"No se debería vivir tanto"

Tres mujeres catalanas explican cómo viven en la frontera de los 90

maria amalia valcarcel

maria amalia valcarcel / periodico

CARME ESCALES / BARCELONA

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El 26 de febrero de 1922, en el pequeño pueblo zaragozano de Talamantes llegaba al mundo Resurrección Romanos95 años cumplirá el próximo domingo. “No se debería vivir tanto”, considera. “No es justo que haya quien se va a los 50 y que otros vivamos tanto”, añade. “Cumplir años es una cosa, vivir, perdiendo la vista, el oído… no es agradable. Yo tengo problemas de corazón y dolor en un brazo por una caída. Y lo voy sobrellevando, sí. Pongo voluntad en hacérmelo todo yo, con alguna ayuda. Pero quien diga que es igual vivir a esta edad que a otra miente. Yo firmaría a favor de la eutanasia”.                

Labores de costura han hecho de Resurrección una mujer de casa. Viuda desde mediados de los 80, antes de venir a

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Barcelona, las visitas y ayuda de su hija y compañía de otras personas para salir a hacer sus recados son ahora el cojín de una vida todavía autónoma. También la de Carme Llorens lo es. Ella celebrará su 90º aniversario el próximo octubre. Cuatro hijos, cuatro nietos y un bisnieto aportan emociones a sus días, pero es muy consciente de su superávit de años. “Tal vez sea cobardía, pero no me ilusiona llegar a los 90”, afirma Llorens.

LAS MUJERES, MÁS ANIMADAS

“Claro que lo acepto, qué remedio, e intento vivir lo mejor posible. Voy a clases de grafología al 'casal' de Fort Pienc, que me gustan mucho, y martes y jueves asisto a las conferencias de la universidad para adultos. La de este martes estuvo muy bien. Curiosamente, allí casi todos somos señoras. Tal vez las mujeres seamos más animadas. Un hombre viudo, o busca compañía, o no suele hacer nada de bueno”, expresa. Aunque no se considera muy hábil con la tecnología, ha aprendido informática,  “no puedes quedarte en un rincón, pero siento que estos ya son años de más. Yo ya lo he hecho todo en esta vida”, declara. Con casi 60 años, Carme Llorens se matriculó en la Escola Massana para estudiar joyería, para complementar el arte del esmalte que ya dominaba. “Dos veces al año voy al balneario con el Imserso, y contenta, pero a esta edad, semana a semana vas sintiendo retrocesos. Contemplo las plantas de mi terraza y pienso en suprimir algunas”, comenta. “Ahora vivo como en una burbuja, años de regalo que, si duran más, no sé qué pasará, si iré a una residencia o tendré ayuda en casa. Mi pesar es no recortar la independencia que siempre quise para mis hijos”, concluye.

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En casa de María Amalia Valcárcel (Monforte de Lemos, Lugo, 1928), en el Guinardó, ollas y fogones se aparejan sin descanso. Sepia con patatas, croquetas de jamón, de lo que sea que cocine, hace siempre de más, para hija y nietos. “Prefiero cocinar para otros a que me traigan la comida a mí. No le veo sacrificio alguno en hacer siempre un poco de más, me gusta que vengan”, confiesa a sus 88 años. “No quiero pensar en que me tengan que venir a cuidar. Sufriría mucho, casi preferiría morir”.