España aborda la mayor misión de investigación marina de su historia

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 13 de febrero del 2011

El comandante Aguilar y el científico Jordi Dachs, en el 'Hespérides'

El comandante Aguilar y el científico Jordi Dachs, en el 'Hespérides'

LUIS MAURI
A BORDO DEL 'HESPÉRIDES' / E. ESPECIAL

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Tras doblar el cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, y dejar a popa el Atlántico, el buque oceanográfico español Hespérides ya recoge muestras en aguas del Índico, el más desconocido de los océanos. Es la primera vez que una misión científica española explora esta inmensa masa de agua que se interpone entre África, Asia y Australia. No es esta la única marca de la que presume la Expedición Malaspina, bautizada así en honor del navegante que en el siglo XVIII recorrió todos los dominios españoles de ultramar. Es también el mayor proyecto de investigación oceanográfica de la historia de España.

Así lo recalca, con orgullo indisimulado, el catalán Jordi Dachs, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y jefe de la tercera etapa de la expedición, entre Ciudad del Cabo (Suráfrica) y Perth (Australia), en la que se ha enrolado EL PERIÓDICO.

El Hespérides comenzó esta misión el pasado 14 de diciembre en Cádiz y la concluirá el próximo 14 de julio en Cartagena. Entre medio, habrá circunnavegado el planeta haciendo escalas en Río de Janeiro, Ciudad del Cabo, Perth, Sídney, Auckland, Honolulú, Panamá y Cartagena de Indias. Unos 400 científicos de todo el mundo (250 de ellos, españoles, y de estos, 38 catalanes) y 57 marinos de la Armada española participan en la expedición científica. El objetivo de la misión es evaluar con la máxima precisión posible el impacto del calentamiento global sobre los océanos y explorar de forma específica la biodiversidad en las aguas más profundas.

PROFUNDIDADES IGNOTAS / «Conocemos pocas cosas del ecosistema de las profundidades marinas», explica Dachs. «La gran mayoría de los análisis científicos existentes se han hecho a no más de 200 metros de profundidad». La Expedición Malaspina, en cambio, recogerá muestras de agua y plancton hasta 4.000 metros bajo la superficie.

«Medimos la temperatura, la salinidad y la concentración de nutrientes, Estudiamos el intercambio de gases entre el océano y la atmósfera, el destino del dióxido de carbono absorbido por el mar y la concentración y la toxicidad de los contaminantes químicos persistentes», prosigue el jefe científico de la etapa. También estudian la concentración de virus y bacterias, el fitoplancton (organismos vegetales unicelulares) y el zooplancton.

Los contaminantes químicos persistentes, como los hidrocarburos, las dioxinas (generadas en procesos de combustión incontrolados), los PCB (bifenilos policlorados, usados en aceites industriales hasta que fueron prohibidos hace 30 años) y los PBDE (éteres de bifenil polibromados, empleados en el tratamiento ignífugo de componentes electrónicos y de textiles como cortinas, moquetas y tapicerías, que producen emanaciones constantemente) no se degradan cuando entran en contacto con el agua. Se mantienen intactos durante décadas, acumulándose en los tejidos grasos de la fauna marina. Es decir, envenenando la cadena alimentaria.

MUESTRAS ULTRACONGELADAS Parte de las muestras que recoge el Hespérides serán ultracongeladas en una cápsula del tiempo que no se abrirá hasta dentro de 30 años. Entonces, investigadores que hoy todavía no han nacido o que van a la escuela primaria podrán analizarlas a la luz de recursos científicos y tecnológicos en la actualidad inexistentes.

Más allá de los estudios físicos, químicos y microbiológicos, la Expedición Malaspina tiene otro objetivo no menos ambicioso para el futuro. Es la primera misión de la oceanografía española en la que una veintena larga de pequeños equipos, centros científicos y universidades suman esfuerzos en un único proyecto común.

«Se trata de demostrar que dos y dos suman cinco y que este puede ser el modelo a seguir de ahora en adelante», apunta Dachs. La oceanografía española es potente, pero su gran problema, común a la ciencia en España, es la atomización de los grupos de investigación. La Expedición Malaspina pretende invertir esa tendencia minifundista y abrir la era de la concentración.