enero, Unidos Podemos presentó en el Congreso una proposición de Ley para legalizar la eutanasia. Diez días más tarde, el Parlament de Catalunya aprobaba por mayoría –con el único voto en contra del PP y la abstención de Ciutadans– una propuesta para instar al Congreso a despenalizar esta práctica.

SUFRIMIENTO SEVERO

Estas dos iniciativas han coincidido en el tiempo con la presentación por parte de Ciudadanos –en diciembre del año pasado– y el PSOE –el pasado 7 de febrero– de sendos proyectos de ley para regular el derecho a la muerte digna y universalizar los cuidados paliativos. Aunque estas dos proposiciones no hablan en ningún momento de eutanasia ni de suicidio asistido, se suman al debate público que intenta resolver la difícil cuestión del tránsito de la vida a la muerte cuando este se da en una situación de sufrimiento severo y evitable. ¿Le ha llegado la hora a la eutanasia en este país? ¿Estamos preparados para ella?

Responder a esta pregunta es tan complicado como intentar tasar una demanda social que acostumbra a vivirse en el ámbito privado y cuya sola mención provoca carraspeos y suspiros. A nadie le gusta hablar de la muerte. La única pista que hay para saber el grado de aceptación popular de la eutanasia es la encuesta que elaboró el CIS en 2009, según la cual el 73% de la población estaría a favor de su legalización. Más recientemente, en 2015, un estudio europeo de Ipsos para la revista 'The Economist' elevaba ese porcentaje al 79%.

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Parece un apoyo más que significativo, pero contra quienes advierten de que los gobiernos no pueden legislar a golpe de encuesta, los que están habituados a tratar con solicitantes de esta práctica introducen matices con carne y hueso. "La percepción de la eutanasia cambia cuando te toca de cerca. El día que ves a un ser querido padeciendo una agonía dolorosa y prolongada antes de morir, entiendes que no tienes derecho a obligarle a pasar por ese sufrimiento si él no lo desea", explica Isabel Alonso, presidenta de la asociación Dret a Morir Dignament

Este colectivo lleva abanderando la lucha por la despenalización de la eutanasia desde hace más de 30 años y ha sido testigo de la evolución que ha experimentado la sociedad ante a este debate. "Las consultas no han parado de crecer. Últimamente, mucha gente nos pregunta cómo puede ir a Suiza para quitarse la vida legalmente y con garantías. Es escandaloso que hoy haya ciudadanos viajando a Suiza para suicidarse igual que las embarazadas iban a Londres en los años 60 para abortar", destaca Alonso. 

DERECHO, NO OBLIGACIÓN

¿Qué ha cambiado para que algo que antes era casi un tabú hoy se convierta en materia de debate parlamentario? En opinión de la experta en bioética Núria Terribas, lo que ha cambiado es la sociedad. "La gente ha madurado y ha entendido que las personas, en determinadas circunstancias, tienen derecho a pedir el final de su vida, y que una ley de eutanasia no obligaría a nadie, solo daría seguridad jurídica a quien elija ese camino", dice la presidenta de la Fundación Grifols, miembro del comité de asesores que ha orientado a Unidos Podemos en la elaboración de su proyecto de ley.

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La propuesta de la formación de Pablo Iglesias es definida por Terribas como "garantista y prudente". Si se aprobara tal y como ha llegado al Congreso, solo podrían solicitar la eutanasia los mayores de 18 años, o menores emancipados, que sufrieran una enfermedad terminal incurable o fueran víctima de dolores físicos y psíquicos intolerables. La petición debería hacerse en dos ocasiones, dejando por medio un margen de 15 días, y serían los médicos y psicólogos los encargados de aprobarla o denegarla. La norma contempla la objeción de conciencia para aquellos facultativos que no quieran participar. 

"Estas garantías pretenden reflejar el amplio consenso que hay en la sociedad sobre este tema. La gente no sale a manifestarse a la calle pidiendo la eutanasia, porque es un asunto muy íntimo y privado, y del que cuesta hablar, pero esta demanda existe", razona Eva García Sempere, diputada de Unidos Podemos que ha participado en la elaboración de la ley. 

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El destino final de esta iniciativa, así como la del Parlament de Catalunya, va a depender del acuerdo que alcancen los grupos políticos, y esa cuestión, a estas horas, no está clara. "No nos negamos a hablar de eutanasia, pero antes hay que abrir el debate en la sociedad. Ahora mismo, lo urgente es regular los tratamientos paliativos. Son temas diferentes", señala Pepe Martínez Olmos, senador socialista que ha participado en la elaboración de la proposición de ley sobre "el proceso final de la vida" presentada por el PSOE.

VOTO DE CONCIENCIA

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De forma parecida piensa Francisco Igea, el diputado de Ciudadanos que presentó la propuesta de esta formación. "El suicidio asistido no es un asunto médico, sino de derechos. Una ley de eutanasia seguiría dejando desatendida a la gente que muere en los hospitales sin tratamientos paliativos adecuados, sin respeto a su voluntad y sin intimidad", subraya. Su grupo no ha decidido aún qué postura adoptará cuando se discutan en el Congreso las propuestas de Podemos y del Parlament, pero si se permite el voto en conciencia. Igea, médico de profesión, tiene el suyo muy claro: "Votaría en contra. Sé por experiencia que los diagnósticos a veces fallan, y la eutanasia no puede ser nunca una solución, porque es irreversible", opina.

EN EL CAJÓN DEL PP

En el PP tampoco quieren adelantar qué argumentos defenderán cuando se produzca el debate. En el último congreso del partido, la cuestión de la eutanasia se guardó en el cajón de los asuntos que necesitan una reflexión más profunda. "Que se hable de eutanasia en sede parlamentaria ya es un logro para los que llevamos años reclamando este derecho. Ahora les toca a los políticos exponer sus razones y retratarse", destaca el doctor Luis Montes, presidente federal de la asociación Derecho a Morir Dignamente

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Frente a quienes se oponen a la legalización por temor a que tenga un 'efecto llamada' y haga que se disparen los suicidios, Montes sostiene que su consecuencia sería la contraria: "Esta ley serviría para regular las eutanasias que hoy se practican de forma clandestina y para que muchos de los suicidios que cada día se cometen de mala manera, se hagan de forma adecuada", valora el facultativo.

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Lejos de los parlamentos y los foros políticos, en las unidades de paliativos y las consultas médicas, la de la eutanasia no es una cuestión teórica, sino práctica y urgente. Tan urgente como la decisión que tuvo que tomar el doctor Marcos Ariel Hourmann aquel día del 2005 en que apareció por su consulta del hospital comarcal de Móra d’Ebre (Ribera d’Ebre) Carmen Cortiella, una anciana de 82 años que llegó en estado terminal. Junto al tratamiento paliativo que le aplicó el médico, también le administró cloruro potásico, lo que le provocó la muerte. 

CALVARIO LABORAL Y PERSONAL

La honestidad con que el doctor Hourmann reflejó en el parte médico aquella decisión le costó el empleo. "Hice lo correcto, lo humano, pero hoy no lo volvería a hacer, porque me ha arruinado la vida. He pagado un precio demasiado alto", reconoce el primer médico condenado por aplicar la eutanasia en España, quien desde ese día ha estado soportando un verdadero calvario laboral y personal. 

La ley, caso de aprobarse, llega tarde para Andrés Iniesta, un barcelonés de 95 años que, a esas alturas de su vida y tras asistir a la muerte de su esposa, había decidido que ya lo había visto todo y era hora de marcharse. "El año pasado, después de dos intentos frustrados de suicidio, falleció justo como él quería evitar: en la cama, tras una agonía de tres días y sufriendo", cuenta su nieta. 

Fernando Sánchez le queda aún mucha vida por delante. Tiene 48 años, es psicólogo y forma parte de un grupo de danza integral de Barcelona. Al igual que Ramón Sampedro, también padece una tetraplejia desde hace 30 años y está a favor de que se legalice la eutanasia, pero no la reclama para él. De hecho, es un activista de la dignificación de las personas con diversidad funcional y distingue entre su situación física y su demanda. 

LA FRAGILIDAD DE LA VIDA

"Mi apoyo a la eutanasia no tiene que ver con la silla de ruedas, sino con la exigencia de un derecho que considero fundamental", afirma Fernando Sánchez. Y añade: "Mi experiencia me ha llevado a ser consciente de lo frágil que es la vida y eso me hace valorarla más. Por eso, quiero ser yo, y no otros, quien disponga de ella". 

Lejos de la refriega política, en la calle y los hospitales, el debate de la eutanasia lo encarnan testimonios y reflexiones crudos como la muerte de la que nadie desea hablar.